Salto de Tiempo y un Encuentro

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y vamos agarrando camino nwn

Estos últimos años que han pasado han sido maravillosos para su vida.

Por fin se había graduado de la universidad como arquitecto –algo que le había costado lágrimas, sudor, sangre y una dependencia al café casi perpetua – lo que le había servido para conseguir un mejor – y permanente – puesto en las empresas Atem.

Ahora ganaba el triple de lo que ganaba cuando apenas era un estudiante además de tener un empleo seguro, con cobertura médica y vacaciones anuales.

(¿Les tocaban las peores épocas para las mismas? Sí, pero mínimamente tenía el derecho a ellas, no como cuando aún era un pasante que apenas ganaba lo mínimo para vivir y con unos pocos y pobres días de enfermedad.)

El aumento de sueldo ayudó, por supuesto, a que finalmente pudiera rentar por propia cuenta el departamento que compartió por cuatro largos años con Thot. No había sido una sorpresa para el pajarraco, quien una vez vencido su contrato y completamente seguro de que él podría costear el gasto extra, armó sus valijas para mudarse con la alfa de su vida.

(Admite que ese fue un día triste, especialmente para su cachorro que ahora perdía a su tío. Por suerte el teñido tenía la gracia de enviar audios y videos para Anubis, además de llamarlo cada noche y robárselo algunos fin de semanas; su excusa era que no quería que su niño se entristeciera, personalmente, creía que lo usaba de indirecta para decirle a Maat que empezara a trabajar en darle hijos propios.)

También había logrado desprenderse de sus padres o, al menos, de la posibilidad de que pudieran reclamar su vida; les devolvió todo el dinero prestado para el pequeño corralito y se aseguró de que cualquier visita que implicara a su hijo fuera supervisada, más allá de eso, estableció serios límites.

No quería que Anubis creciera creyendo que debía ser un pequeño perfecto omega para que sus abuelos lo quisieran o, peor, un alfa clasista que no entendía de emociones o las ignoraba por completo.

Y hablando del pequeño diablo...

—Anubis, quédate quieto. —Pidió mientras acomodaba la pequeña corbata del nuevo uniforme escolar. Sí, escolar, porque su amado cachorrito ese día empezaría primaria.

No podía creer lo grande que ya estaba.

—Es que quiero moverme...—El niño gimió molesto pero él solo le tiró de la oreja. Si no se veía presentable, las maestras los iba a regañar a los dos y él hace tiempo pasó la etapa de ser regañado por adultos de cuerpos docentes, gracias. —Papá, papá, ¿hiciste mi almuerzo? ¿Me pusiste queso en mi brócoli? ¿Crees qué me encontraré con Upuaut? Tío Sobek...— ¿Por qué su hijo volvía "tíos" honorarios a todos los adultos con los que él se relacionaba? ¿Eso era normal? —dijo que estaba un año superior pero que igualmente iba a jugar conmigo y, papá, papá, ¿crees qué...?

—Anubis...—Llamó con voz clara, colocando su mano sobre la cabeza ajena. El cabello negro oscuro se sintió suave al tacto, una maravilla descubierta cuando su hijo finalmente se dejó peinar sin dar una mini guerra. —Una pregunta a la vez. Sí, hice tu almuerzo y coloqué queso en tus verduras. Si, el enano va a la misma escuela que tú, así que te encontrarás con él, mas no lo abrumes sino quiere jugar. Recuerda que él es un poco mayor, así que quizás quiera hacer otro tipo de juegos para los cuales estas chiquito. —Le recordó.

Si bien el niño de su compañero de departamento era solo un año mayor, ya era mucho más alto y fuerte que su hijo. Juntos jugaban tranquilos, pero si se añadían otros cinco o seis niños, era seguro que habría caos.

Anubis bajó la cabeza, jugando con sus deditos. Su aroma lechoso –apenas teniendo un toque dulce que ya le decía que beta no sería – se amargó; soltó un suspiro, colocando sus manos en los pequeños hombros.

❤️ ¡Papá Seth!❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora