C a p í t u l o 10

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J O R G E

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J O R G E

Levanta la barbilla en señal de desafío y en sus ojos verdes se enciende una mirada perversa cuando me inclino y rozo mis labios con los suyos. Su lengua sale, supongo que como un intento de introducirse en mi boca abierta, pero no estoy preparado para ello, así que doy un paso atrás.

—No tienes el control, Silvia.

Ella gime ligeramente y cierra la boca antes de asentir lentamente. —Lo siento. Es que estoy... ansiosa.

Sigue pegada a la puerta mientras mis brazos la encierran a ambos lados. Los deslizo lentamente por su pequeño y delgado cuerpo antes de encontrar sus caderas. Las agarro a través del vestido, deseando poder levantarlo y poner mis manos sobre su piel desnuda. Me acerco un paso más a ella, presionando mi cuerpo contra el suyo y agarrando su barbilla con más fuerza de la que pretendía, pero el gemido que se escapa de sus labios me hace saber que está bien con mi leve agresión. Recorro con mis labios desde su sien, bajando por su mejilla y su cuello, antes de pasar a su pecho, a esa deliciosa zona de piel que me ha estado llamando toda la noche. Dejo un beso húmedo con la boca abierta justo en la base de su clavícula antes de bajar la boca ligeramente. Mi lengua sale para saborear su piel desnuda y la recorro con delicadeza mientras ella maúlla bajo mis pies.

—Te pusiste este vestido a propósito. Para burlarte de mí. —Tengo la nariz pegada a su piel, oliendo su dulce perfume, y mis manos siguen agarrando sus caderas con tanta fuerza que no me sorprendería que le dejara moratones en el vestido. Sus manos han encontrado mis bíceps y los aprieta con la misma fuerza mientras se mueve de un lado a otro entre los pies—. Si te levanto el vestido, ¿se te empaparán las bragas?

—Sí. Sí. Sí —gime, supuestamente como respuesta a todas mis preguntas—. Tócame y compruébalo tú mismo.

—No —gruño. Puede que tenga mis labios y mis manos sobre ella en este momento, pero la idea de deslizar mi mano entre sus piernas para ver el deseo que le he provocado es demasiado. La alejo de la puerta y la levanto en mis brazos, permitiendo que sus piernas rodeen mi cintura—. Eres tan jodidamente sexy. —Me dejo caer en el sofá con sus piernas todavía alrededor de mí y caemos en un ritmo como viejos amantes que han estado haciendo esto durante años. Mi polla, dura y prácticamente erguida, se acomoda entre sus piernas, rozando su coño cubierto de encaje, y ella gime en respuesta a la estimulación. Se mueve arriba y abajo sobre mí mientras sus ojos se clavan en los míos—. Estás muy mojada, preciosa. Dime, ¿es todo para mí?

La agarro por las nalgas, todavía con cuidado de no pasar por debajo de su vestido, a pesar de que estamos superando las líneas con cada segundo que pasa.

—Sí. Bésame —susurra, y ahora me doy cuenta de que aún no la he besado, a pesar de que estamos a punto de follar en seco en este sofá como adolescentes.

Le agarro la cara, haciendo que nuestros ojos se fijen y la mirada de su cara mezclada con su húmedo coño rebotando sobre mi polla me hace perder el control por completo. Le agarro el cuello y lo aprieto suavemente, antes de pegar su boca a la mía, deslizando mi mano desde la parte delantera de su cuello hasta la trasera para mantenerla en su sitio. Todavía no he empezado a explorar su boca; está cerrada en este momento, pero sé que es sólo cuestión de tiempo que se abra y me dé a probar esa dulce lengua.

Amor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora