C a p í t u l o 24

179 10 9
                                    

J O R G E

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

J O R G E

Las siguientes semanas pasan volando demasiado rápido. Silvia y yo estamos literalmente unidos por la cadera, a excepción de las pocas veces que tuvo que dejar que Kate la arrastrara. Estamos entrando en agosto, mes en el que se prepara para ir a la universidad, y admito que siento una punzada en el pecho cuando pienso en su marcha.

Nuestra primera pelea se debió a que quería quedarse aquí en lugar de ir a la residencia, y le dije que estaría aquí esperándola cada fin de semana o cuando quisiera venir a casa a verme, pero que necesitaba la experiencia de quedarse en la residencia. Ella estaba emocionada y yo no iba a quitarle esa experiencia sólo porque la quiero en mi cama todas las noches y no en una al otro lado de la ciudad.

Es una lluviosa mañana de sábado cuando suena el timbre de la puerta y me pregunto quién podría aparecer sin avisar. Kate secuestró a Silvia anoche para su última fiesta de pijamas, ya que Kate se va mañana al MIT, así que no espero a ninguna de sus amigas. Aprieto el puño cuando veo quién está en mi puto porche, probablemente este aquí para acosar más a mi chica. Abro la puerta y veo a Micah de pie con una jodida sonrisa de suficiencia que me gustaría arrancar.

Cruzo las manos sobre el pecho.

—¿Qué quieres?

—Quiero hablar contigo, —dice con naturalidad mientras se quita las gafas de sol.

—¿Puedo entrar?

No.

—Silv no está aquí.

Me doy cuenta de que tiene una carpeta con él y me pregunto cuál es su juego en este momento.

—Lo sé —me dice y se me hiela la sangre. ¿Por qué mierda lo sabe?

—¿Qué significa eso?

—Vas a querer que entre para esta conversación, papi querido —me gruñe, y en el fondo de mi alma, sé que no va a haber nada civilizado en esta conversación.

Le dejo entrar y nos quedamos en el vestíbulo, ya que no tengo pensado invitarle a seguir dentro.

—Vas a mantenerte jodidamente lejos de mi hija.

—Perdona, ¿tú qué? —Me río.

—Créeme que no quieres ese título.

—Oh... pero lo quieres tú, ¿verdad?

Sus labios se convierten en un gruñido y sacude la cabeza.

—Porque esto es realmente paternal, ¿no?

Abre la carpeta y me muestra fotos mías y de Silv. En todas partes. Fotos muy íntimas. Sobre todo, aquella noche que salimos con Seth y follamos en el auto. Alguien había estado tan cerca; puedes ver cada detalle depravado. Prácticamente puedes ver el sudor que gotea de nosotros.

Amor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora