XIV. Opiniones dispares

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-Eres impresionante... -comentó, retirando los auriculares de sus oídos y devolviéndoselos a su dueño. -Toda la música que creas hace que mi corazón se estremezca. -decían que cuando la música provocaba reacciones emocionales significaba que fue creada desde el alma del compositor, repleta de pasión y magnificencia en cada una de sus notas y silencios.

-Gracias... Me alegro mucho de que te guste. -Eiji fue incapaz de esconder aquel suave sonrojo que salpicó sus pómulos, y mucho menos de ocultar la hibridación de la vergüenza y la felicidad. -Las canciones que tenemos suelen tratar temas de recuerdos pasados, luchas y desamores, pero... Quiero algo nuevo. -comentó, evitando aquellas esmeraldas por pura timidez. -Estoy pensando... en que la letra de esta canción trate sobre... amor. ¿Qué te parece? -volvió a mirarle. No entendía muy bien el motivo, y consideraba que tampoco era necesario saberlo, pero desde que Daiki regresó a su vida su inspiración se disparó. No había momento en el que por su cabeza no cruzarán tantas frases, tantas melodías, tantas letras... Y todas ellas coincidían en algo: eran intensas y poseían una estrecha relación con la sensación de victoria emocional, de ser querido o querer a alguien más. Temas que tenían por núcleo el amor, el cariño, la alegría de poseer algo necesario para vivir al completo.

-A mí me gusta la idea. -animó a que probara a escribir cosas nuevas. Siempre venía bien intentarlo, tal vez tendría incluso más éxito. -Y si te faltan ideas, siempre puedes venir y pedirle a Yoko consejo. -comenzó a reírse. No mentía, su hermana tenía una imaginación que desbordaba y le era muy sencillo improvisar todo tipo de juegos y situaciones.

-¿Me lo dices de verdad o solo quieres reírte de mí? -su voz temblaba por la risa floja que deseaba escapar de su garganta. Sus ojos regresaron a conectarse con los ajenos.

-Ambas cosas.

Eiji dejó de retenerse y se carcajeó con suavidad. Confiaba en Daiki, y por suerte, supo lo que quiso decir. Tenía la certeza de que su consejo de acudir a Yoko en caso de bloqueo artístico era real y desinteresado, mientras que la parte de querer burlarse un poco a su costa no era única de dicha situación, percibía que ese deseo era algo que siempre estaría presente. A fin de cuentas, su amigo adquirió un comportamiento bastante travieso con el paso de los años.

-Te haré caso, si me atasco, acudiré a Yoko. Solo espero que mi cerebro no estalle. -ocasionó una risotada en el otro. -Oye... Hay algo que... quiero que sepas... -le tomó dos segundos para borrar su sonrisa y adquirir una expresión temerosa, tal vez inquieta. De nuevo, tomo una de las manos del chico y la apretó entre las suyas. Necesitó tiempo para tragar el nudo de nervios que se le formó en la tráquea. -Daiki, yo...

Tres golpes se escucharon en la puerta cerrada. Alguien estaba tocando en ella, interrumpiendo sin saberlo al más mayor al captar la atención de los dos y forzándolo de manera inconsciente a soltar la mano del chico. Este dedujo que podía ser su padre, era el único en aquella casa que respetaba un poco la intimidad y tenía la decencia de llamar primero.

-Pasa. -le dio permiso de entrar. Tal vez traía algún aperitivo, imaginaba que querría mejorar más la estancia de Eiji. Llevaban muchos años sin verse y Tanjiro se preocupaba mucho por que su niño y su amigo estuvieran contentos juntos.

No fue lo que esperaban. No era su padre. Sus ojos esmeralda se abrieron de par en par, como las puertas de una ventana siendo azotadas por una ventisca. Notó cómo su pulso se detuvo por un segundo, cómo se hizo lento. ¿Cómo consiguió encontrarle? Ah, sí, él mismo le dio la dirección de su casa. Pero, ¿por qué? ¿Qué hacía allí? No creía poder ir a ninguna parte. Oh... Cierto... No le avisó de su pequeño contratiempo, aunque ahora que se fijaba en la hora... Tampoco era la acordada ni de lejos. Solo podían haber transcurrido entre treinta y cuarenta minutos desde el fin de las clases. Todavía era muy pronto.

Kimetsu no Yaiba: Next GenerationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora