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A la mañana siguiente, me levanté muchísimo más temprano, hoy comenzaba a trabajar... Por lo que mis gemelos se quedarían con una niñera. No era la mejor, pero no había otra. Me cambié y les dejé una nota, una a mis gemelos para que no se espantaran y otra a la niñera.

Bill&Tom:
¡Buenos días, chicos! No se asusten, me fuí a trabajar, siento no haber podido avisaros, no quería despertaros, una mujer estará abajo. No es nadie extraño, solo es una niñera, pórtense bien con ella, no dudéis en llamarme si ocurre algo. Os quiero.

Niñera:
Nunca me dijiste tu nombre, por eso puse niñera. Ellos estarán arriba, no los despiertes, déjalos dormir, trátalos bien, porfavor. Si ocurre algo, no dude en llamarme.

Dejé la nota de Bill y Tom en el cuarto y la de la niñera en la mesa del salón. Cogí mis llaves y me fuí, la niñera llegaría en cuestión de segundos.

(Parte narrada por Bill)

Abrí mis ojos y lo primero que vi fue el rostro de Tom a escasos del mío, me asusté y me alejé de él rápidamente. Me incorporé de la cama y vi que mi mamá no estaba allí. Empecé a buscarla hasta que vi una nota en la mesita de noche. Comencé a leerla y me calmé en seguida. Yo también te quiero mucho. Pensé.

Dejé a Tom durmiendo, y bajé las escaleras, tenía hambre. Al bajar las escaleras, un fuerte olor a cigarrillo inundó mi nariz, rápidamente, mentalmente, volví a mi otra casa, ese olor significaba una buena bronca y palazos hasta quedarme inconsciente. Terminé de bajar y abrí las ventanas.

— ¿Qué crees que estás haciendo?— me preguntó una señora de mala gana. Tenía el pelo en un moño mal hecho, un top, unas mayas y el cigarrillo en la mano, al verla supe que no nos íbamos a llevar muy bien.

— Abrir la ventana, el olor a cigarrillo... Me marea un poco.— le respondí.

— ¿Crees que me importa lo que te ocurra? ¡Cierra la ventana ahora mismo!— me gritó. Sin pensármelo dos veces, la cerré, no quería más problemas.

— Tengo hambre...— le dije tímidamente.

— ¿Y...?— me dijo sin mirarme.

— ¿Puedes hacerme algo...? Porfavor...— Se comenzó a reír histéricamente, como si le hubiera contado un chiste o algo parecido.— No veo el chiste.— susurré.

— ¿Piensas que yo te voy a preparar algo?— dijo sin dejar de reírse. No quise seguir allí abajo con todo el humo entrando y saliendo de mi nariz, por lo que volví a subir las escaleras.

Abrí la puerta de la habitación y Tom ya estaba despierto, estaba sentado en la cama frotándose los ojos. Lo vi y comencé a reírme, tenía las rastas demasiado despeinadas.

— ¿De qué te ríes?— me preguntó aún adormilado.

— Mírate al espejo, porfavor.— Dije sin dejar de reírme. Se levantó y fue al baño, segundos después, comenzó a reírse de sí mismo. Los dos nos reíamos.

— ¿¡Os podéis callar!? ¿¡Estáis esquizos o algo!?— habló la niñera desde abajo. A Tom le cambió la expresión y se volvió fría.

— ¿Quién es esa?— habló aún con la expresión fría.

— Una niñera, mamá nos dejó esta nota, léela.— se la di y el comenzó a leerla sin prisa.

La niñera | Bill y Tom Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora