9. BODA DE SANGRE

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Por un segundo me quedo paralizada contemplando el enorme charco de sangre al pie de los escalones que dan al altar, convirtiendo la feria de circo en la boda más sangrienta que he presenciado jamás. Sin embargo, mi atención se desvía por obligación cuando alguien se me tira encima hasta tumbarme al suelo. No sé por qué, pero ni siquiera necesito mirar para saber que ha sido Christos. El calor de su cuerpo y la electricidad de su tacto me resulta inconfundible.

Vuelvo a ser su prisionera una vez más, solo que esta vez tenemos un ejército de hombres disparándonos.

—¡Reacciona! —exclama justo después de chasquear dos de sus dedos frente a mis ojos.

—¡Me has tirado! —le acuso. Me he golpeado la cabeza al caer y me duele horrible.

—Te he salvado la vida —replica al mismo tiempo que se levanta sin ponerse de pie del todo y tira de mi brazo para ponernos a cubierto detrás de la primera hilera de asientos de la capilla. Los ruidos son ensordecedores, no puedo ver más allá de las balas y los cuerpos ensangrentados. Así que no sé nada de mi familia. Christos me extiende una pistola y se queda con el fusil que le roba a uno de los muertos—. ¡De nada!

—Idiota —murmuro sabiendo que no me escucha—. ¿Quién nos ataca?

—No quién, sino quiénes —gruño entre maldiciones mientras se comunica con alguien por el auricular que hasta ahora le veo en el oído—. Personas que no quieres echarte de enemigos. Dispara a matar —me indica antes de comenzar a dar órdenes por el intercomunicador ¡Traed dos helicópteros…!

Me centro en ubicar mis objetivos y aprieto el gatillo. Da igual cuántos me carge, porque siguen viniendo más de la entrada de la capilla. Al parecer, nos han pillado rodeados y con la guardia baja. Encima, una metralleta escondida en el confesionario no nos da tregua y a puesto a que hay un par de francotiradores desde la distancia. ¿Qué clase de Boss es el tal Kaczynski que lo atacan en su propia ciudad de esta forma?

—Me quedan tres tiros —le hago saber—. Si los helicópteros se acercan, los tumbarán.

—Vendrán preparados —responde—. Te cubriré para que vayas por esa M416, ¿de acuerdo? Uno, dos…

No espero el tres para avanzar agazapada hasta el pie del altar, las balas salpican a mis pies, pero ninguna me toca. Tiro de la correa, puesto que no puedo levantar al muerto y lo hago tan fuerte que termino cayendo de espaldas. Siento el ardor en la pierna derecha cuando una bala apenas me roza, pero eso no me impide comenzar a descargar los cargadores semiautomáticos. Christos me sigue cubriendo, por lo que corro hasta él para comenzar a subir las escaleras. Arriba puedo escuchar el sonido de las hélices. Llegamos a la azotea justo a tiempo para ver a mi familia subiendo al primer helicóptero. Están todos excepto el Boss y…

—Falta Isabella —pienso en voz alta—. ¿Dónde está mi hermana, Christos?

—Con su marido —su respuesta es cortante. Nos escondemos en la caseta, pues acá arriba también nos están disparando—. En cuanto el segundo helicóptero aterrice, corres y te subes sin mirar atrás.

—¿Y tú?

No tengo idea de por qué el pecho se me encoge, o de por qué la garganta se me cierra por completo, volviendo la simple acción de tragar dolorosa.

—Estaré justo detrás. Dame el arma.

—Christos…

—He dicho que me des el arma —forcejea conmigo hasta arrebatarme el rifle con brusquedad. La mirada asesina ahora mismo no me da miedo. Creo que me he quedado paralizada por una sensación desconocida. No puedo describirla, ni siquiera sé su nombre—. Vuelve a discutirme una orden y te dejo tirada. Ahora corre.

Peligrosa TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora