Luego de que Cemil lograra calmarse volvimos a la mesa. No podíamos irnos, en mi caso yo no podía porque no tenía en que ir.
Un mensaje de Madison llegó a mi celular y lo leí; "Dormiré en tu cama, por favor no llegues tarde amiga. Por cierto que lindo hombre te conseguiste."
-Deberías dejar ese móvil, Sara.
Lo miré y carraspee asintiendo, era una falta de respeto usarlo.
-No me regañes. Era mi amiga, llegó de viaje y debería estar con ella.
-Siempre te quejas por todo.
-Por cierto Sara, ¿Cuándo te casarás con mi hijo?
Lo miré con ojos bien abiertos por lo que dijo, Cemil en cambio tomó la copa bebiendo todo el contenido, reí algo exagerada y apreté la tela del vestido.
-No sé, yo...
-También quiero nietos, dos. Una niña y un niño, saldrán tan bonitos como ustedes.
Miré a Cemil que prendía un cigarro y miraba a su madre.
-No tendré hijos y lo sabes.
Respondió duro, por alguna razón me hizo molestar. Golpee su muslo con mis dedos y me observó.
-Pasaré al baño, permiso.
-Por el pasillo, puerta a la derecha, la segunda.
Me levanté y caminé de prisa, o bueno lo que mis zapatos lo permitieron, eran altos y juraba que luego de esta noche los pies me dolerían demasiado.
La casa era inmensa, cuadros elegantes, unas mesas preciosas decoradas con jarrones de flores, las paredes de un color beige, combinaban todo en este lugar. Al llegar entré, era precioso.
-Esto es hermoso, pasaría toda mi vida en esa bañera...
Susurré para mí misma y me acerque a lavar mis manos, la puerta se abrió, Cemil ingresó por ella y fruncí el ceño, se notaba agitado y enojado. Me observó de pies a cabeza y sujetó mi cintura pegándome a su cuerpo.
-¿Qué haces?
-¿Por qué te enojaste hace rato? Dije algo que te molestó demasiado ¿Verdad?
-No, ahora suéltame que puede venir alguien a ocupar el baño.-lo miré seria y sujetó mi cuello para que le mantenga la mirada.
-Eres muy difícil de doblegar amor, quiero que seas mía de una buena vez por todas.
-Estás loco.
Susurré apenas y ya tenía sus labios sobre los míos, era rudo para nada suave...
Solté un jadeo sorprendida y enredé mis dedos en su cabello, sentí la fría pared en mi espalda y luego como levantó mi pierna enredando la en su cadera.
-Esto no está bien, Cemil.
Logré decir sintiendo sus besos en mi cuello bajando al valle de mis pechos.
-¿Por qué no? Te gusta tanto como a mí.
Me apretó más dejándome sentirlo, me sujete de él cuando mi pie comenzó a doler. Volvió a mirarme, ojos oscuros y con respiración agitada, su perfume me estaba embriagando demasiado.
-Deberíamos seguir lo que quedó pendiente en tu casa... Las ganas de probarte no me faltan, amor.
-Tu madre está aquí, va a preguntar porque demoramos y...
-A mi no me importa.
Su mano acarició mi pierna hasta apretar mi trasero, cerré mis ojos. No debería estar haciendo esto de dejarme tocar por mi jefe, era extraño, tentativo y exquisito. Maldición estaba en problemas.
-Solo déjate llevar.
Murmuró en mis labios para volver a besarme, correspondi, su mano se metió entre mis piernas tocandome sobre la tela de mis bragas. Gemi al sentir sus dedos rosarme con delicadeza y decisión.
Mordió mis labios y moví mis caderas a su encuentro, me sonrió con malicia pasando su lengua por mi mentón hasta mis labios cuando eche mi cabeza hacia atrás. Hizo a un lado la tela para finalmente sentir el toque plenamente con mi humedad.
-Maldición amor, que rico.
Gruñó en mi cuello, movió su mano un poco más rápido y lo miré entreabriendo mis labios. Apreté sus brazos agitada, mi pierna comenzó a temblar por el orgasmo que llegaba más rápido de lo esperado. Hace bastante que un hombre no me tocaba y que ahora estuviera pasando me ponía sensible y deseosa.
Lo besé yo está vez acariciando su cuello y rasguñando un poco, dos de sus dedos se deslizaron dentro de mi y gemi un poco más fuerte... Entonces temblé, me tense y suplique en sus labios que no parará en ningún momento. Esto de rogar no era lo mío, pero necesitaba tanto llegar y obtener mi felicidad.
Finalmente llegué, me corrí en sus dedos. Los espasmos me recorrieron el cuerpo y mis piernas temblaron. Lo ví mirar sus dedos brillosos y jadee cuando los llevó a su boca.
-Sabes tan deliciosa, como imaginé.
-Eres un sucio.
Murmuré y me acomodé cuando bajó mi pierna, me dispuse a lavar mis manos otra vez y me observé al espejo, mi rostro estaba rojo, mi labial se corrió y parecía una payasa. Lo sentí detrás de mi, sujetó mi cadera dejándome sentir su bulto que froto contra mi trasero y sus labios en mi hombro.
-Lo soy, solo falta tenerte por completa en mi cama de piernas abiertas y ahí si seré más sucio de lo que crees.
Dandome un apretón en la cadera de apartó, hizo seña que me esperaría afuera y suspiré. Acabo de dejar que mi propio jefe me masturbara en el baño de la casa de su madre.
En definitiva me iría al infierno.
...
Tomé mi abrigo, miré a la señora Regina observarme con calma y cierto cariño, o eso es lo que yo veía. Seguro me odiaba y yo las disfrazaba de otras cosas.
-La llevaré a su casa y regreso, aún no terminamos con nuestra charla.- Cemil miró serio al tipo llamado Hugo, me acomodé el vestido y carraspee queriendo su atención.
-Cemil, vamos... Muchas gracias por la cena. Estuvo deliciosa.
Tomé su brazo para alejarlo de su madre y lo llevé conmigo afuera.
-Voy a romperle la cara a ese desgraciado de mierda.
Espetó lleno de enojó mientras subía al auto, se puso en marcha mientras dos autos venían detrás haciendo guardia.
-¿Por qué lo odias? Se veía un hombre tranquilo.
-Se quiere coger a mi madre. Supongo que eres demasiado inocente para darte cuenta que también miraba tus tetas como si fuera una pintura famosa.
-Tss, mis pechos son bonitos.- me defendí.
-Los sentí contra mi pecho y si, son ideales para apretar y morder. Pero el caso aquí es que no puede verte. Nadie puede hacerlo.
-No eres mi sueño Cemil, recuerda que tú chica llamada Amber está en el bar dando sus bailes casi desnuda, no me pongas como sustituta.
Se rió, más bien largó la carcajada y lo miré enojada, me cruce de brazos y suspiré.
-Amber es solo una puta que me la chupa como todas las demás del bar. En cambio tú, tú eres distinta, me gustó ese baile que hiciste cuando llegué, y lo volvería a ver.
Negué.
-No lo volveré a hacer.
-No me busques pelea, amor. Ambos sabemos que aquí yo soy el que siempre gana.
ESTÁS LEYENDO
Pétalos Rojos
РазноеCuando la vi por primera vez, supe que ella tenía que ser mía. Mis manos picaban por tomar de ella y llevarla a la parte más oscura de mi vida. Destruirla, construirla, corromperla y hacerla entender que ella solo sería de mí pertenencia.