Capítulo 11

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A miles de kilómetros de Boston, en la ciudad de Vancouver, British Columbia, en el país vecino de Canadá...

"Llega tarde, señorita Azgueda" Remarcó la mujer algo irritada, cuando Echo entró en el gran salón.

"Le doy mis disculpas, Señora Luthor, el tráfico no ha estado a mi favor" Se disculpó, Echo, aunque en realidad le hubiese gustado darle otra clase de respuesta a la remilgada. Asimismo, se dijo que le convenía mantener una actitud sumisa, ya que podía ser una potencial clienta que acrecentara su cuenta bancaria.

"Es, doctora Pramheda. Ese apellido ya no me compete." Aclaró la mujer algo irritada al escuchar el maldito apellido, sentaba en el sofá individual, frente a una mesa baja, y un grupo de sillones.

Echo se maldijo por el pequeño error, recordando que hacía mucho tiempo la excéntrica clienta se había divorciado del poderoso arquitecto, Gregory Luthor.

"Lo siento, doctora Pramheda. ¿Qué puedo hacer por usted?"

"Tome asiento, señorita Azgueda."

"Gracias, doctora. La escucho."

"Necesito que encuentre a mi hija." Soltó la profesional, mientras tomaba la taza de té frente a ella.

Echo carraspeó y se acomodó en el sofá, mientras intentaba analizar la sorpresiva respuesta que acababa de escuchar.

Antes de presentarse ante su nueva multimillonaria clienta, la detective privada se había informado de todo lo referente a su brillante carrera en el mundo de la ciencia, sobre todo, en sus revolucionarios descubrimientos en la lucha contra la enfermedad del Cáncer. Y en cuanto a su vida personal, se destacaban dos hechos importantes, uno; era el divorcio del poderoso arquitecto, Gregory Luthor, y la otra, la dolorosa pérdida de una de sus hijas.

Doce años atrás, la joven, Alexandra Luthor, había sido víctima de un fallido intento de rapto, que terminó en tragedia. Durante la huida de los raptores, la camioneta donde se trasladaban con la adolescente cayó por un acantilado que daba al océano Pacífico. No hubo sobrevivientes, y dos cuerpos nunca fueron recuperados, los que fueron dados por muertos, por la policía local, tras estar desaparecidos por dos años, cerrando el renombrado caso. Uno de esos cuerpos, era el de la mundialmente reconocida bailarina clásica, de tan solo catorce años.

Debido al conocimiento de dicho hecho, Echo no entendía muy bien a qué se refería la profesional con que debía encontrar a su hija. Sonaba muy descabellado, pero, al mismo tiempo, se dijo que, si la mujer la había llamado solicitando sus servicios, era porque, quizás, poseía una información nueva, o desconocida para la prensa y la opinión pública. Aún así, el inesperado pedido la dejo casi sin habla.

"¿Disculpe?"

"Imagino que se debe haber informado muy bien acerca de mi persona, y de vida no solo profesional, sino también en lo personal, después que mi secretaria la haya contactado días atrás. Y, por ende, sabe que una de mis hijas fue raptada hace más de una década, a unos días de haber cumplido sus catorce años."

"Sí, conozco la historia, doctora, y siento su pérdida... Pero, no entiendo, ¿qué le hace pensar que yo pueda encontrar a su hija? O, mejor dicho, ¿por qué piensa que eso es posible, que su hija esté viva?"

Echo se lanzó con un cuestionario de preguntas que, en parte, irritaron a la mujer. La reconocida científica, luego de darle un sorbo a su té, dejó la taza sobre el pequeño plato de fina porcelana sobre la mesa de mármol, cerrando sus ojos por un instante. No quería perder la calma, pero en verdad que la detective parecía más bien una de esas periodistas de la prensa amarillista, que tanto detestaba. Siempre había tratado de mantener su vida personal y familiar lo más privada posible, pero no le había resultado tarea fácil luego de perder a su hija Alexandra, y tras lo cual, se divorció de su marido.

Más que una Mujer (Versión nueva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora