18- Alcohol y algo más.

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Cemil:

Luego de que esa noche Sara no se dejara tocar, llamé a Amber y la folle.

Creo que estaba mal ir y buscar a otra mujer cuando una te rechazaba, pero así era yo. No iba a cambiarlo por esa pelirroja.

Mordí mi uña algo molesto aún después de que la rubia se fuera, no iba a mentir que estaba buena pero Amber ya no me importaba y tuve que echarla de mi despacho.

-Cemil,¿me llamabas?

-Si Hugo. ¿Qué tan amigo eres de la señorita Sara?- pregunté con cama fingida, debajo del escritorio tenía el arma, si se pasaba de idiota le metería un disparo en la frente.

-Solo amigos, yo sirvo y ella entrega las cervezas, nada más. ¿Por qué?

Me miró con curiosidad y negué.

-Nada. Necesito que me acompañes a la playa mañana.

-¿Yo? Creí que irías con Omer.

-Omer no me sirve en este momento, podemos ir. Supongo que Sara te invitó.

-Si por supuesto que lo hizo, pero no le veía lo necesario ya que irá con su amiga.

Asentí y me dió igual, iría de todos modos a estar ahí y ver de ella. Bueno, era un pervertido pero Sara era una mujer tremenda, con curvas rellenas, unas buenas piernas y joder, su carita y esa boca. Me la imaginaba de rodillas tomándome todo. Imaginaba yo arrodillado ante ella probando su sabor.

Suspiré frustrado demasiado y lo miré de nuevo.

—¿Le importa?—fruncí el ceño.

—¿De qué mierda hablas?

—Sara. Eh visto como la observa cuando está en la barra, déjeme decirle jefe que la chica está igual de confundida que usted. Me retiro.

Se fue antes de que hablara, elevé una ceja y sonreí de lado, la tenía confundida. Y podía confundirla aún más.

Sería mía.

No fue tan mala idea invitar a Hugo, el idiota no hablaba mucho, pero me gustaba el silencio.

No podía relajarme por completo, los peligros estaban por todos lados, los enemigos eran como cucarachas, se multiplicaban y eso me jodia de ante mano, estaba rodeado de guardias, guardias que fingían descansar pero que estaban alertas también.

A lo lejos logré ver a la mujer pelirroja, no le quité la mirada de encima cuando también me observó.

Sentía toda la sangre correr a un lugar, uno que comenzaría a molestar pero me obligue a no pensarla desnuda esperando por mi. Aún recordaba cuando la toque en casa de mi madre, aún recordaba su calor, su sabor.

Y recordaba a mi madre pidiendo verla de nuevo. La quería a ella.

Mi madre, quería a Sara como mi mujer.

De pronto la mano de la rubia se agitó en el aire llamandonos. Miré a Hugo que sonrió saludando también y bufé.

—Solo tendrás que llevarte a esa rubia lejos.

—Okey, debo tener su confianza primero.

—Eres bueno conquistando mujeres, solo alejala de mi pelirroja.

El elevó solo una ceja y nos acercamos, admire el cuerpo de Sara, tan caliente y sensual, estaba perfecta en ese bikini... Ella era una puta obra de arte.

Pétalos Rojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora