16- Coincidencia

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Apreté mis labios mientras acomodaba mi sujetador, ahora que recordaba era el más pequeño, un regalo de Sandra y ahora tenía que comprar otro sujetador. Me lo quité y me puse la blusa plateada, era escotada y muy sexi, tomé un pequeño vasito y serví un buen poco de vodka para dar el trago, hice una mueca y dejé negando.

—Que asco.

Susurré como siempre pero lo bebía de todos modos.

Me acomodé el cinturón y el pantalón corto dejaba a la vista una buena porción de mis piernas.

Salí de la habitación y tomé mi cartera, me acerque a la puerta donde Madison se estaba bañando.

—Cariño, ya me voy. Procura dormir temprano, no me esperes.

Salí de la casa y me dispuse a seguir mi camino al bar, estaba disponible para todo, menos para ser una burla. El paisaje me encantaba demasiado y más la brisa calurosa de la tarde.

Cemil me estaba atacando la mente, me encantaba su manera de mirarme y desearme, pero también odiaba el echo de que quisiera dominarme.

Al llegar al bar, había una fila inmensa, algo desentendida miré al guardia grandote que estaba parado.

—Señora Sara. Puede pasar.

Me sentí ofendida con lo de señora, entré y jadee de sorpresa todo estaba cambiado. Parecía más a una disco que un bar... Dejé mi carterita y me adentré, examiné todo y toque los jarrones que yo misma había sacado la primera vez que Cemil llegó a comprar este lugar. Ahora las veía en el centro de las mesas y suspiré.

—¿Te gusta?

Su voz, su voz tan ronca hizo que lo observara, sus ojos oscuros me repasaron completa y me crucé de brazo.

—Es lindo, solo creí que no te gustaban los jarrones.

—Odio los jarrones, son horribles. Por mi les pondría de oro, pero aquí son algo así como mano larga, no quiero correr por la cuenta de matar a más de uno por robar mis pertenencias.

Matar. La palabra que más odiaba pero que él seguramente más usaba. Me sentí pequeña cuando se acercó y acarició mi mejilla bajando a mis brazos y luego a mi cintura para pegarme a él.

—Hay muchas personas afuera.

Susurré con nerviosismo, me miró sonriente y se inclinó a besarme, beso que correspondi y acaricié sus mejillas con mis manos.

Me pegó a la mesa y gemi, el beso de formó más rápido, más placentero y tire de su cabello. Sus manos acariciaron mis piernas y luego subieron a mi espalda...

—¿No usas sujetador?—negué y en cambio a eso me apretó un pecho, relami mis labios...— Que sexi.

—Señor, ya es la hora.

Cemil se separó de mi y miré a Omer, me miraba con ganas de matarme.

—Ire a mi trabajo.

—Te veré luego, Sara.

Me alejé y caminé a la barra, tal vez este sería mi lugar, relami mis labios sintiendo aún el sabor de Cemil, menta y cigarros... Temblé de gusto y las personas comenzaron a entrar. La música comenzó a subir de volúmen. Era impresionante la manera que el bar había cambiado, se agrandó y hubo remodelación.

Las personas comenzaron a pedir sus bebidas, tenía a dos ayudantes más. Era cómodo y tal vez ganaría un poco más de dinero en esta noche.

Vi a Hugo reírse con una chica y sonreí negando... A lo lejos lo ví a él, estaba revisando todo desde lo alto, acomodando su sacó.

—Es un hombre sexi, lástima que no se puede con él. El elige sus presas.

Miré a la chica que estaba con su cerveza mirando a Cemil, volví a verlo y él sonrió, sonreí también pero esta se fue borrando cuando una castaña fue subiendo las escaleras con su vestido negro, al llegar al hombre este la sujetó contra él y comenzó a hablarle... No podía apartar la mirada de esa escena, los celos me estaban aniquilando, pero también entendí que nosotros no éramos nada, pero yo me dejaba besar y tocar por él. Pero él tocaba a otras mujeres como si nada.

—Mira cómo está con esa chica. Le dice cosas bonitas, las seduce, las besa, se las folla y luego las descarta como trapo viejo...

Me miró, también la miré, ella me sonrió y se alejó...

Volví a mirar a Cemil mientras limpiaba un vaso y apreté mis labios cuando hizo lo mismo que me hizo cuando yo llegue. Acorralarla y besarla.

Una chica golpeó la barra sacándome de mis pensamientos y le serví más cerveza, volví a mirar al piso de arriba pero se alejaban mientras su mano bajaba al trasero de la mujer.

Solté el aire y Hugo me observaba.

—Es así con todas. ¿También estuvo contigo?

—Me besó cuando llegué.

Dije bajo, me sentía desanimada ahora mismo. No quería que jugaran conmigo pero aquí estaba, siendo la burla de él y de mí misma.

—Que cabrón, pero tranquila...

Asentí y me alejé para seguir atendiendo a las personas...

Las horas pasaron, las personas estaban ya borrachas, me servi un poco de la bebida que preparé y la.bebi de un trago.

—Calma amiga...

Miré a la mujer, era la misma que estaba arriba con Cemil, se notaba feliz y su cuello lucía dos chupetones muy bien formados..

—¿Te sirvo algo?

—El dueño me dijo que sirvieras la bebida más cara del lugar.

—Todas las bebidas son caras. ¿Quieres algo barato?—la miré de pies a cabeza, al parecer se indignó.

—¿Me llamaste barata de alguna manera indirecta?

—Piensa lo que quieras.

Tomé un vaso y le serví cualquier cosa, me importaba poco si era caro o barato, quería a esta perra lejos de mi vista.

—No sabes lo rico que folla el dueño. Es maravilloso, me dejó adolorida.—Se burlaba, lo sabía.—Es una lastima que no se meta con sus empleadas.

—Si ya está tu bebida puedes lárgate.

—Mejor retirate, ya tienes tu bebida y no queremos problemas.

Hugo llegó al rescate. Dejé el trapo en la mesa y rasqué mi mentón.

—Ire al baño, ya vuelvo.

Me alejé y me moví más rápido, había una inmensa fila... Así que fui al otro, miré la puerta negra y apreté mis labios. Me acerque otra vez de curiosa recordando ese momento dónde lo ví asesinar al hombre. Negué y me di vuelta. Cemil esperaba en medio del pasillo mirándome.

—Curiosa...me gustas.

—Solo vine al baño.

—Entonces es coincidencia que nos encontremos aquí. ¿Te acompaño?

—No, vete.

Entre al baño y puse llave.

Me miré al espejo pero la puerta se abrió de todos modos. Entró y se puso detrás de mi. Le mantuve la mirada a través del espejo y bufó.

—¿Te enojó verme con ella?

—No. No podría enojarme. Eres alguien que puede estar con cualquiera.

Dije lavando mis manos y me lavé la cara... Sentí sus manos en mi cadera y me pegaron a el.

—No me gustan las celosas.

—Y a mi no me gustan los que te dicen cosas bonitas y luego se marchan. Permiso.

Salí del baño y volví a mi puesto. Cemil vino por detrás y se puso al otro lado de la barra.

—Acostumbrate a lo que digo, no serás la única.

—Es mi jefe después de todo. ¿Le sirvo algo?

Lo rojo de furia que estaba se la debía. Se alejó enojado y con él una nueva chica.

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