Tierra 53
— Creí que iríamos a una clínica — comento Paloma bajando del auto.— Confías en mí.
— Sí —Contesto sin dudar.
— Entonces sígueme.
Paloma lo siguió sin pensar, y al entrar a la casa noto que el primer piso estaba solo, no había muebles.
— ¿Qué hacemos aquí?
Malcom suspiro y avanzo hasta la cocina donde solamente había una mesa con un par de sillas.
— Siéntate —Le ordenó con cuidado de no asustarla.
Paloma obedece. Y aunque cualquier otra persona aquello habría sido una mala señal, Paloma se sentía tranquila al lado de ese hombre.
— Cuando mi esposa fue asesinada —Dijo— Me vi envuelto en tantas situaciones que me no gustaría explicar, pero la cuestión es que, intente que el alcohol fuera la solución.
Paloma trago saliva.
— Quería muerto al hombre que me había arrebatado a mi esposa, así que el odio y el rencor hacían él me hicieron tocar fondo, busque venganza. —Contó— sentía tantos sentimientos difícil de explicar.
— Se lo que se siente.
— La respuesta a la liberación de todos esos sentimientos la encontré en un lugar llamado Nanda Parbat. —Confesó— Pero no iremos allá para darle respuesta a los tuyos.
— No entiendo.
— Lo que has pasado es por el odio que le tienes a Oliver y Sara.
— No odio a Sara —Dijo con firmeza.
— Paloma linda —Expresó con tranquilidad— Tu la odias, ella se metió con Oliver a pesar de que él era tu novio. Ella sabía que lo amabas; Sara te quito al hombre de tu vida.
— No...
— Admítelo —Le exige— Sara te quito al amor de tu vida.
<< ¡Si! - una voz dentro de su cabeza le dijo >>
— Ambos te vieron la cara, ambos jugaron contigo, ambos te traicionaron.
Malcom era muy bueno para usar las palabras, sabía exactamente que decir para convencer a las personas de lo contrario a lo que pensaban.
Sabía exactamente como usarlo a su favor, su nivel de confianza y perseverancia lo hacían peligroso y muy pocas personas lo veían así.— Las personas hablan de ti y lo sabes —Continuo— Oliver te dejo para irse con tu hermana. Y las personas te tienen lastima.
— No...
— Ellos hablan de tí y de lo desafortunada que eres. —Siguió— Pero debes demostrar que estás bien.
— ¿Por qué me dices eso?