XV

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Rápido me di la media vuelta para ir hacia los jardines. Mi respiración estaba agitada, sentía mi corazón en la garganta a punto de salirse de mí. El frio aire londinense golpeo mis mejillas bajando de inmediato la temperatura en mi rostro. Caminé rápido hasta llegar al laberinto en el jardín donde solo comencé a caminar sin importarme el perderme entre medio de esos enormes arbustos. Tropecé gracias a una rama sobresaliente para terminar de rodillas en la hierba. No podía tener esa clase de sensaciones, no por Anthony. El no me interesaba, en absoluto. No era lo que yo deseaba, pero por alguna razón el tenerlo así de cerca provoco en mi deseo, como no había sentido antes. Mi respiración se regulo, estaba algo más calmada.

— ¿Cassandra? – Gire la mirada al reconocer de inmediato aquella voz. Eloise Bridgerton, mi adoraba amiga. - ¿Te encuentras bien?

— Ah... si en perfectas condiciones. Solo salí a tomar aire.

— ¿Y porque estas en el suelo?

— Perdí algo, tal vez cayo en otro sitio. – Rápido me puse de pie para regresar al interior del palacio. –

— No sabes mentir.

— Lo sé ¿Tu qué haces aquí afuera?

— Estaba aburrida. – Se encogió de hombros totalmente despreocupada. – entonces ¿Qué paso?

— Tuve un incómodo momento con tu hermano mayor. – Solté entre suspiros. – y me fuge como la cenicienta.

Nos quedamos hablando un rato afuera, disfrutando del silencio del exterior. Menciono a Benedict que había decidido quedarse en casa porque "supuestamente" no se sentía del todo bien. Y que durante las últimas semanas había parecido un muerto viviente caminando por la casa, desaliñado y apagado. Me mantuve enganchada del brazo de Eloise y mi cabeza recargada en su hombro mientras hablábamos de idioteces o de como seria la vida en un futuro, si podríamos, en algún momento tomar nuestras propias decisiones e incluso hacer lo que los varones, besar a alguien sin estar comprometidos sin miedo al qué dirán. Negamos de inmediato, tales cosas jamás pasarían, nosotras seguiríamos estando bajo la sombra de ellos.

 Busque a Anthony en el interior del palacio, rechazaba las invitaciones a bailar por parte de varios caballeros, al parecer haber bailado con el príncipe me había puesto nuevamente en el foco de los hombres de esta ciudad. Después de dar varias vueltas termine encontrando a este alejado junto a Simón quien mantenía una mirada de molestia. Avance hacia ellos para continuar disfrutando de la fiesta junto al vizconde. Me quede tras Anthony escuchando esa molesta conversación que a cada momento se tornaba mas acalorada y solo aclaraba todas las dudas que tenia al respecto de él.

— Quiero que te alejes de mi hermana Basset. Ella va a casarse con Lord Berbrook, así que te pido que ya dejes de cortejarla.

— ¿Está usted demente? – Dije algo alterada. El giro hacia mi viéndome sorprendido por haber escuchado su conversación. –

— ¿Disculpe?

— ¿Qué si esta demente? ¿O también es sordo? ¿Piensa casar a Daphne con ese cerdo?

— Lo que yo decida no es su asunto.

— Claro que lo es... lo es si piensa en casar a mi amiga con semejante bestia. – Negue de inmediato. – que desdichada será ella si la entrega a ese hombre.

— Cassie. – Simón me sostuvo del brazo para alejarme de él. – te están viendo.

— No me importa... ¿No piensa en como la mataría si hace tal cosa?

— Insisto, no es su asunto. Será mejor que cierre la boca.

— Usted no es quien para hacerme callar Vizconde. – Me enganche del brazo de Simón para irme. – Ah... y si piensa en seguir cortejándome o si tenía otras intenciones conmigo... olvídelo. No deseo estar cerca de alguien como usted que es capaz de cometer semejante barbaridad. – Gire encontrándome con mi hermano quien al parecer había escuchado todo y se veía ligeramente molesto. Yo estaba muy molesta.

Nos fuimos a casa en completo silencio, pero podía sentir el enojo en mi hermano. Mordía constantemente sus uñas, señal de que estaba molesto. Lo conocía tan bien que conocía cada una de sus facetas. Era un mal hábito de su parte hacer tal cosa y bueno sus enojos eran cosa complicada. En una ocasión cuando éramos niños, rompí por accidente uno de sus juguetes favoritos, un carrito de madera que le había regalado el abuelo en navidad, no me dirigió la palabra en más de una semana aun cuando le rogaba perdón el solo fingía que yo no existía o que era invisible. Su distancia termino haciéndome llorar a diario. Ahora temía que me metiera en un barco para enviarme de regreso a casa o a un convento donde solo pudiera discutir con Dios y las injusticias de la vida. Pero ciertamente no podía controlar mi lengua, menos ante una injusticia.

— ¿En qué demonios estabas pensando? – Me grito tan alto que termine sobresaltándome. – ¿Por qué te entrometes de esa forma y frente a toda la gente?

— Porque es injusto... Daphne será desdichada.

— No es nuestro problema, las decisiones del Vizconde no son de nuestra incumbencia.

— Es mi amiga ¿No puedo sentir lastima por lo que le harán? Será condenada al infierno mismo...

— Debes aprender a cerrar la boca Cassandra.

— ¿Tu harías lo mismo? ¿Me entregarías a una vida de sufrimiento sin amor? – Mis ojos se llenaron de lágrimas. – dejarías que Lord Harbury me desposara... porque ambos sabemos que ha insistido en eso y que viene casi a diario a dejar esas asquerosas flores.

— Sabes que no Cassie. Pero no podemos hacer nada al respecto... te pido que no te metas. No te pido. Por primera vez te ordeno Cassandra que no te metas. 

Dulce pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora