6. EL BESO

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Casarme con un Bellini y darle un hijo... Si la propuesta viniera de cualquier otra persona le gritaría <<loco>> a la cara, pero no a mi padre. Ugo Rinaldi es uno de los mejores estrategas que conozco e intuyo que ha creado su plan macabro cuidando cada detalle. No sé qué me duele más: si el hecho de que me utilice como si fuera una herramienta de taller conociendo mi historia con Drake, o el hecho de que me haya traído de regreso a Sicilia solo para esto.

—Tienes tres hijas y soy la del medio —expongo con la voz en un hilo—, ¡la que lleva años fuera de la Cosa Nostra! ¿Por qué yo?

—Porque solo tú tienes el poder de poner al hombre que quieras a tus pies y arrastrarlo a la perdición.

Hay un orgullo circunspecto en sus palabras, como si eso fuera un maravilloso don.

—Así que me utilizas. ¿Eso es lo que soy para ti? ¿Una herramienta para conseguir tus objetivos?

—¡Por supuesto que no! Eres mi hija —acuna mi rostro entre sus manos—. Mi preferida y si depende de mí, mi sucesora.

—Pues tienes una forma muy bonita de demostrarlo —bufo con una sarcástica sonrisa, cargada de amargura.

—Tienes un don, Caeli. Naciste con armas que nadie más en el mundo posee, armas con las cuales puedes dominar el mundo. ¡Úsalas!

—¡No quiero! No voy a hacerlo, papá y es mi decisión final.

Soy consciente de que si se lo hubiera ordenado a cualquier otra de mis hermanas, le habría obligado a cumplir sus deseos. Sin embargo, conmigo es diferente. No me impone, no me ordena y respetará mi decisión.

—Entonces me vas a apoyar con el plan Be —me cruzo de brazos sin hablar para que prosiga—. Vamos a robarles el negocio.

Me río de forma muy discreta, pese a que quiero explayarme en carcajadas. El horno no está para galleticas.

—Las drogas son suyas. Ellos las crean, se reinventan cada seis meses y son los mejores en el mercado mundial. No veo cómo podrías superarlos.

—Aliándonos con el máximo competidor.

—No...

Mis ojos se abren como platos y retrocedo pasmada, intuyendo sus próximas palabras.

—Tenemos que echarnos a los rusos al bolsillo. Y después... exterminaremos a la familia Bellini hasta borrar el apellido del mapa.

—¿Quieres matarlos a todos? —aunque me congelo momentáneamente, no puedo decir que me sorprenda. Dadas las circunstancias, lo veía venir.

—Sí. Son una amenaza, hija. Sé que no te gusta, créeme, a mí tampoco, pero es lo que hay. Paulo no nos dejó otra opción. Él decidió por su familia.

Me paso las manos por el pelo en señal de frustración. No puedo hacer lo que me pide, no puedo apoyarlo en su misión genocida. Sin embargo... ¿qué otra opción tengo?

Mi mejor amiga (aunque ahora mismo no me hable) es una Bellini, el hombre que amo es un Bellini. Quiero a esa familia como si compartiéramos la misma sangre... ¿Cómo diablos les voy a poner una pistola en la cabeza?

—Papá yo...

—Sé que en el pasado estuviste enamorada de Drake Bellini y que Eliza era como tu hermana —me interrumpe—, pero la situación ha cambiado, hija. Ahora son tus enemigos y puedo asegurarte que ambos te odian.

<<Yo no estaría tan segura.>>

—No puedes estar en el medio, Caeli y no puedes estar de ambos lados —se acerca a mí para besarme la frente, con una ternura infinita. Algo irónico teniendo en cuenta que está hablando de guerra y asesinato—. Debes elegir un bando y huir no es una opción.

Peligrosa TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora