Capítulo 6. [☑️]

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La habitación estaba impregnada de una mezcla de emociones cuando George se acercó a Ringo, quien se preparaba para abandonar el hospital después de su recuperación. La luz suave de la tarde se filtraba por la ventana, creando un ambiente cálido y sereno.

—Ringo, estoy contento de verte recuperado y listo para irte a casa. Antes de que te vayas, quiero darte algunos consejos sobre cómo manejar tu epilepsia. —comenzó George, adoptando un tono cuidadoso y tranquilizador.

Ringo asintió, agradecido por la preocupación y el apoyo de su médico. George continuó explicándole algunos aspectos prácticos y estrategias para afrontar su condición, proporcionándole la información que necesitaría para llevar una vida plena y segura.

A medida que la conversación sobre la epilepsia se desvanecía, un silencio cómodo se instaló entre ellos. George, sintiendo la necesidad de expresar sus sentimientos antes de que Ringo partiera, tomó un respiro y miró fijamente a los ojos del paciente.

—Ringo, ha sido un placer acompañarte en este proceso. Eres más fuerte de lo que crees, y estoy seguro de que manejarás esto con valentía. Pero, sobre todo, quiero que recuerdes que no estás solo. Si alguna vez necesitas apoyo, estaré aquí para ti.

Ringo asintió nuevamente, agradecido por las palabras reconfortantes de George. Sin embargo, antes de que pudieran decir más, una corriente de emoción compartida flotaba en el aire. Era como si ambos sintieran que este momento de despedida llevaba consigo algo más, algo que trascendía la relación médico-paciente.

George, dejando de lado momentáneamente su rol profesional, se acercó lentamente a Ringo. Sus ojos se encontraron, revelando una conexión especial que había crecido entre ellos durante el tiempo en el hospital.

—Ringo, hay algo más que necesito decirte antes de que te vayas. —confesó George, su voz suave resonando en la habitación.

En un gesto delicado, George colocó su mano sobre la mejilla de Ringo, acercándose con ternura. Los latidos de sus corazones parecían sincronizarse, creando una armonía silenciosa. Finalmente, en un momento lleno de significado, George y Ringo se fundieron en un beso apasionado que selló la conexión especial que compartían.

El beso, cargado de emotividad y promesas, perduró el tiempo suficiente para expresar lo que las palabras no podían. Era un adiós lleno de esperanza, una promesa de apoyo mutuo, y un reconocimiento de la profunda conexión que habían encontrado en medio de las circunstancias difíciles.

En ese momento de intimidad, la puerta se abrió con brusquedad, rompiendo la atmósfera serena. El Doctor Andrews, el director del hospital, entró con un ceño fruncido y una expresión de indignación en su rostro.

—¡¿Qué es esto?! —exclamó el Doctor Andrews, su mirada recorriendo la escena con desaprobación—. ¡Esto es una abominación! ¿Cómo se atreven a deshonrar este hospital con semejante comportamiento inaceptable?

George, sorprendido por la interrupción, intentó mantener la compostura mientras Ringo mostraba una mezcla de confusión y preocupación.

—Doctor Andrews, esto no es lo que parece. Estábamos simplemente...

El director, sin dar espacio para explicaciones, interrumpió a George con un gesto de desdén.

—Doctor Harrison, no puedo permitir este tipo de conducta inmoral en mi hospital. La moralidad y la decencia deben prevalecer. Esto va en contra de los principios que sostenemos.

Ringo, sintiéndose incómodo, intentó hablar.

—Doctor Andrews, solo estábamos...

Pero fue interrumpido nuevamente, esta vez con un tono más severo.

—¡Silencio! Usted, Doctor Harrison, debería ser consciente de la moral que este hospital espera de sus empleados. Esto no es aceptable.

Con un gesto de desaprobación, el Doctor Andrews salió de la habitación, dejando a George y Ringo en un estado de incredulidad. El aroma romántico que había llenado la habitación se disipó, reemplazado por una tensión incómoda.

Ringo, sintiendo el peso de la incomodidad y la interrupción, salió de la habitación con una mirada de disculpa dirigida a George. Al salir, se encontró con Min Han, quien estaba parada afuera con una sonrisa triunfante en su rostro.

—Vaya, Ringo, parece que las cosas se pusieron interesantes allí adentro. ¿Algo emocionante sucedió con el Doctor Harrison? —preguntó Min Han, jugueteando con el borde de su suéter.

Ringo, conectando los puntos rápidamente, frunció el ceño al darse cuenta de que Min Han podría haber sido la responsable de la interrupción en la habitación.

—¿Fuiste tú? ¿Fuiste tú quien nos acusó y provocó todo esto? —inquirió Ringo, su expresión ahora teñida de decepción.

Min Han, con una risa burlona, admitió con orgullo:

—Digamos que simplemente hice lo que era necesario para mantener la moral en este hospital. No puedo permitir que ciertos comportamientos inaceptables arruinen nuestro entorno de trabajo.

Ringo, decepcionado por la traición de Min Han, decidió no ahondar más en la conversación.

Por otro lado, George corrió a la oficina del doctor Andrews, con la incertidumbre de no saber si podría mantener su trabajo en el Hospital de Liverpool.

Dentro de la oficina del Doctor Andrews, George enfrentó una atmósfera tensa. El director del hospital lo miró con severidad mientras revisaba algunos informes médicos.

—Doctor Harrison, me sorprende que haya llegado a esto. Usted es uno de nuestros mejores médicos, pero no puedo tolerar conductas inaceptables, especialmente dentro de las instalaciones de este hospital. —declaró el Doctor Andrews con firmeza.

George, sintiéndose indignado y desesperado, intentó explicarse.

—Doctor Andrews, entienda que esto fue un malentendido. No estaba buscando deshonrar el hospital. Ringo solo estaba agradecido por la atención médica y...

El Doctor Andrews lo interrumpió con un gesto de desaprobación.

—No estoy interesado en excusas. Este tipo de comportamiento es inaceptable. Sin embargo, considerando su historial y habilidades como médico, no lo despediré... por ahora.

George frunció el ceño, desconcertado por las palabras del director.

—No obstante, quiero dejarle claro, Doctor Harrison, que cualquier comportamiento similar, ya sea dentro o fuera de este hospital, resultará en su despido inmediato. La moral del hospital no puede ser comprometida.

George, recordando las deudas con su casero y el préstamo del auto, se sintió atrapado en una difícil encrucijada. Necesitaba este trabajo para mantener su vida en orden, incluso si eso significaba reprimir su identidad.

—Entendido, Doctor Andrews. Tomaré medidas para asegurarme de que esto no vuelva a suceder. Mi compromiso con mi trabajo es indudable.

El director asintió con frialdad y George, con un nudo en el estómago, abandonó la oficina con la certeza de que su vida profesional había quedado en una delicada cuerda floja.

Dr. Harrison • Starrison • 𝓔𝓷 𝓔𝓭𝓲𝓬𝓲𝓸𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora