10. TENTADOS Y PILLADOS

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Camino sin pronunciar una sola palabra siguiendo a Christos como autómata. El ejército del Prince y sus amigos sigue rondando la zona, la ciudad está revuelta y por eso tenemos que ir a pie hasta la vía principal de Moscú.

No me sorprende cuando agarra el primer auto que encuentra, amenaza al conductor para que le entregue las llaves y se sube al asiento del piloto. Yo me subo al del copiloto con rapidez antes de que me deje botada. Esta enfadado y creo que un poco frustrado también, dado que puede que por primera vez en su vida no tenga el control de la situación.
Él arranca el coche y de un momento a otro apunta al conductor que corre como loco pidiendo auxilio y le dispara en la pierna antes de salir derrapando a toda velocidad.

—¿A dónde...?

—Ni una palabra —me corta con brusquedad de sopetón—. Ni una sola palabra, Caeli.

Corrección, más que enfadado, está furioso.

Él trayecto es bastante corto. Christos aparca frente a un edificio y no espera por mí para entrar en el mismo.
Suelto un largo resoplido para infundirme paciencia y me bajo del vehículo tirando la puerta con fuerza para que me escuche. ¿Él está cabreado? Pues yo tengo el alma en vilo porque un hijo de puta de ha llevado a mi hermana mayor y temo que me la va a devolver por partes.

Lo sigo hasta el ascensor y cuando las puertas se cierran, la tensión entre los dos resuena en mis oídos a través del silencio. La cabeza me late de repente y entonces mi cerebro parece recordar el golpe. Incluso me arde la zona del cogote, puede que se me haya abierto la piel.

—Siguiendo el pasillo a la derecha hay una habitación —me indica de mala gana al edtsr por fin en el piso franco—. Date un baño para curarte esa herida.

—¿Dónde está mi familia? —indago al darme cuenta de que estamos solos. Algo que no me agrada para nada.

—Fuera de la ciudad. Lo siento, guapa, pero hasta que dejemos Rusia estás atascada conmigo.

—¿Y mi hermana? —insisto.

—Puedes estar tranquila, que, como siempre, voy a limpiar la mierda que tu familia y tú dejáis detrás. Ahora ve a bañarte.

Le lanzo una mirada asesina a la vez que resoplo antes de marcharme con pasos pesados. ¿No puede ser condescendiente al menos por una vez? ¡Es un imbécil! Lo único que sabe hacer es dar órdenes, amenazar y matar gente.

«Y trastornar tu cabeza», añade una vocecita molesta en mi conciencia, pero me niego a aceptarlo.

«Y dar besos deliciosos...»

—¡Cállate, joder! —ahogo el grito bajo el agua de la ducha.

Casi muero, mi hermana está secuestrada, mi familia de encuentra fuera de mi alcance y yo no puedo hacer otra cosa excepto pensar tonterías. ¿Qué coño tengo en la cabeza? ¿Y desde cuándo me importa cómo es, lo que hace o deja de hacer Christos Parisi? Si lo único que siempre he querido es mantenerlo a distancia y no provocar su ira.

El suelo de la baldosa se torna roja con el agua que cae de mi cuerpo y entonces, la furia desaparece de manera repentina. No quiero admitirlo, pero pese a su actitud de mierda me ha salvado la vida hoy.

Encuentro un albornoz y me envuelvo en él para sacar el maletín de primeros auxilios y comenzar a curar las cortaduras y raspaduras que tengo a lo largo de la piel. La herida de la pierna por la rozadura de la bala está mejor de lo que pensaba. Nada se compara con el dolor de la cabeza, por eso la dejo para último y me tomo dos analgésicos antes de colocar el apósito como puedo, guiada por el tacto porque no veo nada desde el espejo.

—Te la vas a abrir más —la bestia salvaje aparece en mi campo de visión, recién bañado con su acostumbrada pose amenazante y recostado en la pared a mis espaldas—. Dame eso —no ha terminado de dar la orden cuando ya me ha arrebatado el apósito de las manos—. ¿Siempre eres un desastre en todo?

Peligrosa TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora