C a p í t u l o 22

201 9 0
                                    

S I L V I A

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

S I L V I A

Las vibraciones de mi teléfono me sacan a regañadientes de mi sueño. Podría dormir fácilmente más tiempo después de la larga noche que he tenido, pero cuando veo las dos llamadas perdidas de Micah, pienso que es el momento de devolverle la llamada.

¿Pero en serio? Le dije que lo llamaría hoy. Y apenas son las once de la mañana.

Me acerco el teléfono a la oreja mientras me siento en la cama y me froto el resto del sueño de los ojos. —Silvia. —Su voz suena irritada y al instante me pongo a la defensiva. La última vez que hablamos por teléfono no fue precisamente agradable y me preocupa que esto sea más de lo mismo.

—¿Qué pasa con las llamadas? Dije que te llamaría hoy.

—Claro, lo siento. Supongo que me preocupé. Anoche saliste hasta tarde y me preocupaba que llegaras bien a casa.

—Tengo dieciocho años, Micah, y de nuevo, llegas unos cuantos años tarde a lo de ser padre. —Deja escapar un suspiro y pongo los ojos en blanco, ya superada esta conversación—. Literalmente acabo de despertarme, eres nuevo para mí y todo eso, así que déjame darte un rápido curso acelerado, no soy una persona mañanera. Y definitivamente no me va bien la actitud de la gente por la mañana.

—No tengo una actitud. Estaba preocupado.

—Y te digo que no tienes que estarlo. Estoy bien.

No dice nada durante unos instantes y me pregunto brevemente si ha colgado o se ha cortado la llamada. Aparto el teléfono de la oreja y veo que sigue conectado. —¿Hola?

—Es que... no soy el malo aquí, Silv.

—Quizá no lo seas, pero tampoco te llamaría necesariamente el bueno.

—Hay cosas... —comienza—. ¿Estarías dispuesta a quedar conmigo para comer hoy? Me gustaría hablar contigo en persona. —Arrugo la nariz. El almuerzo es un compromiso y no estoy segura de estar preparada para una comida sentada con él, especialmente después de esta conversación.

—¿Qué tal un café?

—Puedo hacerlo. ¿Qué tal alrededor de la una?

—Bien, sí—. Me paso una mano por mis ondas que se han hecho aún más grandes durante la noche—. Envíame la dirección de dónde debo encontrarte.

—Hecho —dice justo cuando mi teléfono vibra—. Silv, me gustaría tener la oportunidad de hablar contigo a solas. Así que por favor... no traigas a tu padrastro. —Oh, aquí vamos.

Pongo los ojos en blanco al ver que se mete con Jorge. —Bien, lo que sea.

—Hablo en serio, Silv. No confío en él y sé que tú sí, pero... creo que tu juicio está un poco nublado con todo lo que has pasado este año.

Amor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora