Agnita

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Hoy Jake iniciaría el proceso para convertirse en un adulto Omaticaya, los preparativos para la ceremonia ya están listos, se llevaría a cabo el primer paso era lograr completar el Iknimaya.

El Iknimaya no es un rito nuevo para mí, primero acompañe a Tsu'tey, en esa ocasión lo acompañe hasta el inicio de las montañas aleluyas, el segundo que viví fue el de Sylwanin, y aunque no la pude acompañar no me perdí la celebración. En esta ocasión me quedaría con la Tsahik en el árbol de las almas rezando por la vida de los guerreros, espero pronto poder hacer el mío, pero por mientras, no me queda más que ser observadora.

Llevo varias velas e inciensos en mis brazos, adelante camina la Tsahik a un paso realmente acelerado, cruzábamos las raíces que daban al árbol de las almas, cada una de ellas reaccionaba a los pasos de Mo'at iluminando nuestro camino, y dejando huellas de bioluminiscencia. Apenas llegamos a la base del árbol, acomodamos las velas e inciensos, las prendimos y en completo silencio, nos sentamos una frente a la otra y cerramos los ojos con la paz envolviéndonos.

 Apenas llegamos a la base del árbol, acomodamos las velas e inciensos, las prendimos y en completo silencio, nos sentamos una frente a la otra y cerramos los ojos con la paz envolviéndonos

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Había tomado la decisión de no acompañar a Tsu'tey en el camino al Iknimaya, esta es una tarea del Olo'eykan y él cómo mi prometido actúa en su representación. Debía de ser así, él con los guerreros y yo organizando la vida en la aldea.

Pero, aun así, no se sentía correcto, mi lista de tareas estaba completamente cumplida, ya había acomodado la leña para las próximas fogatas, pregunte si necesitaban ayuda en la cocina, acarree los palis, ayude con los niños. Y en lo único que puedo pensar es en tomar a Seze y volar a las montañas aleluyas.

Las prendas para montar que tengo en mis piernas cada vez pesan más, y cada vez me arrepentía más y más de haber adornado mi cola, ya que esta no dejaba de moverse de un lado a otro incómoda. Y el movimiento de mis orejas tampoco ayudaba a mantener la calma, porque cada pequeño ruido de las hojas al moverse llamaba mi atención.

Y antes de que diera cuenta, ya estaba subiendo los troncos centrales, subiendo hacia la copa del árbol, teniendo el visor en mi mano, empecé a hacer pequeños ruidos con mi boca. Una pequeña parte de mí, creo que la conciencia, me gritaba, cada vez más fuerte, que esto es mala idea, pésima idea. Pero para ser sinceras, mi hermana era la sensata.

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