C a p í t u l o 9

171 13 13
                                    

J O R G E

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

J O R G E

Estoy jugando con fuego. En realidad, a la mierda con el juego. Me he instalado en el infierno y Satanás me ha estado susurrando al oído toda la noche sobre lo jodidamente pecaminosa que es Silvia. Cómo cada movimiento que hace es tan inocente y a la vez tan sexual que me hace sentir cosas que nunca antes había sentido. Es como si se hubiera convertido en una persona totalmente nueva y me cuesta verla como mi hijastra y no como esta joven encantadora e increíblemente hermosa que ahora mismo está pegada a mi lado mientras estamos sentados en la playa. Mueve los dedos de los pies en la arena y se ríe de las cosquillas, lo que me hace creer que el whisky está haciendo efecto.

—Puede que tengamos que llevarte a casa. Te sientes bien, ¿verdad?

Me mira, esos inocentes ojos verdes desorbitados de asombro e intriga me desarman en el momento en que nuestras miradas se cruzan. Agradezco que vuelva a mirar hacia el agua casi al instante, lo que me permite recuperar la calma antes de perderla por completo.

—Muy bien. —Apoya su cabeza en mi hombro antes de enlazar su brazo con el mío—. Esto es muy agradable. Gracias por la cena, Jorge.

—Por supuesto.

—¿Puedo preguntarte algo? —Me paralizo, preguntándome qué pregunta potencialmente alimentada por el coraje líquido podría salir de sus labios.

—¿Mmmhmm?

—¿Cómo es que no mencionaste a nadie que era tu hijastra?

Joder. Esperaba que no se hubiera dado cuenta de eso. Normalmente hago un punto para decir que es mi hijastra porque a veces la gente nos confunde con una pareja cuando no pueden precisar su edad, pero por alguna razón no lo había hecho. —¿Qué quieres decir?

—No se lo dijiste a nadie... quiero decir que yo tampoco se lo dije a Trent, pero... supongo que me preguntaba por qué. ¿No querías que la gente lo supiera?

—No, Silvy. Por supuesto que no. Realmente no me di cuenta, no lo había hecho. —Ruego que ella me crea. Rezo para que el whisky la convenza de que estoy diciendo la verdad, porque algo me dice que en su mente sobria, ella sería capaz de ver a través de la mierda. Ella puede sentir los cambios en nosotros, tan bien como yo.

—Oh —Desliza su brazo por debajo del mío pero se gira para mirarme—. Supongo que pensé... —se aclara la garganta—. Estás diferente, Jorge. Estamos diferentes.

—¿Qué quieres decir?

—No insultes mi inteligencia, Jorge. Puede que haya bebido un poco, eso me hace un poco más... atrevida, pero no me ha hecho estúpida.

—Nunca diría que eres estúpida. —le digo con sinceridad. No me sorprende que hable de la tensión que crece entre nosotros cada día que pasa. Ha estado saliendo a la superficie y tal vez esta conversación sea necesaria antes de que las cosas se intensifiquen y se vayan de las manos.

Amor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora