XXVII

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Alessandro

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Alessandro

Nuestra a llegada a Londres había sido una aventura que jamás espere vivir. Aunque siempre hable con Raphael y mi hermana sobre migrar a otro país y conocer otros lugares, nunca pensé que se volvería una realidad y terminaríamos estableciéndonos lejos de todo lo que conocíamos. Italia era nuestro hogar y estaba orgulloso de mis raíces, pero al igual que mi hermana sentía que había algo más afuera esperando por nosotros. Siempre fui un casanova, enamorando a doncellas por toda Roma, deje varios corazones rotos en Valencia y otros tantos en Milán, no estoy orgulloso de mi comportamiento y se que mi querida madre tampoco lo está. Pero ahora he sentado cabeza, Lizabeth es la responsable de que ahora sea alguien centrado y con los pies puestos en la tierra.

Mi hermana ahora estaba felizmente casada, había cumplido con su sueño de casarse por amor y no por interés a los títulos que nuestro tío Juliano nos había otorgado. Estaba feliz por ella y esperaba que Bridgerton cuidara de ella, tenía que hacerlo. De lo contrario Simón y yo estaríamos tras el hasta acabar con su existencia sin importar cuantos se nos cruzaran el camino para evitar que cometiéramos una locura. Benedict debía cuidar a mi Cassandra como si de una joya real se tratará.

Al final Lizbeth y yo terminamos retrasando la boda una semana más. Aunque era algo negativo por el lado de mi familia, mi tío no podía descuidar demasiado sus deberes con la corona, por lo que ella y tía Margarite terminaron yéndose de regreso a Italia dejando solo a Raphael que estaba mas que complacido de quedarse unos cuantos días mas en la ciudad disfrutando de las bellezas que había en las calles. Mi primo no estaba interesado en llevarse a una Londinense con el a Roma y convertirla en princesa. Pero aún así lo estaba disfrutando o al menos eso creía yo.

— Creo que ahora entiendo a Basset cuando me decía que tuviera cuidado con las madres desesperadas. Están por todos lados.

— ¿Seguro quieres quedarte hasta mi boda? Seguirán tras de ti hasta que te atrapen.

— Por supuesto que sí cugino. Me quedaré hasta el final. – Dijo dándome un golpe en la espalda con la sutileza y delicadeza de un Grimaldi. - ¿Cuándo regresa Cassandra?

— Debería estar aquí mañana. La voy a matar si no viene a mi matrimonio.

— Tu hermana jamás se perdería eso idiota.

— Lo sé, solo estoy siendo algo dramático. – bebí mi trago dejando este a un lado. – aun no me hago la idea de que mi pequeña hermanita ahora este casada. Hace solo unos meses corría por los jardines de la casa de verano de nuestros padres fingiendo ser una sacerdotisa.

— Lo sé, créeme que me pasa lo mismo. Pero iba a pasar tarde o temprano. Y entre nosotros Cassie, siempre deseo esto.

— Voy a dejarte solo ahora Raphael, iré con mi bella prometida y bailar un rato.

— Me iré a esconder a algún salón vacío. Queste donne sono pazze. – solté una risa al escucharlo quejarse.

Con calma avance por el salón al perder de vista a Lizabeth. Evite a algunas personas, no quería socializar, menos con los Bridgerton. Pase de largo por el lado de Anthony y Colin, estoy seguro que están planeando como hacerme caer en sus idioteces, no tengo interés en una despedida de soltero y menos con ese par cuya reputación no es la mejor de todas. En especial el mayor de la familia. Los rumores se esparcen rápido por la ciudad y los de ellos son cosa de todos los días.

Al encontrar a Lizabeth curve mis labios en una sonrisa, con calma me acerque hacia ella susurrando sobre su oído un par de palabras en mi idioma. la mia bella signora. Solté una risa al notar como se sobresaltaba por mi repentina llegada. Solo me quede en silencio admirando la belleza de la chica que tenia frente a mí, la que pronto se convertiría en mi esposa. Conocer a Lizabeth había sido el milagro que nunca pedí, ella era todo para mi existencia. Sostuve su mano para ir con ella hacia el centro del salón uniéndonos a las parejas que ya disfrutaban de una pieza de baile.

— Cuento los días para poder hacerte mi esposa Liz.

— No eres el único. Anhelo mas que nada sostener tu mano. Ser tuya. – susurro con una sonrisa que solo provoco cosquilleos en mi estómago.

— Usted quiere provocar que mi corazón salga de mi pecho. Debo confesar que estoy perdida e indiscutiblemente enamorado de usted mi lady.

— Y yo soy afortunada de que usted me entregará su corazón y le juro que lo cuidare cada día.

— Te besaría en este momento mi lady de no ser porque su madre no me quita los ojos en encima. Y probablemente su padre me salga persiguiendo por manchar su honra.

No era mentira, estaba enamorado. Perdidamente enamorado de ella, una chica sencilla, dulce, cariñosa y por sobre todo que veía en mi lo que los demás no veían. Veía mi lado más sensible y mi gusto por la naturaleza que pocas veces mencionaba a los demás. Adoraba ver aves y ella lo gozaba de la misma forma. Liz estaba hecha a mi medida, era mi destino llegar a Londres y conocerla. Ella era la razón de mis desvelos y de cada una de mis sonrisas, era la dueña de mi corazón.

El día de mi boda, había estado nervioso durante horas, Simón junto a Raphael tuvieron que obligarme a sentarme un momento mientras esperaba a que ella llegara. Mi mejor amigo de toda la vida y mi primo junto a mi sosteniéndome para que no terminara desmayándome debido a los nervios, estaba a punto de dar el paso más importante en toda mi vida y no aguantaba la ansiedad de esperar su llegada. Mi querida hermana usaba su abanico para ayudarme a bajar el calor de mis mejillas. Mis padres habían estado riendo sin pausa y claro que estaban contentos por mí, además se habían relacionado bastante bien con los padres de Liz.

Al igual que Cassandra, desee una boda sencilla, sin tantas personas. Nuestros amigos y familiares más cercanos estaban ahí. Las campanas finalmente comenzaron a sonar y esa bella melodía mientras ella hacia acto de presencia en la iglesia. Mis manos no dejaban de sudar y mi pierna temblaba aun cuando le ordenaba que se calmara, mi cuerpo y mi mente estaban completamente desconectados. Al girar quede impactado, Liz se veía preciosa, era la bella mas perfecta que mis ojos hayan visto. Limpie mis ojos, un par de lagrimas rodaron por mis mejillas debido a la emoción que invadía mi ser, era el día mas perfecto de toda mi existencia. En mi vida todo estaba bien y ella era parte de ese momento perfecto, el que recordaría durante toda mi vida.

Dulce pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora