Capítulo 19.

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George y Ringo se sumergieron en una intensa lluvia de ideas, discutiendo cómo podrían hacer que su clínica fuera financieramente viable sin comprometer la calidad de la atención médica y el acceso para todos. Sabían que necesitaban encontrar formas creativas de generar ingresos sin explotar a sus pacientes.

Una de las ideas principales que surgió fue establecer un sistema de tarifas basado en los ingresos de los pacientes. Esto permitiría que las personas pagaran de acuerdo a su capacidad económica, asegurando que nadie se quedara sin recibir atención médica debido a su situación financiera.

Además, planearon ofrecer servicios especializados, como consultas médicas a domicilio, donde podrían brindar atención personalizada y conveniente para aquellos que no podían llegar fácilmente a la clínica. Esto no solo ampliaría su alcance, sino que también sería una fuente adicional de ingresos.

Mientras George y Ringo se sumergían en los detalles de su plan de negocios, el teléfono sonó en la habitación. Era el enfermero Rodríguez, quien había sido despedido recientemente.

George tomó el teléfono con curiosidad y preocupación. -Rodríguez, ¿qué sucedió? ¿Por qué te despidieron?

Hubo un momento de silencio antes de que Rodríguez finalmente respondiera. -George, nunca te lo dije, pero siempre me he sentido como una mujer en mi interior. Tenía miedo de ser rechazado y no encontrar aceptación en el hospital, así que oculté mi verdadera identidad. Sin embargo, recientemente descubrí el coraje para ser fiel a mí mismo y expresar mi verdadero ser. Lamentablemente, el hospital no lo aceptó y me despidieron.

George sintió una mezcla de sorpresa y empatía. -Rodríguez, lamento mucho que hayas tenido que pasar por eso. Pero quiero que sepas que aquí siempre serás bienvenido y aceptado tal como eres.

Hubo una pausa mientras Rodríguez absorbía las palabras de George. -Gracias, George. Eso significa mucho para mí. ¿Crees que hay un lugar para mí en tu nuevo negocio?

George sonrió con calidez. -¡Claro que sí, Rodríguez! Tu experiencia y dedicación son valiosas. Estoy seguro de que juntos podemos crear un entorno donde todos sean aceptados y respetados. Quiero que seas parte de nuestra clínica, ayudando a brindar una atención compasiva y de calidad a nuestros pacientes.

Rodríguez dejó escapar un suspiro de alivio. -No sabes cuánto significa esto para mí, George. Estoy emocionado de unirme a ti y a Ringo en esta nueva aventura.

Después de terminar la llamada, George y Ringo se encontraron mirándose intensamente a los ojos. La tensión entre ellos era palpable, cargada de deseo y pasión. Se acercaron lentamente, sus labios casi rozándose, mientras sus corazones latían con fuerza.

Con un gemido apenas contenido, George capturó los labios de Ringo en un beso ardiente y apasionado. Sus bocas se unieron en un torbellino de fuego y éxtasis, mientras sus lenguas se entrelazaban en una danza desenfrenada.

Fue un beso que hizo estallar la habitación en llamas, consumiéndolos con una intensidad abrumadora. Sus bocas se movían en un baile sin restricciones, devorándose mutuamente, buscando saciar el fuego que ardía dentro de ellos.

George empujó a Ringo suavemente hacia el sofá, mientras sus manos exploraban cada centímetro de sus cuerpos, sin dejar un solo rincón sin tocar. Las caricias eran eléctricas, provocando gemidos de placer que se perdían en la vorágine del momento.

George se inclinó más sobre Ringo, dejando un rastro de besos ardientes por su cuello, su pecho y su abdomen, provocando gemidos de puro deleite. Sus manos hábiles desabrocharon los botones de la camisa de Ringo, revelando su torso esculpido y provocador.

El calor y la tensión sexual llenaban la habitación, la excitación crecía con cada segundo que pasaba. George se quitó la camisa, revelando su propio cuerpo tonificado y ansioso por el contacto. Los cuerpos de ambos se rozaron, la fricción de su piel generando chispas de placer.

Ringo gimió en respuesta, sus uñas arañando suavemente la espalda de George, dejando marcas de pasión. Sus caderas se movieron en sincronía, buscando la máxima conexión, la máxima gratificación. Los gemidos se mezclaron, llenando el aire con una sinfonía de placer compartido.

George tomó a Ringo con fuerza, cambiando de posición para que ambos pudieran disfrutar plenamente del éxtasis que se avecinaba. La pasión se desbordó, el ritmo se intensificó, llevándolos hacia el precipicio del clímax.

En un último arrebato de éxtasis, el orgasmo los envolvió, estallando como fuegos artificiales en una noche estrellada. El placer los consumió por completo, sus cuerpos temblando con cada oleada de satisfacción.

Se aferraron el uno al otro, recuperando el aliento mientras sus corazones latían en sintonía. Las miradas se encontraron, brillantes y cargadas de amor y gratitud. Sabían que habían compartido un momento de pasión inolvidable, un lazo que los unía en un nivel más profundo que cualquier palabra o gesto.

Dr. Harrison • Starrison • 𝓔𝓷 𝓔𝓭𝓲𝓬𝓲𝓸𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora