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Pasé toda la noche disfrutando de la grata compañía de Benedict quien era bastante relajado en comparación con los demás caballeros con los que tuve la desgracia de bailar

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Pasé toda la noche disfrutando de la grata compañía de Benedict quien era bastante relajado en comparación con los demás caballeros con los que tuve la desgracia de bailar. Charlas absurdas acerca de mi título y lo honrados que se sentirían de poder tener mi mano en algún momento, tenía mas que claro que ellos solo buscaban una cosa. Preguntas acerca de cuánto dinero poseía mi familia, la cantidad de tierras a mi nombre y lo importante que era el nombre de mi familia para toda la sociedad, después de todo ser la sobrina de un rey daba demasiados beneficios y esos hombres estaban conscientes de ello, en cambio el joven Bridgerton tan solo había hablado de arte, música y caminatas al aire libre. Había sido una agradable velada hasta aquella interrupción por parte de Simón que me dejo claro que ningún Bridgerton tendría mi mano, que prefería que me fuera a un convento antes de siquiera pensar en comprometerme con uno de ellos.

Tenía claro que sería complicado para mi decidir quién sería mi esposo, tenía tres personas dispuestas a interceder para ello y ayudarme a escoger al mejor candidato, dos de ellos estaban en contra de un par de opciones. mi hermano era el primero quien sería apoyado en todo momento por Simón quien tiene demasiada información acerca de los Bridgerton, solo me siento más curiosa respecto a ellos y finalmente Lady Danbury quien seguramente estará de mi lado si le digo que tengo interés peculiar con ese lord, claro a menos que aparezca alguien más interesante.

Desperté a la mañana siguiente, en la habitación mi querida Leonor quien esbozo una sonrisa antes de acercarse a mi para ayudarme con mi alborotado cabello. Era un gran día, el día en que los pretendientes comenzarían a llegar a casa para comenzar a cortejarme y listos para obtener mi mano. Un vestido verde agua al muy estilo londinense y mi cabello recogido en una coleta con una tiara de flores que, hacia juego con mi ropa, la sortija familiar y un pequeño brazalete. Me sentía extraña, no era la ropa a la que estaba acostumbrada, pero tengo que encajar en mi nuevo hogar.

— Buenos días. – Salude a todos los presentes tomando asiento junto a mi hermano.

— Buenos días querida ¿Lista para hoy?

— Lo estoy... ansiosa en realidad.

— Te vi muy entretenida con el joven Benedict Bridgerton. – Menciono Lady Danbury.

— Si... es...

— No se casará con un Bridgerton. – Dijeron Simón y Alessandro al mismo tiempo.

— ¿Puedo saber por qué? El es agradable y tenemos bastantes cosas en común.

— Porque es un mujeriego, vividor y quien sabe que más. – Dijo Simón sin quitar la vista de su plato.

— Bien... pero no puedo controlar a mi corazón si llega a atraerme.

— Mi Lady tiene visitas. – Menciono Charles.

— Dile que espere en la sala. Iré enseguida.

Seguía pensando en lo que había dicho Simón. Un vividor mujeriego y cuantas cosas más ocultan esa hermosa sonrisa. Aquello me decepciono al instante y ciertamente me desmotivo. No deseo que mi futuro esposo sea un mujeriego y que termine siéndome infiel a la primera oportunidad, valgo mucho más que eso. Avance hacia el salón acompañado de mi hermano quien no se despegaría de mi en ningún momento para evitar que alguno de mis pretendientes se quiera pasar de listo, además claro de lo escrito por Lady Whistledown quien volvió a mencionarme junto con mis tantos bailes con Benedict. La joya de la corona tuvo grandes momentos con uno de los guapos hermanos Bridgerton, la bella italiana cautivo al segundo de la familia quien parecía realmente entusiasmado con ella. Un montón de idioteces.

Dulce pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora