🪓4: Desaparición

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Ya había anochecido, por lo que la cena de Daeghel ya estaba lista sobre la bandeja de plata, lo tapé todo y la agarré con delicadeza entre mis manos, ahora venía el momento más difícil, aquel en el cual me debatía entre la vida y la muerte contra...

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Ya había anochecido, por lo que la cena de Daeghel ya estaba lista sobre la bandeja de plata, lo tapé todo y la agarré con delicadeza entre mis manos, ahora venía el momento más difícil, aquel en el cual me debatía entre la vida y la muerte contra esa escalera la cual odiaba con todo mi corazón.

Por lo menos esta vez podía ver lo que tenía delante.

Subí escalón por escalón calculando mis pisadas, sentía la alfombra bajo mis zapatos que hacía que mis pasos fueran silenciosos. Volví a pensar en la persona que estaría detrás de aquella puerta, la curiosidad de saber más sobre él me carcomía las entrañas, era una extraña necesidad.

Bien, he llegado viva al segundo piso, un nuevo logro para mi lista en blanco, abrí mis ojos como platos al ver a Foxie caminado hacia mí, me miraba con intriga, se refregó contra mis pantalones y se sentó delante mía moviendo las orejas.

—Ahora no bonita, se me va a caer la cena y voy a tener un gran problema— sonreí con nerviosismo, el animal se levantó y me guió a la puerta del pasillo de Daeghel, como estaba cerrada me miró esperando a que la abriera.

Seguí el camino que había tomado Foxie hasta estar frente a la primera puerta, la abrí con mi trasero ya que tenía mis manos ocupadas, lo primero que hice fué observar mi alrededor. Era exactamente lo mismo que ví ayer, todo estaba igual, miré la puerta al fondo del pasillo pensando en que habría ahí dentro.

Tuve el impulso de intentar abrirla, pero mis manos ocupadas me lo pidieron, con mi trasero abrí la puerta que se suponía llegaba al dormitorio de Daeghel, pero me asuste al ver que estaba encajada, no me había hecho falta tocar el pomo.

Empujé lo suficiente la puerta como para ver su interior, lo primero que ví fué oscuridad, todo era de colores oscuros, negro, gris, azul y algunos detalles en plateado o blanco. Su cama era gigantesca, con un montón de cojines y mantas, la mayoría de las ventanas estaban cubiertas por las cortinas.

Pero lo que más me sorprendió fué ver a Daeghel de pie frente al largo escritorio de madera, iba sin camiseta, solo traía puesto un pantalón de traje. Me faltó la respiración por unos segundos, se había olvidado cómo respirar, se estaba echando una especie de crema a la altura de su costilla izquierda, aprecie su espalda formada, tenía una figura demasiado provocadora, y ni hablar de su brazo izquierdo lleno de tatuajes el cual acababa de descubrir.

De repente sentí demasiada calor, estaba sofocada dentro de aquella habitación, mi cuerpo estaba ardiendo.
Noté mi frente sudada y casi se me cae la bandeja de mis manos cuando se dió la vuelta y me miró fijamente sin decir una sola palabra, solo fijaba sus ojos sobre los míos.

No sabía qué tipo de hechizo había utilizado ese hombre contra mí, pero definitivamente funcionaba.

No me moví de mi lugar, no me atrevía a hacerlo, ni a desobedecerlo.

—Deja la bandeja sobre el escritorio— ordenó dejando el bote de crema a un lado.

—Sí señor— hablé con tono moderado.

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