Capítulo 15

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El beso era cada vez más necesitado, hambriento, apasionado, devorándose mutuamente con una deliciosa lentitud. Clarke estaba prácticamente sobre Lexa, en el sofá de su casa, y, por primera vez en mucho tiempo, se sentía fuera de control y era maravilloso. La detective no podía dejar de saborear esos suaves y pomposos labios, succionar esa larga lengua, y estremecerse, al escuchar los gemidos ahogados de Lexa en su boca...

Una hora antes... o algo así...

Lexa aguardaba a Clarke, algo impaciente, sentada en su Harley, en al callejón junto al club Arcadia. Tenía una tonta sonrisa en el rostro, de la que no había podido deshacerse desde que le robara ese apasionado beso a la detective, antes de ingresar al club. Su mente repetía el momento tan especial, mientras la nieve caía mágica y lentamente sobre ella, sin que siquiera lo notara, ya que estaba en un cálido mundo en el que se sentía demasiado bien.

Aún no podía creer que hubiese cruzado esa línea que se había propuesto respetar en un principio. Y, aunque en parte se maldijo, por ser tan débil y solo seguir sus instintos más profundos, por otro lado no podía dejar de sentir todas esas locas mariposas revoloteando en sus tripas, tal y como fuese una adolescente enamorada. Algo que se negó a aceptar por completo, esa posibilidad era demasiado ridícula, se dijo, ella no estaba enamorada de esa mujer, muy a pesar de que, en cuestión de días, le había movilizado el mundo entero, y la tenía al borde del abismo. No, de ninguna manera, se repitió con el corazón agitado, tratando de convencerse. Elevó una ceja, poniéndose seria, o, al menos, eso intentaba, porque de inmediato los labios volvían a curvarse, sintiendo el calor hacerse de sus mejillas y alguna otra sensible parte de su cuerpo más al sur, mientras regresaba a todo lo que había experimentado en ese maravilloso beso.

Se mordió el labio inferior, cerró sus ojos con fuerza y agitó su cabeza, para sacudir la ardiente memoria. Necesitaba componerse de una maldita vez, y pensar en frío, con la cabeza, y no con las mariposas allá abajo. Miró hacia la entrada del callejón, no entendiendo qué cuernos ocurría con la detective, que debía haber llegado minutos antes. Por cierto, odiaba la impuntualidad, y le extrañaba que la oficial lo fuera. Se cruzó de brazos sintiendo un poco más la fría ventisca que se había levantado, habiendo logrado salir de la caliente imagen. Miró su reloj, y estaba a punto de desistir de seguir esperándola, pero algo le dijo que tuviera un poco de paciencia, ya que la rubia no se había negado al ofrecimiento de llevarla a su casa. Y cuando ya comenzaba, más bien, a preocuparse, finalmente vio que se acercaba Clarke a paso ligero, y sus malditos labios volvieron a curvarse. Sopló molesta consigo misma, y sin perder más tiempo encendió su poderosa máquina, mientras se repetía que debía ser menos obvia con lo que esa rubia le producía, o estaría en problemas.

"Pensé que ya no vendrías, detective..." Le reclamó Lexa queriendo ser más seria de lo que demostraba.

"Lo siento, me detuvo tu jefe, Roan, para hablarme." Se justificó Clarke, deteniendo sus pasos, y dándole una buena mirada a ese look tan sexy de Lexa, sentada en su motocicleta, esperándola. Llevaba puesto esos ajustadísimos pantalones de cuero, un par de botas y la chaqueta también de cuero negro, completando el atuendo. Y cuando sus ojos se posaron en el bello rostro, la castaña tenía esa sonrisa matadora de lado, que la hizo apretar sus labios, conteniendo el calor que le producía toda la espectacular y sensual imagen frente a ella. Por cierto, le dijo el pequeño enano en su cabeza, es la misma mujer que te robó tremendo beso, un rato antes, en ese mismo callejón.

Por su parte, Lexa se sintió observada por Clarke de una manera muy directa, recorriendo toda su anatomía, como si estuviese mirando algo increíblemente precioso, que le quitaba el aliento, y, también, al parecer, el habla. La evidente fascinación de la detective por ella la hizo sentirse algo expuesta, y, al mismo tiempo, especial y deseada, haciéndola sonreír de lado. Pero era algo muy diferente a cuando estaba sobre ese escenario siendo, la Comandante, deseada por una manada de lobos hambrientos, que solo la querían para un solo propósito, follarla con ganas. En cambio, el sentirse tan deseada por esa rubia oficial, era algo muy distinto, y no solo la encendía de inmediato, sino que sabía, era algo más, a lo que no quería denominar de ningún modo, no.

Más que una Mujer (Versión nueva)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora