Capítulo 12

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   Zarpa Sombría despertó de un salto. Recordó que hoy tenía un viaje importante a la piedra lunar con Estrella Arenosa. Salió corriendo de la guarida de los aprendices y se encontró con su mentora, Garra Negra. La gata la miraba orgullosa con sus ojos color verde esmeralda.

   -Estoy muy orgullosa de ti, Zarpa Sombría. Te lo mereces más que nadie- dijo con un tono cálido.

   -¡Ni que me estuvieran nombrando guerrera!- la aprendiza ronroneó risueña.

   -Pero es un gran honor- replicó Garra Negra con una mirada seria.

   -Lo sé.

   -Bueno, debes prepararte para tu viaje. Ve a ver a Zarpa Luciérnaga o a Pedregosa, te darán hierbas que necesitarás- le dijo. Luego le señaló con la cola la guarida de las curanderas.

   Zarpa sombría se dirigió allí con pasos rápidos y seguros. Se encontró con Zarpa Luciérnaga ordenando unas hierbas, y cuando la vió, se giró en redondo para encararla.

   -Oh, eres tú- ronroneó Zarpa Luciérnaga -ya vengo- se metió en su gruta y volvió con un paquetito de hojas -están aqui dentro. Cómelas todas- le ordenó.

   Zarpa Sombría tragó con disgusto las hierbas que le habían dado. Sabían a carroña.

   -Puaj- se quejó.

   -Lo sé. Unas son para el hambre y otras para el estrés.

   Zarpa Sombría se despidió con un movimiento de orejas y se dirigió al claro. Patitas Blancas y Zarpa Abrasada ya estaban allí. Vieron como el líder salía de su guarida y caminaba hacia ellos. Parecía mucho más tranquilo que el día anterior, cuando echó a Zarpa Sombría de su guarida a gritos. La aprendiza le había contado todo lo ocurrido a su amigo, mientras esperaban a Estrella Arenosa.

   Cuando todos estuvieron listos, salieron del campamento por el túnel de aulagas. Cruzaron el bosque a grandes zancadas, saltando entre las ramas. Cuando llegaron a los cuatro árboles estaban exhaustos, y Estrella Arenosa les indicó que bajaran la velocidad.

  -Necesitarán guardar sus fuerzas- ronroneó risueña ante la emoción de los aprendices-aún nos queda un largo trecho por recorrer.

   A Zarpa Sombría se le erizó el pelo de los omóplatos. Sabía que para ir a las rocas altas debían cruzar el territorio del clan del viento, y pensó que pasaría si una patrulla los veía.

   -Nos dejarán pasar- explicó el líder como si le hubiera leído la mente-es parte del código guerrero.

   Los tres aprendices asintieron con la cabeza y continuaron el rumbo, adentrándose en el territorio del clan del viento más y más. Los cuatro se sentían muy expuestos en aquel páramo sin árboles ni muchos arbustos tupidos para esconderse, y Zarpa Sombría se dió cuenta de lo mucho que se había acostumbrado al territorio del clan, y a su olor. Los olores del clan del viento le resultaban extraños comparados con los de sus compañeros.

   Se escuchó un sonido detrás de una ladera. A Estrella Arenosa no pareció importarle pues continuó caminando tranquila, y cuando el sonido se oyó muy cerca, la gata se sentó y esperó. Tres gatos del clan del viento salieron de detrás de la pequeña colina a grandes zancadas.

   -¿Qué hacen ustedes aquí?-bufó uno de color grisáceo.

   -Vamos de camino a las rocas altas. Voy a compartir lenguas con el clan estelar, y ellos necesitan hacer un viaje allí si quieren ser guerreros- señaló a los tres aprendices.

   -En ese caso está bien- una guerrera melada inclinó la cabeza respetuosamente -vamos- dijo a sus compañeros de clan- y que tengan un buen viaje.

   Los tres gatos se alejaron poco a poco, y los del clan del trueno volvieron a emprender la marcha. Caminaron por el páramo. En un momento, un gran sendero atronador se vió extendido ante ellos.

   -¿Y ahora qué?- preguntó Patitas Blancas, con la voz quebrada.

   -Lo cruzaremos- dijo Estrella Arenosa. Los tres aprendices se quedaron de piedra, pero siguieron escuchando- yo les mostraré. Deben mirar a ambos lados, y cuando no vean ni oigan nada, cruzan. Solo mírenme.

   El gato se agazapó justo al borde de la gran masa negra. El olor acre del sendero atronador y sus monstruos le impregnaba el paladar a Zarpa Sombría, mientras veía como su líder corría de un lado a otro, y acabó pisando el suelo verde sano y salvo.

   Fue turno de los aprendices. Se agazaparon los tres juntos. Zarpa Sombría miró a ambos lados, y cuando creyó no sentir nada pegó un grito-¡ahora!- exclamó. Los tres aprendices corrieron con toda la fuerza que pudieron sobre la fría, húmeda y oscura superficie plana. Con un suspiro de alivio, lograron llegar al otro lado, exhaustos. Y exhaustos continuaron el viaje.

   Fueron subiendo un poco la superficie montañosa. Sin haber llegado a su pico, y sin siquiera estar cerca, Estrella Arenosa los guió por un sitio hasta una cueva.

   -Esta es la boca materna- explicó- dos de ustedes se quedarán, y uno puede venir a verla- pensó unos segundos, y finalmente se decidió- Zarpa Sombría, quiero que me acompañes. Los demás vigilarán.

   La aprendiza ronroneó de felicidad. No podía creer que le permitieran un honor tan importante como ver la roca lunar. Sus compañeros les desearon suerte, y el líder y la aprendiza entraron en las tinieblas. Allí la oscuridad era inacabable, Zarpa Sombría se guiaba solo por el sonido y el olor de Estrella Arenosa. Caminaron por allí durante lo que a la aprendiza le pareció una eternidad.

   En un momento, una pequeña luz comenzó a resplandecer. Al acercarse, esa luz se hizo mayor, cada vez más grande, hasta que la tuvieron delante. El túnel desembocaba en una cueva más grande, con una gran roca cristalina en el centro. En el techo, un hueco permitía la entrada de la luz de la luna hasta dentro. Esperaron. Cuando la luna subió más, coincidió con el hueco y una gran luz entró en la cueva, iluminando la piedra cristalina, que tomó un color blanquiazulado.

   La luz cegaba a Zarpa Sombría, que entornó los ojos. Aquella piedra era fascinante. El líder le indicó que esperara. Estrella Arenosa se acostó con la cabeza apoyada arriba de las patas, posando la nariz sobre la piedra luminiscente. Zarpa sombría no supo cuánto tirmpo pasó. Se encontraba mirando la piedra con ojos fascinados y las pupilas como dos rendijas. Cuando la luna comenzó a bajar y dejó de iluminar la roca, Estrella Arenosa despertó. Le indicó a la aprendiza que lo siguiera y caminaron otra vez entre las sombras.

   Cuando por fin lograron salir, vieron que no faltaba mucho para el alba. Algo imponía silencio, un silencio abrumador que le impedía a los gatos hablar. Y nadie habló hasta llegar al campamento. Cuando llegaron, todos los gatos ya estaban despiertos y charlaban en el claro. Los tres aprendices comenzaron a charlar, y Zarpa Sombría les contó sobre la luz de la roca lunar. De pronto, y con un sobresalto, todos escucharon un aullido desde la maternidad. Los aprendices se acercaron allí.

   Flor Trigueña salió de la maternidad -¡Llamen a Pedregosa!¡Flor Centelleante está dando a luz!- Patitas Blancas corrió hacia la guarida de las curanderas, y volvió con ambas pisándole los talones. Leónido entró corriendo a la maternidad. Zarpa Sombría no se sentía con el suficiente valor como para entrar. Unos minutos después, Zarpa Luciérnaga salió de la maternidad con un brillo de fascinación en los ojos.

   -¡Ya está!¡Es una hembra!- anunció con felicidad. Luego volvió a entrar para ver a su madre y su media hermana.

   Los gatos se empezaron a amontonar en la entrada de la maternidad. No fue hasta que el ambiente se relajó que los aprendices entraron. Flor centelleante se encontraba acostada con una cachorrita gris atigrada acurrucada contra su pecho. La reina parecía muy cansada, pero no paraba de mirar a su hija con amor.

   -Se llamará Polvorilla- decidió.

   -Polvorilla me parece un nombre precioso- dijo Zarpa Sombría.

   -Sí- dijo Leónido -es preciosa.

   Los otros aprendices asintieron. Luego los tres salieron de la maternidad. Solo entonces Zarpa Sombría se dió cuenta de lo agotada que estaba. Se dirigió a la guarida de los aprendices con los demás detras de ella. Se acostó en su lecho y, en unos momentos, se quedó dormida.

Días sombríos #1/ Lealtad / Los gatos guerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora