🪓2: Secretos desconocidos

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La fría nieve caía sobre mi cabeza cubriéndola de un fino manto blanco hielo, copos posaban sobre los tejados y árboles unificando el paisaje con un color puro

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La fría nieve caía sobre mi cabeza cubriéndola de un fino manto blanco hielo, copos posaban sobre los tejados y árboles unificando el paisaje con un color puro. Una gran puerta de roble oscuro se alzaba ante mí, sus cuidadosos detalles la hacían ser algo único. Matteo a mi lado estaba impresionado al igual que yo; sin duda a los Vitello les encantaba demostrar su influencia y dinero, como cualquier rico.
Aún no me podía hacer la idea de que viviría aquí dentro durante un año completo, mi madre tampoco lo hizo. Pero lo aceptó.

La puerta se abrió lentamente dejando ver a Zoe parada detrás del umbral con un porte recto y serio, traía un traje impoluto y una tablet en la mano.

—Caballeros, bienvenidos a la mansión Vitello— saludó cordialmente —Pasen por favor, no sean tímidos.

Los ojos de Matteo y míos se encontraron antes de poner un pie en el interior de la mansión, estábamos intrigados por lo que nos depararía el futuro, y claro por el dinero. Una larga alfombra azul rey nos daba la bienvenida, el suelo de madera pulida brillaba como un diamante, reluciente e impoluto. Las paredes que nos atrapaban estallan llenas de retratos y decoraciones, era como retroceder unos años en el tiempo.

La puerta se cerró a nuestras espaldas con un gran chasquido, iniciando al fin nuestro contrato. Algo recorrió mi cuerpo, pero no pude identificar de qué se trataba.

—Este lugar tiene varias décadas desde su construcción, tenéis que tener cuidado de vuestros pasos— nos advirtió mientras avanzaba al interior.

—¿Quiere decir que hay partes que se pueden destruir?— pregunté con algo de preocupación.

—No se os caerá el techo a la cabeza ni tampoco se deshacerá el parquet— aclaró la mujer.

—¿Entonces a qué se refería?— quise saber intrigado.

—Os enseñaré varias habitaciones y zonas prohibidas— informó cambiando de tema —Dejen las maletas aquí, un mayordomo las llevará a vuestros aposentos.

Fruncí el ceño con confusión, no estaba entendiendo nada y eso me preocupaba, quería dar la talla para este trabajo.

—Esa mujer es muy extraña...— me susurró Matteo al oído.

—Solo dediquémonos a seguirla, no quiero perderme— recapacité acelerando el paso.

Cuando dejamos atrás el recibidor, unas enormes escaleras imperiales nos pilló de sorpresa, su forma de "u" invertida le daba un aire elegante digno de cualquier palacio real, la fina alfombra azul las decoraba con delicadeza posándose sobre cada escalón, todo el conjunto creaba un recorrido de ensueño.

Sobre nuestras cabezas reposaba un techo tan alto como una torre, pero lo que destacaba de ella era la gran vidriera redonda que dejaba entrar rayos de luz natural, algunas partes del cristal estaban teñidas por diferentes colores, esto lograba crear un hipnótico juego de luces y destellos que impactaban en el suelo.

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