11. VERDADES DOLOROSAS

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No sé qué sentir, son demasiados sentimientos encontrados. Sin embargo, todo se refleja en una rabia que me deja ciega.

Veo al grupo de hombres ponerse en pie para salir y corro con sigilo de vuelta a la habitación

Ahora todo tiene más sentido... Sabía que Christos Parisi era un desnaturalizado ambicioso, pero siempre ha velado por su familia. Ser la mano derecha del asesino del hombre que lo crió no se ajustaba a su perfil. Ni él ni Vincenzo están de nuestro lado. Lo que no sé es si juegan solos o tienen algún plan secreto junto con los Bellini.

¡Maldito sea él y maldito el mundo entero!

Si está aliado con el Prince, significa que está involucrado en la invasión de la boda... ¡con el secuestro de mi hermana!

Y yo aquí, dócil como una blanca paloma, yéndome a la cama con él. ¿Cómo fue que caí con tanta facilidad? Ni siquiera le veo el encanto...

En el armario del cuarto hay un ropa con la etiqueta de las tiendas todavía puestas y agarro lo primero que encuentro para vestirme. Encima de la mesita de noche hay una pistola y no dudo en tomarla entre las manos para apuntar hacia la puerta, esperando a que aparezca.

—No levantes un arma contra mí a menos que vayas a tirar a matar —el jodido bastardo no se sorprende al verme, ni siquiera se inmuta. Vuelve a ser el témpano de hielo que vive aterrorizando al mundo entero.

—Eres un maldito traidor —a duras penas contengo la voz sollozante a causa de la rabia que me recorre las venas—. ¡Una escoria de lo peor!

—Yo no inicié esta guerra, Caeli —rebate con su tono impertérrito de siempre, avanzando con su imponente pose, como si fuera por el prado, hasta pegar el cañón de la Sig Sauer a su pecho. ¡Me cago en la leche! No le arranco ni un solo atisbo de emoción!—. Fue Ugo quien apretó el gatillo y a mí quien me la hace, me la paga. ¿De verdad creíste que le entregaría en bandeja de plata lo que a mí me pertenece? Pensé que me conocías mejor. Baja el arma.

—Por tu culpa casi morimos hace unas horas. ¡Por tu culpa han secuestrado a mi hermana y probablemente la estén torturando ahora mismo!

Mis gritos le dan igual y simplemente reacciona arrebatándome el arma con un diestro movimiento.

—Métete en la cabeza que cuando doy una orden, la cumples de inmediato. Issbella está a salvo y no le tocarán un solo cabello —por alguna razón que desconozco le creo, pero no bajo la guardia..., ni la pistola—. De su marido no puedo decir lo mismo.

Justo entonces recuerdo que Christos Parisi no deja cabos sueltos, nunca. La puñalada llega de manera inesperada, obligándome a contener el aliento.

—Lo tenías todo calculado... —murmuro, clavando la vista en sus ojos ahora negros y fríos como la nieve que cae sobre la ciudad de Moscú —. ¿Acostarte conmigo también formaba parte de tu macabro plan?

—¿Acostarme contigo? —tiene el descaro de burlarse en mi cara—. ¿Cuándo fue eso que no me acuerdo?

—Hijo de puta —le golpeo el pecho con los puños cerrados, descargando mi furia. Solo por unos segundos porque él rápidamente toma el control, aprisionando mis muñecas con sus manos de bestia—. ¡Hijo de la grandísima puta! ¡Suéltame!

No me obedece y termina tirándome hacia la cama para caer encima de mí. Trata de besarme, pero volteo el rostro mientras lucho por sacármelo de encima. No obstante, consigue mantener mis muñecas prisioneras con una sola mano, en tanto la otra aprieta mi barbilla con brusquedad, usando dos de sus dedos, hasta que me duele.

—Tú misma lo dijiste, guapa —sisea pegado a mi boca—. Esto nunca pasó.

—Mi padre va a acabar con tu reino del terror y contigo mismo —suelto, sacudida por una repentina corriente de valentía—. ¡Te va a cortar en pedacitos!

Peligrosa TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora