En busca de autodescubrimiento, Harry abandona su hogar en Holmes Chapel para estudiar lejos. Su camino se cruza con Louis, el capitán del equipo de fútbol, quien lo desprecia por completo. A pesar de su animosidad inicial, un evento fortuito los un...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Di mi última bocanada del cigarro y lo aplasté con la suela de mi zapato. El frío y oscuro clima me daba ligeros escalofríos. Sople en mis manos para tener algo de aire caliente y mire hacía la casa; la única luz que estaba encendida era la de la cocina.
Después de que Harry se marchó enojado, quise quedarme un rato más para admirar la puesta de sol y fumar otra vez ya sin la molestia del niño con el humo de mi cigarrillo.
Sinceramente, quedarme solo esa hora extra me dio algo de intranquilidad. No me gusta admitirlo pero el molestarlo y conversar era lo mejor que me había pasado en un buen tiempo. Me cuesta decirlo sabiendo que cuando estamos juntos en nuestra recamara somos una bomba de tiempo; es raro poder convivir bien, me relajaba.
Al entrar a la casa no había ni un solo ruido, solo estaba Harry de espaldas en la barra con la bata que mi madre había dejado esa mañana sobre una de las sillas del comedor. Preparaba una taza de café en silencio mientras se atragantaba con una rebanada de pan blanco.
Mi presencia no era necesaria al parecer, él estaba tranquilo sin mí ahí, dandose una rica cena ligera. Ni siquiera notaba que había vuelto por lo que me recargue del marco de la puerta trasera, viéndolo continuar con su café.
Su cara tenía el ceño fruncido y seguía masticando con dificultad la rebanada entera de pan en su boca. Tomó una de las latas que mi mamá tenía en la barra y la leía, buscaba la forma de pasar el rato en lo que el agua para el café hervía.
Al escuchar que ya estaba lista la tetera, apagó de la estufa y con un trapo caliente, la agarró para servirse. Le puso dos cucharadas de café y una enorme de azúcar y con rapidez, mezcló todo. Pero al darle un sorbo, una expresión de asco se hizo presente.
Saco la lengua y forzó los ojos con fuerza. Su cara de asco hizo que me delatara al carcajearme por su reacción.
Harry al escucharme, se giró sorprendido pero aun con su expresión de asco.
-No te había visto-trago con dificultad.
-Acabo de llegar-Dije yendo hasta él, para revisar su café-¿Que le echaste?
Levantó los hombros-Pues, lo típico, ya sabes, agua, café y azúcar-Dijo contando con los dedos los pasos para prepararlo-No entiendo porque sabe tan asqueroso-Arrugó la nariz.
Extrañado, tomé la taza de café y le di un sorbo. El sabor repugnante invadió toda mi boca, ni siquiera logré pasármelo; corrí al lavado y escupí todo. Una sensación salada y agria estaba tatuada en mi lengua, el asco y las ganas de vomitar, me nublaron la vista un momento.
Harry se acercó hasta mí, colocando sus manos en mis hombros-¿Tan mal lo hice?
Tosí fuerte, aún aguantando las ganas de vomitar, apartandome-Es sal, estúpido-Dije quitandome de su agarre.
Harry abrió los ojos de par en par y agarró la taza, metiendo un dedo para probar nuevamente; con ascuas, tiró el contenido en el lavado-Bueno, se veía igual que la azúcar, perdón.
