Capítulo 17.

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Lucía.

Dos semanas después.

Cada vez que mi cuerpo atraviesa esa puerta de esa habitación, el ambiente se siente pesado, sola siento tan ausente, tan....  Mi corazón duele cada vez que vuelvo a entrar, verla tan delgada, ver que ya no es ella y saber que necesita que este sufrimiento se detenga, ¿pero como puedo ser tan egoísta? Yo la quiero conmigo toda la vida, quiero poder estar junto a ella, me ha mostrado todo lo que se, y entre todo eso, jamás me ha mostrado como será la vida sin ella. Es difícil saberlo que estaré sola, que ya no seremos ella y yo contra todo, pero me reconforta saber que se han de terminar las largas sesiones de quimioterapia, las largas esperas en la sala de oncología, las largas noches en las que ella lloraba en silencio porque su dolor nada aliviaba.
El olor a quemado llega a mi nariz haciéndome salir de aquel trance- mierda - apagó el fuego y apartó todo. No puede comer nada, se alimenta a través de sondas, y es triste. Me recuesto junto a ella, ya no tiene la suficiente fuerza para sostener mi mano, pero como puede, logra acercarse a mi y suspira ruidosamente. Mis ojos se llenan de lagrimas, porque no quiero ir a dormir, no quiero que ella cierre los ojos, no quiero pensar en ninguna posibilidad. Hace unos días dejó de respirar con normalidad, su pecho ronca, lo cual solo significa una cosa. Coloqué mi mano sobre la suya y ella trataba de sostenerla, hasta sentir eso... sentir ese aliento, sentir su último aliento... su mano dejó de sostenerme, y mi vida se vino abajo porque sabía que significaba, sabía que era el último aliento que tuvo, que lo dio por mi, pero sostuvo mi mano hasta su último segundo... mi corazón se siente raro, mi pecho se siente apretado, y el aire me hace falta, siento mi cuerpo desfallecer, comienzo a recostarme junto a ella y cierro sus ojos, doy un beso en su mejilla y acomoda su cabello.

Al día siguiente.

Mirs fuerzas no están, mi cuerpo está frente al ataúd de ella, pero mi corazón ya no se donde se encuentra, las personas pasan junto a mi, tocando mi hombro, abrazándome y diciendo cuanto lo sientes, que mi madre er parecida por ellos, pero son palabras vacías, porque alguna vez, cada una de esas personas nos dió la espalda, no aparto mi vista del ataúd, veo como personas pasan una tras otra llorando, cuando probablemente no conocían ni su segundo nombre... la vida de mi madre se resume a esto, al parecer, decido levantarme solo para hablr con ella una vez más, y por primera vez en muchos años, veo su rostro.... El rostro desconcertado, y afligido de mi padre, no dudo en salir corriendo hacia él y abrazarlo, y es cuando mi corazón se quebranta una vez más.
-No hay nada de que preocuparte, aquí sigo, mi amor...- el nudo en mi garganta es tan grande que no puedo ni hablar, siento que necesito hablr, pero no se como, no puedo hacerlo....

Camino sosteniendo el brazo de papá, él desea que coma algo pero mi apetito se esfumó, cuando estamos por salir de casa, la puerta se abre y lo veo entrar, quitando sus lentes como alguna señal de respeto. Camina hacia mí rápidamente al verme y me trae contra su pecho, ¿cuantas veces más se puede romper mi corazón?
Solo recibo su abrazo, el toma mi rostro entre sus manos y besa mi frente. No logro entender lo que dice, los gemidos y lamento han capturado toda mi atención evitando que logre escuchar una sola palabra de alguien, giro hacia mi padre quienes ahora conversan, El le da la mano, así que papá empuja un poco mi cuerpo y me hace caminar junto a Niall...
Abrazo mi cuerpo mientras soy arrastrada por el, su rostro está... distinto, algo me pregunta pero sigo sin entender, trata de subirme a su auto y yo intento pelear con el, el abraza mi cuerpo forzándome a entrar pero no quiero hacerlo, es la última persona de la que necesito algo, siento una mano tocar mi espalda y giro asustada hasta que veo a papá, el me abraza tranquilizándome, pero mis oídos no quieren hacer su función aún, me ayuda a subir al asiento copiloto, pero no deseo hacerlo.

Neigbors- N. H. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora