XIX. Pubertad retorcida

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La presión de la incertidumbre los estaba matando. Estaban asustados, podían sentir las bilis jugar con crueldad dentro de su estómagos, subiendo y bajando sin control y generando unas náuseas intensas que llevaron a Tanjiro a meterse tres veces al baño de la sala de espera por temor a vomitar en público. Jamás había experimentado tanto terror, tanta angustia desde el día en el que el lupus apareció en su pequeño. E Inosuke tampoco, pero parecía que él tenía más resistencia a aquellas sensaciones desagradables. Aun así, era el que más se movía. Daba vueltas por todo el espacio disponible, se sentaba y agitaba las piernas, y volvía a levantarse para repetir el proceso. No tenían ni idea de qué estaban haciéndole a su hijo, solo que se lo llevaron de urgencia, corriendo a atenderle de forma inmediata. No entendían cómo, ni por qué, pero aquella mañana al despertar escucharon a Daiki llamarles, alterado, asustado. Todo lo que vieron al acudir fue sangre en su cama y pijama. No quisieron investigar nada más y tampoco dejar que su hijo se cambiara, directamente lo llevaron al hospital tal cual estaba y sin perder el tiempo nada más descubrirlo. Una hora era lo que llevaban allí esperando, sin noticias. Nezuko se vio forzada a acudir a su hogar para quedarse con Yoko, acompañada de Fujiko. Para ella no era una molestia cuidar a su sobrina, le encantaba hacerlo, aunque hubiera preferido unas circunstancias positivas. Se negó a la petición de su rubio marido para faltar al trabajo para acompañarla, insistiendo en que podía cuidar a dos niñas.

-¿Los padres de Daiki Kamado? -de las puertas que separaban la sala con las instalaciones de trabajo médico se asomaba una enfermera, de unos cuarenta años aproximadamente.

-¡Sí! -Tanjiro reaccionó de inmediato junto con su esposo y acudió al llamado.

-Acompáñenme. -dio instrucciones, permitiendo que le siguieran adentro. -Estamos esperando los resultados completos de todas las pruebas. Está estable, no parece existir ninguna lesión interna o hemorragia digestiva, pero lo mantendremos vigilado hasta que el laboratorio termine sus análisis. -llegaron a una gran sala con varios pacientes en diferentes camillas, separadas en su intimidad por cortinas gruesas de color blanco que pretendían imitar cuatro paredes. -El endocrino hablará con ustedes más tarde.

-¿El endocrino?... -preguntó el pelirrojo, algo confuso de por qué el médico del desarrollo y crecimiento querría decirles algo.

-Sí, así que si quieren salir a desayunar o tomar el aire, debe quedarse uno aquí. No le den comida o agua al chico hasta que les den el aviso.

Cierto, no habían desayunado. Daiki ni siquiera se había tomado sus medicinas matutinas. O eso pensaban. Cuando entraron a través de la cortinas, el muchacho estaba conectado a una bolsa de suero para mantenerlo hidratado mientras no se le permitía beber y a otra en la que reconocían el nombre de la etiqueta. Parecía que habían decidido suministrarle sus dosis diarias directamente en vena debido a las prisas y a que no podía saltarse las tomas. No había nada más, ninguna bolsa extraña o algún aparato. Su hijo estaba limpio de cualquier cable molesto a excepción de aquel. El joven miró a sus padres, aliviado por su presencia y asustado al mismo tiempo por desconocer lo que sucedía. Inosuke se adelantó para sentarse en la única silla presente e inspeccionar a su cachorro por todos los rincones.

-¿Te duele algo? ¿Estás incómodo? -Inosuke acribilló ambas preguntas, sin dejar de toquetear el rostro del joven.

-No...

-¿Puede levantarse? -el pelirrojo necesitaba saberlo, no quería arriesgarse.

-Por el momento, no. Aunque no haya lesiones, es mejor esperar a los resultados. No se ve esto todos los días.

-Está bien... Gracias. - la enfermera inclinó la cabeza y salió de aquel espacio oculto, dejándolos solos. El adulto se acercó al lado contrario a donde se encontraba su esposo y tomó la mano del chico. -¿Cómo te encuentras?

Kimetsu no Yaiba: Next GenerationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora