10-Hospedaje.

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Retiré la carpeta de la mesa de la profesora que tomaría mí examen y la esperé un momento.

—Los finales serán el otro mes, espero puedas inscribirte y rendir el exámen, tu carpeta está muy completa y bonita. Ponte a estudiar Sara, lo harás bien.

—Lo haré, muchas gracias.

Salí del aula y miré mí carpeta con la nota apta para rendir, sonreí satisfecha y seguí mí camino, me encontré con Sandra la cual me dijo que debía hablar con dos profesores más para ver sus notas, después de todo íbamos a tener nuestros títulos y estaba feliz de todo lo que estaba logrando. No quería que nada cambiara, que se mantuviera todo bajo control y que las cosas surgieran con calma y motivación a mí vida.

Entonces salí de la universidad y me fijé el cielo, estaba nublado y pequeñas gotitas de lluvia comenzaron a bañar las calles, me apresuré a la parada de autobús y agradecí llegar a tiempo. Me subí al carro y pagué mi pasaje... Solo eran cinco cuadras los cuales debía viajar, cinco cuadras que eran muy largas y peligrosas...

Llegué rápido, iba vacío y fue lo mejor. Puse la llave a la cerradura de la puerta e ingresé, el calor me recibió y sonreí más calmada y calentita.

—Que frío.

Susurré y quité el saco para dejarlo sobre el sillón y me dirigí a la cocina, puse la tetera y recibí un mensaje.

“Me voy a casa de Steven, no llegaré en la noche. Asegúrate de cerrar todo y cuidarte Sara...Nos vemos mañana”

Sandra a veces siempre cambiaba de planes a último momento, no me quejaba, pero la casita quedaba solo para mi. Me dispuse a preparar un té y luego ir por una ducha, esto de pasar un momento relajante a solas era lo mejor que me estaba pasando.

Un baño de espumas. Sin dudas un buen viaje al paraíso.

Al salir me puse mi ropa interior y una simple playera que llegaba hasta mis muslos... Bajé a la sala poniendo una suave música y serví vino, bailé sola sonriendo como idiota.

Sentí el golpe en la puerta y fruncí el ceño al sentir la lluvia comenzar a caer con furia, me fijé por la mirilla de la puerta y vi a ese hombre molesto.

Golpeó la puerta de nuevo y gruñi abriendo, lo miré molesta y él elevó una ceja, entró y cerró la puerta poniendo el seguro.

—¿Qué haces aquí? Vete.

—Bonitas piernas, amor... ¿Esperabas a alguien?

Apreté un poco la copa y suspiré. A él no le importaba lo que hiciera o a quien viera, era un chismoso y estaba todo mojado por la lluvia, bueno solo un poco.

—Si, ahora vete.

—No quiero, me quedaré a conocer a ese tipo. Debo darle el aprobado.

—Cemil, quiero que te vayas, no sé que haces aquí que vienes a joder mí paciencia y paz.

Se sentó tomando la botella de vino y la leyó luego de darle un trago...

—La violeta... ¿En serio?—se burló y apreté mis labios cuando me ignoro, me crucé de brazos.

—Es un vino caro y de buen sabor, tu no sabes nada de bebidas.

Me defendí.

—Apuesto a qué tu sueldo se fue en esta chatarra.

—No me subestimes, Cemil. Ese vino es el mejor que probé y su sabor es especial. No soy refinada cómo tu, delicado.

Soltó una risa y negó observándome de nuevo... Mí cuerpo se sintió deseado y me di un golpe mental.

—Okey amor, puedo darte a beber mejores cosas que un simple vino.

Tragué grueso y él se puso de pié, caminó a mi y retrocedí, no solté la copa en ningún momento y él me la quitó para beber todo y dejarlo en la mesa. Entonces se apresuró tomándome de la cintura y me pegó a la pared, solté un leve gemido por el dolor en mí espalda y sujetó mí rostro en su mano... Cemil era guapo, ya lo dije. Sus ojos marrones eran atrayentes, así como sus pecas claras y su aroma a hombre fuerte y duro.

—No hagas una tontería.—Logré decir con voz baja y algo temblorosa, maldita sea, debí ponerme un pantalón, sentía su mano en mí muslo.

—Querer besarte no es una tontería, estás jodiendo con el poco control que tengo, Sara. Ninguna mujer me está haciendo lo que tú me haces.

—¿Dejarte con la ganas? A veces pienso que las mujeres no te hacen unos buenos servicios, es una pena.

Sara, no.

No te metas en la boca del lobo, es un hombre peligroso, lo vi en el bar, en su manera de sujetar las armas y ordenar a cientos de hombres a armar cargamentos.

—No juegues conmigo, amor. Solo haces que me den ganas de arrancarte la ropa y saber que sabores ocultas.

Su aliento a vino golpeó mis labios y nariz, encogí los dedos de mis pies y puse mis manos en su pecho.

—Basta.

—Me dan ganas de azotarte ese bonito culo y luego morderlo, chupar cada parte de ti y saber que tan mojada te encuentras ahora.

Me miró, sus pupilas dilatadas y él sonrió, mis manos apretaban su camisa arrugandola, mí respiración estaba entrecortada y la suya igual, su mano apretaba mí cintura y la otra estaba apoyada contra la pared.

—No puedes hacer eso.—susurré bajo agitada.

—¿Quieres probar?

Me maldije, y juro que si, pero al menos lo disfrutaría, lo tenía tan cerca, esperando algún indicio de que me moviera y diera el primer paso. Pero si él me deseaba como decía lo intentaría otra vez.

—No.

Lo aparté como pude y respiré por aire al fin. Escuché su risa, tomé la botella de vino y no quise verlo, caminé a la cocina y busqué otras copas... Serví con mano temblorosas.

—¿Quieres vino?

Lo sentí detrás, pasando sus manos por mis caderas hasta mis muslos y rasguñar un poco la piel, su nariz pasaba por detrás de mí oreja a mí cuello, le di acceso cerrando mis ojos cuando sentí su lengua y luego sus dientes morder.

—Dejate llevar, amor.

Susurró, me hizo dar vuelta y vi que no tenía camisa, sus músculos eran fuertes, un abdomen marcado y una espalda ancha y dura para rasguñar cuando te follara con gusto.

Miré sus ojos y entonces se inclinó para besarme, fue lento, un beso que dio miles de emociones, un beso que era caliente y valiente a la vez... Su lengua invadiendo mí boca buscando reclamar un lugar, gemi con fuerza cuando sus manos apretaron mí trasero y me subieron a la mesa, él quedó entre mis piernas, sus manos sabían tocar y apretar.

No perdí tiempo, enredé mis dedos en su cabello y me repetí que esto estaba mal, que era mí jefe y alguien que había tachado de asesino.

Sentí una mordida y gemi cuando me cargó y se sentó conmigo sobre él. De repente lo sentí más grande, más grueso, lo sentía ahí, en esa parte donde da mucha calor y es un lugar donde la gente disfruta de un buen sexo. Me movió sobre él, y lo ayudé, escucharlo gruñir solo me excitó un poco más.

—Amor...pero que bien te mueves.

Amor, eso era lo que quería, quería amor solo para mí.

—Lo sé, y solo vas a sentir un poco de mí, Cemil.

Tiró de mi pelo y mordió mi mentón, me acercó más y Jadee.

—No me provoques amor... Cuando pruebe esto, no dejaras de decirme que te llene.

Sus dedos acariciaron sobre la tela y mis uñas se clavaron en sus hombros... Era un maldito egocéntrico y presumido.

—Me han llenado mejores.

—Eso lo veremos.

Dijo con molestia y volvió a besarme y suponía que esta tarde él no se iría hasta conseguir algo.

Pétalos Rojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora