Esa mansión no era lo que aparentaba, la familia que vivía en su interior tampoco ¿Qué podría pasar entre cuatro paredes antiguas?
Él temía de su pasado el cual le dejó cicatrices tatuadas en su alma, sentía desconfianza de cualquier persona que lo...
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Contemplaba el reflejo ilustrado en el gran espejo, pero mis ojos estaban fijos en Daeghel. Apartaba cuidadosamente mi cabello hacia un lado mientras colocaba la fría joya sobre mi piel la cual se estremeció por el contacto; abrochó la cadena logrando que aquella hermosa joya azulada quedara colgada en mí, era como llevar un amuleto de sus hermosos ojos. Mis párpados se cerraron disfrutando del contacto de sus manos, rozaban mi cuello causando leves cosquillas y estragos en mi interior, el cual saltaba ante su cercanía. Los abrí de nuevo al no sentir el contacto de su piel contra la mía, su mirada cautivadora estaba fija en la mía a través del espejo, haciéndome explotar en un sin fin de emociones, deslizó sus manos lentamente hasta agarrar mi cintura.
—Ten mucho cuidado zuccherino— advirtió sin dejar de mirarme a través del reflejo, de fondo pude ver a Foxie haciendo de las suyas.
Sonreí colocando mis manos sobre las suyas.
—Solo voy al cementerio Dae, no seas paranoico— le respondí tranquilo.
—Debes estar atento hasta en el mínimo ruido ¿Oíste?
—Que si...— dije rodando los ojos —Visito la tumba de Max y vuelvo enseguida, es sencillo.
—De todas formas te llevarás el arma— sentenció separándose de mí para abrir uno de los cajones de su escritorio y agarrar el objeto tendiéndomelo.
Lo agarré escondiéndola en la cinturilla de mi jean, me miré nuevamente al espejo chasqueando la lengua.
—Se ve demasiado— me quejé intentando esconderla más, pero era muy cantoso.
—No busques excusas para no llevarla, es mejor prevenir que curar— me regañó dirigiéndose a la puerta que daba a su vestidor
—Aja ¿Y qué haré si me ve alguien?— objeté antes de bufar y cruzar el umbral de la puerta.
Lo ví rebuscar entre toda la ropa, él por lo menos no la tiraba por los aires como Sadie, unos segundos después me entregó una chaqueta de cuero.
—Me va a quedar grande— pensé en voz alta estirando la prenda.
—Es de cuando era un adolescente— explicó con algo extraño en su voz que no puede detectar —ya me queda pequeña, por lo que a tí te irá mejor.
Miré la chaqueta entre mis manos, a pesar de que tenía varios años estaba en perfecto estado, no vi una sola mancha, corte... la pesé por mis brazos acomodándola y efectivamente me quedaba bien.
—Es calentita— sonreí al notar los pelitos que tenía por dentro.
Daeghel se acercó a mí colocando sus suaves labios sobre mi frente.
—Quédatela para tí.
—Gracias Dae, te quiero mucho. Solo quería que lo supieras— le dí un beso rápido en los labios, apenas un roce.