PRÓLOGO: EXILIADA

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Sus ojos me observan con esa intensidad tan característica que me enciende la piel y pese a que gimo con cada embestida, no puedo evitar el llamado de mi consciencia.

«Sabes que no está bien».

«No puedes amarlo, Caeli».

Pero lo hago. Lo amo y por mucho que he luchado contra ese sentimiento, la tentación le ganó a la cordura y ahora estoy aquí, entregándome al pecado y disfrutando de él.

—Mírame —aunque lo ordena me obliga a ejecutar la acción con sus dedos pellizcando mi barbilla—. No dejes de mirarme, amor.

Las acometidas son cada vez más veloces, dándome la sensación de abrirme el cuerpo en dos. Mis caderas corren a su encuentro por instinto propio. Me pierdo en el frenético baile, en la fiebre que ninguno de los dos puede controlar cada vez que tenemos al otro cerca. Lo beso, muerdo sus labios, me aferro a ellos absorbiendo la sangre que yo misma provoco y cuando el abrumador éxtasis llega, las lágrimas salen sin control.

—Drake... —el sollozo se me escapa sin poder controlarlo.

—No me hagas esto, amor —pide en un ronco murmullo, como si se tratara de una maldición—. No cuando todavía estoy dentro de ti.

—Lo siento —el llanto se vuelve más ruidoso—. ¡Lo siento! No puedo... no puedo seguir con esto.

—Oye, oye —acuna mis mejillas en sus manos y una vez más, me obliga a mirarle—, solo resiste un poco más. En cuanto pasen las elecciones todo acabará.

—No es cierto —separo nuestros cuerpos de un solo movimiento, volviendo la escena aun más dolorosa—. Ambos sabemos que solo será el inicio de nuestra tortura.

—Pero estaremos juntos...

—¡Estoy comprometida con tu mejor amigo! —levanto la mano enseñando el anillo en mi dedo anular. Un aro tan sencillo cuyo peso se hace mayor cada día—. ¡Abre los ojos de una vez! Vince no nos perdonará esta traición. ¡Nadie lo hará!

—¿Me amas? —cuestiona a la vez que se pone en pie para enfrentarme con su expresión más oscura. Esa que hace temblar a sus enemigos como una hoja.

—Sabes que sí.

Sin previo aviso tira de mi mano para tomar mis labios y como siempre, no puedo hacer otra cosa sino corresponderle.

La tentación, más que una droga, es un virus mortal del cual no puedes escapar una vez sucumbes a ella.

—Entonces, nada más importa —asegura—. Encontraremos la forma, lo prometo.

Sellamos la promesa con otro beso. Sus ásperos dedos comienzan a recorrer mi espalda desnuda, descienden con una tortuosa lentitud hasta llegar a mis glúteos y alzarme en brazos... Sin embargo, el sonido del timbre corta el momento y pronto estoy de vuelta al suelo.

—¿Esperas a alguien? —indago temblorosa.

—No —responde acrecentando mi temor. Así he vivido durante los últimos seis meses; con miedo a que un día nos descubran y la retorcida historia de amor termine en muerte y tragedia—. ¿Quedaste en algo con Eliza?

—No, ella me está cubriendo en el evento. Se supone que estamos las dos inaugurando el centro...

El timbre vuelve a sonar y mi cuerpo se sacude en un doloroso espasmo, como si un sexto sentido le avisara que algo terrible está a punto de suceder.

—Escóndete en el baño —indica sacando su arma. No obstante, ni siquiera me he movido cuando la puerta se abre de par en par, haciendo realidad mis peores pesadillas.

Peligrosa TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora