🪓6: Mi perdición

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Me levanté a la misma hora de siempre con la luz pegando directamente en mi cara, desde que me abrí mis ojos no había parado de pensar todo lo que sucedió ayer, tuve que llamar a mi madre y hablar de cosas cotidianas para relajarme un poco, ella e...

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Me levanté a la misma hora de siempre con la luz pegando directamente en mi cara, desde que me abrí mis ojos no había parado de pensar todo lo que sucedió ayer, tuve que llamar a mi madre y hablar de cosas cotidianas para relajarme un poco, ella era de las personas que más lograban calmarme.

Pero no sirvió de mucho, había presenciado la escena de una maldita persona con un tenedor en el ojo y la cabeza llena de sangre, tenía esa imagen grabada en mi cabeza, todo ese líquido carmesí sobre el suelo tan blanco... fué repugnante.

Nadie me había preparado para ver algo así, solo lo visualicé por pocos segundos pero ese tiempo fué suficiente como para dejarme sin dormir casi toda la noche, por suerte tenía a Matteo dormido como una morsa a mi lado y eso me ayudó para conciliar el sueño.

Cuando estuve en la cocina Zoe me informó que esta mañana Daeghel no estaba en su dormitorio por lo que no tenía que llevarle el desayuno pero sí limpiar la estancia, tenía la esperanza de verlo y que me tranquilizara un poco con su presencia, pero no podía exigir verlo, tendría que esperar a más tarde o al día siguiente.

Ahora quitaba el polvo de cada figura que tenía Daeghel en su dormitorio con cuidado de no romper nada, en realidad todo estaba bastante limpio por lo que no tendría mucho ajetreo, me acerqué a su cama deshecha y comencé a ordenarla.

Me mordí el labio conteniendo el impulso de tumbarme durante unos segundos, pero al final mis impulsos consiguieron ser más fuertes que mi parte racional y me tumbé boca a arriba con las manos sobre mi estómago. Me estremecí por la suavidad de las sábanas y el rico olor que emanaban, indiscutiblemente era el perfume de Daeghel, olfatee un poco más y me di cuenta de que olía un poco a café y vainilla.

Ese hombre era perfecto hasta al escoger su perfume joder.

Cuando decidí levantarme de esa nube seguí limpiando la parte de la chimenea, me coloqué los guantes y comencé a frotar toda la mugre que tenía, no pasaron ni dos minutos cuando mi pobre brazo ya estaba cansado de limpiar tan fuerte.

—Puta chimenea de mierda, ojalá y viniera cenicienta a ayudarme ¿O yo soy la cenicienta? Bah vaya mierda.

Seguí frotando más enfadado hasta que un ladrillo de la parte inferior se levantó un poco, me exalté al creer que lo había roto, fruncí el ceño e intenté levantarlo un poco más con cuidado, hice un poco de ruido y asustado miré hacia la puerta cerrada, estaba jugándomela ahora mismo, podría entrar Daeghel y echar al caño el pequeño avance que habíamos tenido, también terminaría despedido y jodido.

Pero no hice caso a esos pensamientos y miré la pequeña caja que había en el hueco que había debajo del ladrillo.

Me quité los guantes y agarré entre mis dos manos la caja negra de madera con un cierre dorado, lo acaricié lentamente, trazando cada hendidura que tenía a modo de decoración, con lentitud abrí el cierre dorado encontrándome con un paño de seda negra, lo levanté un poco viendo un objeto dorado.

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