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Un sonido me despertó a mitad de la noche.

Alguien me llamaba.

Bill seguía en mi pecho, dormido.

Agarré mi móvil y era la madre de Bill, acepté la llamada y comencé a hablar bajito, no quería despertar a Bill.

— ___, necesito hablar contigo, perdón por la hora. — me dijo algo frustrada.

— Claro, no hay problema, dígame. — dije hablando lo más bajito que podía.

— Bill necesita ir a la escuela mañana, deja que vaya solo, a la hora de la salida, no vayas a por él, que venga solo.

— Pero... Tiene nueve años... ¿Cómo lo voy a dejar solo...?

— Solo hazlo, te despediré si no lo haces.

Sin dejarme responder, me colgó la llamada.

No comprendía nada. ¿Por qué lo dejaría solito?

(...)

A la mañana siguiente, sonó la alarma y decidí dejar dormir a Bill un poco más.
Me levanté de la cama y me fuí a cambiar.

Bajé las escaleras y le preparé el desayuno a Bill.

Cuando acabé, subí de nuevo para levantar a Bill para que se fuera preparando.

Entré en el cuarto y me senté al borde de la cama, agarré a Bill del hombro y lo sacudí levemente.

— Bill... — lo comencé a llamar.

Bill se sobresaltó y se tapó de pies a cabeza.

— ¡Porfavor, no me golpees! — empezó a suplicar mientras se encogía, aún tapado de arriba a abajo.

— ¡Bill!, ¡No te voy a hacer daño!, Soy ___.

Luego de decirle eso, se quitó la sábana y se abalanzó a mí, poniéndose de rodillas en la cama para rodearme y esconder su cara en mi cuello.
Le devolví el abrazo, quedando abrazados durante un rato.

— ¡Gracias a Dios! ¡Porfavor no te vayas! — Dijo contra mí apretando su agarre.

— No me iré, de verdad. Ve a vestirte, ¿Si?

Bill se separó de mí y me miró con los ojos cristalizados.

— ¿Podrías cambiarme tú...?— me dijo con pena.

— ¡Sin problema! ¿Que te quieres poner para la escuela?

Bill me abrazó de nuevo.

— Gracias.

— No hace falta que me des las gracias.

Se separó de mí y me dió su ropa.

Bill se quitó la parte de arriba de su pijama y vi claros moratones en su pecho.

Bill se los tapó rápidamente.

— Porfavor, no me digas a mi mamá que me viste eso, porfavor.— me dijo con clara frustración.

— No, no le diré nada...

— Gracias... De verdad...

La niñera | Bill y Tom Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora