Me removí en la cama cuando el sol pegó en mi cara de golpe. Me quejé y cubrí con la sábana.
—Cierra esa cortina.
Gruñí con mal humor. Me quitaron la sábana de encima y miré a la culpable. Sonreí al verla y dejé que me abrazara fuerte.
—Estás hermosa.—susurró separándose. No entendía porque hablaba tan bajo.
—¿Qué pasa?
—Sandra no está, pero te dejó un recado diciendo que vendría en la tarde, que iba a estar con su novio.
Asentí y froté mi rostro, me senté y suspiré.
—Estás muy silenciosa, Madison.
Ella frotó sus manos y se levantó luego algo sonrojada.
—Bueno, anoche llegaste con el chico, el está abajo haciendo el desayuno.
Fruncí el ceño, no podía ser cierto, me levanté y miré mi pijama, solo era una camisa negra, miré a mi amiga asustada.
—Por dios... ¿Tengo marcas?
Me quité la camisa y mostré mi cuerpo, ella negó y suspiré.
—Es mejor que vayas a verlo, me dijo que esperaría por ti, según él tienen que ir a un lugar.
—No... No voy a ir a ninguna parte con él, está loco. Espérame aquí, no te muevas Madison.
—Está bien.
Pasé por ella y salí de mi habitación, fui directo a la cocina y lo ví beber de un café en mi taza amarilla. Lucia estupendo en esa remera, me observó, sus ojos marrones me evaluaron y reparé que solo tenía su camisa negra puesta encima y que llegaba a la altura de mis muslos.
—¿Se puede saber que hacer aquí?
Pregunté. Su semblante pasó a ser divertido en cuestión de segundos, chasqueo su lengua y se acomodó.
—Vine a llevarte a un lugar.—respondió con su voz algo ronca sin dejar de repasarme con la mirada.
—No, no voy a ir contigo, se supone que solo ayer tenía que ayudarte. Además, tienes que pagarme.
Sonrió como si fuera una broma, soltó un suspiro otra vez y gruñi harta de verlo aquí en mi casa, usando mi cocina y mi tasa como si fuera suya.
—¿Ayudar? Amor, solo te pedí una cosa y no se trataba de ayudar a acompañarme a la cena. Y de pagarte, tengo que hacerlo, te adelante ayer un poco en el baño.
—Eres un asqueroso. Estoy hablando del dinero.
Dije ya molesta, se levantó y se acercó hasta mi. Miró mis labios y me arrepentí de no lavarme la cara y algo.
—Si, sabes cómo soy y no me gusta que me manden, yo soy el que pone las órdenes y los demás la cumplen. Así que vas a obedecer e irás conmigo.
—No pienso ver cómo armas tus mierdas para vender, se que todo eso se van a chicos jóvenes que arruinan su vida con marihuana y cocaína... Ya deja de hacer eso en este lugar.
Apretó mi cuello brusco y puse mi mano rodeando su muñeca... Sus ojos estaban oscuros y apreté un poco más clavando mis uñas en su piel.
—Amor, no me hables así. Te dije que no me gusta que me critiquen, bueno aunque de eso vivo pero me vale mierda lo que los demás piensen.
Sonrió como un cínico y apreté mis labios.
—Y si esos pendejos de mierda consumen mi mierda es problema de ellos, ¿Sabes por qué? Porque les falta amor propio. Deberían quererse ellos mismos y no esperar de otras personas para poder avanzar. No todo se trata de apoyo o moral, amor. Aquí si quieres vivir debes luchar y no caer en tentaciones que no te van a servir de nada, vas a morir en la miseria, seguro te lloran dos o tres meses y quedas olvidado. Es la ley de vida.
—No es así —susurré asustada.
—Lo es, a nadie le importas... Piensa en ti primero y que el resto se joda.
Se separó y sentí mis lágrimas, no me lastimó, pero sus palabras quemaron como nunca en mi pecho. Lo empujé y sentí sus dedos bajo mis ojos.
—Eres un insensible, un cabron.
Rió y sujetó mi mejilla.
—Lo soy, no te voy a negar que soy muchas cosas, amor.
—Eres un asesino, un asqueroso ser que solo piensa en si mismo. Te odio, lárgate de mi casa ahora.
—No, te dije que iba a llevarte conmigo.
Sujetó mi cintura y acarició mi espalda, su nariz pasó por mi frente hasta mi mejilla, sentí su perfume aún en su cuerpo y aspire el aroma tan rico y varonil... Sentí como sus labios se posaron sobre los míos y jadee.
Estaba tomando muchas libertades al tomarme y tocarme, no era más que un jefe y se creía que podía tenerme a la hora que él quisiera. Sus manos bajaron a mi trasero y me apretó a su cuerpo, me sujete a sus brazos y gemi al sentir sus músculos duros y firmes que no dejarían caer a ninguno de su familia.
—Mi amiga está arriba y puede vernos... Para.
Bajó a mi cuello y mordió como si fuera su piel y eche mi cabeza hacia atrás. Por dios hace rato estaba peleando con él y ahora dejaba que me besara y apretara el trasero.
Era una idiota.
—Cemil.
—¿Si, mi amor?
—No vamos a tener sexo.
—No hace falta tener sexo para hacerte tener un orgasmo.
Lo miré y mi respiración se aceleró cuando se agachó, negué rápido y apreté la mesada cuando sentí sus besos en mi muslo tocando con sus manos la piel bajo mis nalgas.
—Basta mi amiga está arriba.
Gemi cuando pasó su boca por la tela de mis bragas y subió a mi abdomen chupando algo fuerte, sentí pasos y entonces lo empujé haciendo que parara sobre su trasero. Me miró molesto y se levantó.
—Esto aún no acaba. Tarde o temprano voy a comerte ese coño y te follare hasta que no puedas más, Sara.
Enojado salió tomando su saco y acomodé la camisa cuando Madison apareció en mi campo de visión.
—¿Qué paso?—Preguntó y negué recordando su palabras.
—Nada, solo lo eche de mi casa.
—Tienes rojo el cuello, ¿Seguro que todo está bien?
La miré y una sonrisa se me escapó, ella sonrió también.
—Voy a ir a bañarme, necesito refrescarme.
No dijo nada y seguí, estaba caliente. Cemil era un idiota, no podía dejarme así pero después de todo también era mi culpa dejarme tocar por él. Aunque no podía hacer eso estando mi amiga en casa.
¿Adónde quiso llevarme?
La curiosidad me estaba invadiendo demasiado. Podía ir hoy al club, darle al menos un baile para que todo se relaje entre nosotros. No quería ser una puta con la cual él quisiera divertirse un rato.
Pero hablaríamos y llegaríamos a un acuerdo para que esto funcionara o terminaríamos en problemas los dos.
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Pétalos Rojos
AcakCuando la vi por primera vez, supe que ella tenía que ser mía. Mis manos picaban por tomar de ella y llevarla a la parte más oscura de mi vida. Destruirla, construirla, corromperla y hacerla entender que ella solo sería de mí pertenencia.