Capítulo 9

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Como todos los lunes por las tardes, Lexa se dirigió a la academia de sus amigas, para dar su clase de baile. Era el veinte de diciembre, una de sus últimas clases antes de que terminara el año. Estaba entusiasmada, siempre la ponía de buen humor ir y dar esas clases, cargadas de mucha energía y buena vibra. Era esencial para contrarrestar el mundo oscuro y no tan placentero de su trabajo nocturno. Sus alumnos eran de diferentes edades y la adoraban, porque ella no solo era magnífica bailando, sino que también muy paciente enseñando los pasos, con una simpatía y dulzura de la que todos se enamoraban de inmediato. Lexa jamás se molestaba o irritaba con aquellos alumnos que eran no tan agraciados para moverse al ritmo de la música. Ella nunca dudaba de que era tan solo una cuestión de dedicación y tiempo para que todos lo lograran en sus clases.

En sus años de enseñanza también había tenido algunos alumnos que se habían animado a tratar de invitarla a salir, buscando algún tipo de relación con ella. Pero Lexa, muy agradecida, siempre rehusaba las ofertas. A algunos les decía que tenía pareja, y a otros, solo que no estaba interesada. Así como con los clientes en su trabajo nocturno en el Arcadia, en la academia se manejaba con las mismas reglas, de no querer relacionarse con sus alumnos, porque sabía que a la larga le traería problemas. Además, ella se sentía muy bien con su soltería. Para Lexa era primordial contar con la libertad de acomodar los tiempos a su entero gusto, y hacer lo que quisiese, sin tener que dar explicaciones, o depender de otra persona a su lado.

Pero más allá de sus reglas, la verdad era que Lexa tenía cierto temor de volver a relacionarse con alguien. Sus experiencias no habían sido las mejores, y, como consecuencia de ello, la habían llevado a sentir una gran desconfianza con todos. Fuera de sus amigas cercanas, Luna, Anya y Gaia, a las que consideraba como su familia, los demás eran sujetos a una profunda evaluación, sin involucrarse demasiado, hasta que se sintiese segura de la persona en cuestión.

De camino hacia la academia, su mente comenzó a meditar acerca de la atractiva mujer policía que había sacudido su existencia. Hacía mucho tiempo que no se planteaba la cuestión de volver a relacionarse sentimentalmente. Pero la aparición, o más bien, el inesperado reencuentro con la detective Clarke Griffin, la había hecho volver a replantearse la cuestión sentimental. En especial, luego de lo que había ocurrido la noche del sábado, cuando se había tenido que sacar la calentura en la tina de baño, de una manera que jamás había experimentado en su vida. Eso encendió todas las alarmas en su cabeza y estaba decidida a mantenerse alejada de esa mujer a como diese lugar. No deseaba una relación de ningún tipo con Clarke, aunque una parte muy particular de su cuerpo siguiera sintiendo esa agradable calidez, al pensar en esa atractiva detective.

No podía recordar la última persona que hubiese despertado su interés de esa manera. La verdad es que no estaba segura de que alguna vez ocurriera. Quizás, cuando tontamente se enamoró del maldito desgraciado de Jason, pero el recordarlo por unos segundos le hizo fruncir el ceño. Ese bastardo fue el encargado de enseñarle una gran lección, la de estar muy atenta a los detalles, y no ser tan ciega y estúpida, dejándose llevar por los sentimientos. Después, Costia apareció en su vida, y volvió a enamorarse y a confiar. Y, aunque había sido la única que no la traicionó, o rompió su corazón intencionalmente, le hizo sufrir las consecuencias de amar a una adicta. Además, sin dejar de lado que su muerte la llevó a su otro infierno, al caer en las garras de otro malnacido, como lo fue Finn Collins, por el que terminó prostituyéndose, convirtiéndose una adicta a las drogas, y casi termina su existencia en un callejón de mala muerte, por una sobredosis.

Lo que la llevó a pensar que, fuera de sus amigas, Frank fue otra persona que nunca la traicionó, y que, cuando más lo necesitó, allí estuvo, salvando su vida y jamás pidiéndole nada a cambio. Uno de los mayores criminales de la ciudad de Boston, el mismísimo padrino de la mafia irlandesa, y aún así, se interesó por su bienestar desde que sus caminos se cruzaron aquella noche, de una extraña y desinteresada manera. Un hombre con el que estaba muy agradecida, no solo por salvarla de esa muerte segura, sino también, por haberla protegido, y enseñado tanto de la vida. Un ser que, incluso, se dignó a alejarla de su vida criminal, para que tuviese un mejor futuro, y no se convirtiese en un objetivo de interés, por parte de sus enemigos, o por la misma policía y el FBI. Sin dudarlo, Frank es alguien a quien ella considera como el padre que jamás tuvo, y a quien desearía volver a ver algún día, aunque él le haya hecho jurar que nunca lo contactaría de nuevo.

Más que una Mujer (Versión nueva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora