A pesar de lo que presencié el día de ayer, vine al trabajo. Fue difícil e inevitable no pensar en ese mensaje que me llegó de Cemil esta mañana, su manera de escribirlo fue directa y me causó un poco de estrés.
Cemil:
“Si no vienes al trabajo hoy iré a buscarte a tu casa, sé dónde vives Sara. No hagas que te busque a la fuerza.”Me maldije por hacer caso pero la amenaza estaba presente en la voz de su amigo ayer. Si me mantenía callada todo iría bien. No quería ser una más que acabara muerta en sus manos, la presencia de él me causaba escalofríos.
—Sara, tienes que ir al despacho de Cemil.—miré al sujeto y me paralice al encontrarlo observarme de pies a cabeza. Gruñí para mis adentros, no debí ponerme pantalones cortos hoy.
—Deja de mirarme, eres asqueroso.
Se burló y caminó por el pasillo, lo seguí secando mis manos con el repasador, el bar estaba llenándose de a poco. Había una mujer bailando en la pista y otra que se dejaba poner billetes en sus bragas finas, esto era horrible, mí ex jefe no hacía estas cosas...o tal vez sí, espero seguro que a escondidas de todos.
—Pasa... Aunque está ocupado con alguien, no te pongas celosa.
—Vete a la mierda.
—¿Qué dijiste?
Se acercó más a mí acorralandome contra la pared del pasillo, miré sus ojos no dejando que me intimide, a pesar de todo no le iba a temer a este cabron de cuarta.
—Que te vayas a la mierda, limpiate las orejas.
—Mira perra, estás acabando con mí paciencia y solo haces que quiera romperte la boca.— dijo brusco y mí corazón latió con prisa.
—Tu jefe me llamaba. Déjame pasar.
Dió una palmada a la pared y se alejó, me dejó entrar a la oficina y cerró la puerta dejándome sola, miré a Cemil, tenía un cigarro en su boca y su mano envuelto en el pelo de una mujer que subía y bajaba su cabeza contra su miembro.
Elevé una ceja algo disgustada por la imagen que ambos me daban y carraspera llamando su atención. La sonrisa que me dió fue como una corriente en mí cuerpo y froté mi frente.
—¿Qué quieres?
—Limpia la oficina. Está sucia.
—Soy una mesera no una maldita sirvienta.
Respondí molesta y sentí como gruñó apartando a la mujer algo brusco. Fruncí el ceño.
—Vete.— echó a la mujer y se levantó acomodando el pantalón, la mujer pasó por mí lado molesta por no dejarla terminar y la ignoré, no estaba para aguantar a mujeres tontas y alborotadas.
—Sara, aquí se hace lo que yo diga. Si no quieres hacerlo voy a castigarte.
Se apoyó en el escritorio y me paralice ante su mirada hambrienta, miraba mis piernas y luego mis pechos, me crucé de brazos algo molesta por su actitud.
—Deja de mirarme, es asqueroso que lo hagas cuando ya has estado con otra mujer.
—¿Eso que noto son celos?—preguntó divertido y reí.
—Nunca estaría celosa de ti, en más tomaría agua podrida antes de fijarme en ti.
Sus facciones se endurecieron y se aproximó a mí, atrapó mí cuello y solté un jadeo de sorpresa.
—Amor, eres fascinante y caliente... Que me hables así solo hace que me pongas duro.
Su nariz pasó por mí mejilla y cerré mis ojos cuando dejó un beso en la piel, soltó el aire sobre mis labios y los sentí rosar con los suyos.
—Estás loco.
—Y por ti... Dime quién es ese tipo que abarca en tu mente, dime quién es.
Apretó más el agarre en mí cuello y jadee en busca de aire, miré sus ojos marrones y entre abri mis labios cuando se apretó contra mi abdomen, dejándome sentir su dureza y el calor de su cuerpo. Mis manos se apoyaron en su pecho.
—¿Para qué quieres saber?—articulé bajo y sentí el temblor en mi cuerpo cuando su lengua delineó mí labio superior.
—Para matarlo.
Se apartó de mí y caminó a la mesa donde se sirvió un poco de licor, apreté mis manos jodida por verme así de sumida en placer cuando me tocó.
Me volvió a ver y me sonrió de lado, apreté el trapo que estaba en mí mano y rasque mí cabeza.
—Ya dime qué debo limpiar. Los clientes son muchos y no quiero perder el tiempo aquí.
—De hecho no me molesta tenerte aquí.
—Te interrumpí una mamada.
—No importa, lo hacía del asco.
—Que hables así de una mujer es irrespetuoso, Cemil.
Sonrió dando un trago a su licor.
—Dilo de nuevo.
—¿Qué cosa?—dije confundida.
—Mi nombre.
Reí y negué para comenzar a limpiar la mesa donde habían fotos, estaba él y una mujer muy elegante a su lado, dejé de observar eso cuando se puso a mí lado y me alejé de su toque.
—Te lo pierdes por idiota y por asesino.
Río y apartó un mechón de mí cabello.
—No jodas con eso amor, es irrespetuoso que me taches de asesino.
—Es lo que eres. Y si sigo con este trabajo es porque necesito pagar los impuestos de mí casa, no por tus amenazas.
Asintió de acuerdo con burla, acomodó su saco dejando el vaso.
—De acuerdo, limpia la mesa donde me folle a la chica y luego lárgate a tu trabajo.
Se podía idiota y mal llevado tan rápido, comencé a limpiar, necesitaba salir de aquí y no caer en redes de Cemil.
No era santo y me podía mal.
—Tranquila amor, no haré nada que no quieras.
—No quiero nada. Solo deseo salir de aquí y muy rápido.
Solo escuché su risa y abrió el cajón, un arma descansaba en ese lugar y lo miré algo miedosa.
—No te voy a lastimarte amor.
—No me digas amor. No somos nada.
—Aún. Eres hermosa nena... Ve, deja este trabajo para otro momento.
La puerta se abrió, un hombre ingresó, se notaba poderoso y firme. Me observó sin pizca de emoción y salí del lugar.
No deseaba involucrarme en otra conversación, sabía lo que Cemil o su amigo Omer era capaz de hacer.
Y tampoco cumpliría sus servicios para mantenerme callada.
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Pétalos Rojos
RandomCuando la vi por primera vez, supe que ella tenía que ser mía. Mis manos picaban por tomar de ella y llevarla a la parte más oscura de mi vida. Destruirla, construirla, corromperla y hacerla entender que ella solo sería de mí pertenencia.