II. Reseteo

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Cajas, cajas y más cajas. Recogemos cajas, dejamos cajas, cerramos cajas, abrimos cajas, nos sentamos sobre cajas, dormimos sobre cajas... Pronto comeremos cajas.

-Daiki, ¿puedes traer la última caja a la entrada?

Caja, cómo no...

-Sí. -era un horror. Dos o tres horas de viaje en auto en las que no hubo manera posible de descansar. El madrugón se les fue de las manos. Pudo haber dormido, los asientos eran cómodos, pero las náuseas fueron más fuertes. No había vomitado porque su estómago aún se encontraba vacío. Tan vacío como su interés por su nuevo hogar. Eran las 9:00 de la mañana y desempacar era como adorar al diablo en aquel momento. Daiki intentó rodear con sus brazos la última y maldita caja que quedaba en el maletero trasero del auto. La levantó unos pocos centímetros. Pesaba demasiado para él. Hacía presión con los brazos y las manos, apretándola más, pero fue inútil. Retenía la respiración, comenzaba a adquirir un tono rojo en su rostro arrugado y tenso. Y desistió tan rápido como la soltó. Tomó aire, desesperado, y lo expulsó con un largo y sonoro suspiro. En ocasiones, se sentía como un estorbo, se le creaba una desagradable sensación en la garganta que solía liberar algunos pensamientos negativos y poco sanos.

-No te fuerces si no puedes, ya la traigo yo. -una vez más, la voz suave y dulce de su padre se coló en sus oídos. El ligero traqueteo de sus zapatos sobre el camino de piedra entre la casa y la entrada le facilitaban saber que estaba detrás suya.

No iba a negarlo, no era bonito ser tan débil. No obstante... Había ciertas situaciones en las que disfrutaba de buena gana cuando alguien más se ofrecía a hacer algo que debía realizar él. En casos como este, simplemente decía no poder con ello, sin haberlo intentado para después llamar a otra persona que ocupara su lugar. Era la ley del mínimo esfuerzo, una de sus favoritas. Cierto era que acababa de intentarlo, pero no lo hizo una segunda vez.

-¿Qué hay ahí dentro? -preguntó al momento de apartarse y observar cómo su padre, de larga melena rojiza y piel más oscura que la propia, levantaba sin esfuerzo aquella condenada caja.

-Sábanas.

Sábanas... ¿Cómo no podía con algo así? Debían de ser varias de ellas, y de las gruesas.

-¿Y ahora qué?

-Ya me ocupo yo de descargar lo que queda. Ve adentro, desayuna y toma tu medicina.

-¿Y Yoko?

-Yoko está mirando dónde debemos desempacar cada caja.

-Eso significa que solo está paseando por las habitaciones... ¿Verdad?

-Hay qué saber cómo es la casa, ella dirá a dónde debéis llevar las cajas.

Daiki puso los ojos en blanco, rodándolos bajo sus párpados medio cerrados. Vale, entendía que su hermana solo tenía 9 años recién cumplidos hacia unos días, pero no era tan pequeña como para... Bueno... Si él no podía levantar cajas, ella tampoco. Entró por la puerta exterior y se detuvo frente a la puerta de la casa. Observó a su izquierda, donde se extendía un pequeño patio delantero tradicional que, gracias a unas pequeñas escaleras en el engawa, conectaba con las puertas corredizas de alguna habitación que no había descubierto aún. A su derecha solo había pared. Parecía que el patio continuaba al girar la esquina, pero iría a verlo más tarde. Entró entonces, ingresando a un recibidor no muy diferente a los que casi todas las casas de Japón tenían, con su útil zapatero bajo un mueble de madera clara. Ahí estaba el calzado rosa y blanco de Yoko, y las zapatillas de imitación Converse azules de su madre. Se quitó las suyas, iguales que las del adulto. Subió el pequeño escalón. Imaginaba que la escalera pegada a la pared, a su derecha, no llevaba a la cocina. De todas formas, escuchaba los ruidos a su izquierda, donde una puerta corrediza estaba abierta. Se asomó, visualizando a su madre sentado en el suelo, sacando cosas y tratando de separarlas según el cuarto al que irían. Todavía no había muebles, pero deducía que aquello sería la sala de estar. Al fondo veía otra sala igual. Parecía que ambas llevaban al patio delantero, reconocía las puertas corredizas exteriores de antes que actuaban como pared.

Kimetsu no Yaiba: Next GenerationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora