2- El bar.

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Una mujer se subió al pequeño escenario, sus caderas se movieron de lado a lado, los gritos de los del bar comenzaron a escucharse. Honestamente eran unos pervertidos, pero si una vez te subías allí te perderías en la música y la ignorancia se haría presente.

La tarde se hizo noche, por lo tanto no pude comprar el mantel porque al grandioso de mi jefe se le ocurrió alargar mis horarios de trabajo hasta tarde. Lo odiaba, pero me favorecía pago y propina extra.

Muy ingenioso. Solo esperaba y Sandra haya echo comida.

Atendí a más clientes, tanto hombres como mujeres, estaba cansada y mis manos y brazos dolían de tanto pasar las cervezas y preparar tragos.

Ya para más tarde miré al hombre que estaba en la barra jugando con su vaso vacío, me acerqué y lo observé.

—¿Te sirvo más?— pregunté, sus ojos verdes chocaron los míos y le sonreí amable.

—Si, necesito ahogarme en bebida.

Su voz era áspera, apreté mis labios y le serví más de su bebida, simplemente debía ignorar a hombres como él, con portes fuertes pero perversos. Tomó el vaso dando un trago y de nuevo su atención estaba en mi.

—¿Seguirás trabajando aquí?

Su pregunta hizo que dejará de pasar el trapo húmedo por la barra para observarlo.

—Es mi único trabajo, ¿por qué lo preguntas?

—Compraran este lugar en una semana.

Quedé helada en mí lugar, si compraban este lugar significaba que no tendría chances de seguir, últimamente estaba demasiada familiarizada con este bar bonito y lleno de vida, saber por este desconocido que ahora lo comprarian me ponía un poco nostálgica.

—¿Quién será el dueño o dueña?—pregunté mirándolo.

El rascó su barbilla y sonrió de lado.

—Un hombre muy poderoso, tal vez hagan de este bar un chuchitril para preparar el famoso vicio.

—¿Vicio?

—Ya me voy, ponte linda que mañana viene a ver el bar y asegúrate de que esté en horrible lugar este limpio.

Bebió de un trago su bebida y dejó el dinero en la barra para luego irse. Miré a Mateo y solté un suspiro largo y pesado.

Me quedaba luchar y suplicar al sujeto nuevo a qué me contrate para trabajar en este bar, si es que se mantenía en el mismo margen de servir cervezas y sándwiches.

Estaba impaciente y de pronto quise que el día de mañana llegará tan rápido para saber quién carajos sería el nuevo dueño. Aunque la duda estaba presente del porque Mateo no me dijo de la venta del bar.

Estaba demasiada cansada, el alquiler, mí matrícula, mis cosas necesarias necesitaban esperar ahora. No. No iba a esperar ni una mierda, necesitaba saber que diablos pasaba.

—¿En qué piensas? Has trabajado demasiado y te veo agotada.

—¿Vas a vender el Bar, Mateo?

—Sara...

Dijo algo nervioso viendo cómo salían los últimos ebrios del bar. Fue a cerrar la puerta y yo le serví un whisky, era su favorito de todos modos.

—Estaba en deuda con un sujeto, tuve que ofrecerle mí bar. Es notable que esté mal, pero necesito el dinero, mí madre está enferma y me ofreció una buena cantidad para dejar todo esto.

—¿Y yo qué? Este es mí único trabajo, Mateo.

Asintió comprensivo pero solo quería darle un golpe en la cara.

—Lo sé Sara, mierda que lo sé. Pero ya no puedo hacer nada. El vendrá mañana y verá todo este bar y decidirá si quiere un cambio.

—Quieres decir que decide si me va a dejar aquí o echar a patadas.

Asintió ante mí afirmación, estaba harta de que moviera la cabeza.

—¿Quién es?

—Sara, no puedo decirlo. Pero mañana lo verás.

Me serví un poco de licor y tomé de golpe, gruñí sobando mí garganta ya que ese líquido me quemó al tragar.

—¿Tanto miedo le tienes? Por favor Mateo, es notable que te haces en los pantalones. Solo debe ser un hombre calvo con puros billetes en los bolsillos y con problemas de divorcio.

—Quisiera que fuera así, aunque no es como lo dices.

Lo miré y me senté en el banco, sobe mi frente y recogí mí cabello en un moño desordenado. Estaba perdiendo la paciencia, mí jefe no iba a hablar, era como si le tuviera miedo al sujeto que le había ofrecido miles de dólares.

—¿Puedo saber por cuánto?

Me miró confundido y le hice seña con mis dedos, refiriendo al dinero.

—Cincuenta millones, lo necesario para que me vaya al carajo.

Abrí mí boca de golpe y balbuce cómo idiota, era demasiado, yo literalmente con ese dinero me compraría una granja y criaría vacas, varios animales mejor dicho.

—Pero te vas volver un millonario jodido.

—No empieces, estás muy equivocada. No quise aceptar el dinero, pero según él  quería este bar, le llamó demasiado la atención porque está cerca del mar.

Asentí mientras jugaba con mi vaso.

—Trata de venir temprano, así me ayudas. No abriremos por el día de mañana, es mejor centrarnos en limpiar hasta las ocho de la noche. Honestamente no quiso venir más temprano.

—Espero me pagues las horas, necesito el dinero Mateo.

—Te pagaré, ahora vete a casa.

Suspiré levantándome y tomé mi bolso, lo miré de reojo y salí luego de prometer que pasaría a la mañana a ayudarlo.

El camino al departamento estaba cerca, lo único es que yo no quería llegar tan rápido, las personas paseaban por las calles iluminadas, era todo tranquilo que temía que esta calma se fuera por la borda y se desatara un caos de sangre derramada.

Me senté en una roca con vista al mar y tomé una barra de cereal que tenía en mi bolso. No sabría que hacer luego de mañana. Si el tipo del bar dijo que en la semana vendría el comprador a ver el lugar eso significaba que el bar ya estaba vendido y que Mateo me mintió.

Mañana mismo el lugar se entregaba a manos del desconocido y mi trabajo estaba acabado. Iba a conocer al viejo arrogante, seguro era un pervertido y un pedófilo.

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Tiré las llaves en la mesa y me dirigí a la cocina, quería comer y al parecer Sandra si había echo comida y de la buena.

Eran fideos con una deliciosa salsa con queso extra... Sobé mi panza y sonreí comiendo luego de calentarla.

—Llegas tarde hoy al parecer.

—Mateo me alargó las horas, habían demasiados clientes.

Respondí pensando si debía o no decirle lo del bar. Pero en cambio a eso no hablé.

—Por cierto llegó el monto de lo que hay que pagar.— Sujetó el papel en la mano y no quise saber la cantidad, ya tenía demasiado con lo de mi trabajo.

—De acuerdo.

—Entonces iré a dormir, descansa mucho...

—Tu igual.

Me quedé un buen rato en la cocina hasta limpié lo sucio y me fui a la habitación a darme un baño y descansar.

Estaba en crisis y necesitaba prepararme para mi graduación dentro de tres meses.

Nada debía salir mal.

Pétalos Rojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora