En cuanto pisé el nuevo bar, una ola de calor atravesó mi cuerpo y me hizo retroceder un poco, miré el lugar, todo había cambiado.Estaba espacioso, algo oscuro y sospechoso, las mesas eran muy bonitas y las paredes eran de un color marrón claro, apreté mis labios mientras sujetaba la correa de mi bolsito y entraba más al bar. El piso tenía una cerámica de color negra, unas mujeres usaban una camisa dejando ver el valle de sus senos y me cubrí con la mano sin poder evitarlo.
—Disculpe...
Llamé al sujeto que estaba en la barra limpiando unos vasos, al parecer la gente no llegaba y yo debía ver al nuevo dueño de este lugar.
—¿Quieres alguna bebida?
—No, ando buscando al dueño, se supone que nos veríamos hoy.
Él chasqueo la lengua y señaló detrás de mi, me di vuelta y ese sujeto de ojos marrones estaba observandome serio y calculador. Estaba claro decir que era un sujeto sexi y guapo, pero no era mi tipo. No lo era.
—Supongo que me buscas.
—Si, quedamos en vernos hoy. No sé si te acuerdas.
—Claro que lo recuerdo, nunca olvido. Ven conmigo.
Lo seguí en silencio, su cuerpo estaba vestido por un traje negro que le quedaba de maravilla, su cabello bien peinado y pulcro.
Cemil, solo Cemil porque no sabía su apellido y no me importaba de todos modos.
Entramos a una oficina, la cual había sido antes de Mateo, pero esta estaba rara, cuadros de paisaje y luego el de una mujer en bikini, era muy hermosa, rubia al parecer ya que la foto estaba en blanco y negro.
—Sientate.
Me sorprendí un poco y me senté, su mirada me ponía un poco tímida, carraspe y rasqué mi mano como costumbre.
—No puedo aceptar el trabajo, eh estado viendo otros bares a los cuales me puedo incluir con más comodidad.
El asintió y se acomodó en su silla paseando mientras hacía una mueca como pensando.
—Mi paga en este bar será muy buena para ti, Sara.
Apoyó sus codos en la mesa y me miró apoyando su mentón en sus manos.
—De todos modos no quiero trabajar aquí, mi compañero y jefe no están y...
—Tu compañero como tú dices, se conformó con un poco de billetes y se largó.
—¿Poco? Le diste cincuenta millones...
—Es poco para mí...— sonrió burlón y bufé de mal humor.— Mira te daré una buena cantidad cada fin de semana por el trabajo. ¿Aceptas o no?
Apreté mis labios mirando sus ojos marrones, estaba claro que necesitaba el dinero para mí matrícula y para conseguir el departamento con Sandra. Tal vez, solo por esta vez podía aceptar y ya. Ver cómo era la paga y demás.
Porque para mí, este hombre no era nada inocente. Y yo debía mantenerme alejada.
—Está bien, puedo aceptar el trabajo.
El asintió y me hizo firmar el papeleo de trabajadores...
—Puedes empezar desde ahora, tu ropa está en la vestidor y...
—Solo usaré lo que traiga de casa, no pienso ponerme esa camisa que le falta como por lo menos tres botones del escote para arriba.
Elevó una ceja y sus ojos me examinaron con atención, me levanté y caminé a la puerta.
ESTÁS LEYENDO
Pétalos Rojos
DiversosCuando la vi por primera vez, supe que ella tenía que ser mía. Mis manos picaban por tomar de ella y llevarla a la parte más oscura de mi vida. Destruirla, construirla, corromperla y hacerla entender que ella solo sería de mí pertenencia.