thirty-eight.

4.6K 376 60
                                    

giay pov's
—————

—¡Bailala!— Me grita Nahuel para que lo escuche bien sobre la música.

Me averguenza estar en este estado rodeado de gente que después mira los partidos y se da cuenta de que no rindo en la cancha.  Me da vergüenza tener que ponerme así para al menos pensar en pelotudeces y no en esa pelotudez.

El ruido de la música solo es secundario en mi cabeza y mis ojos apuntan al suelo, puede ser que este apunto de quebrar.

—Amigo ¿Estas bien?— Pregunta Nahuel en mi oído. —Agustín.

Asiento. —Estoy bien, tranqui.— Miento.
Siento como mi cuerpo se prepara para vomitar en cualquier momento, la saliva en mi boca se vuelve tan espesa que pide que la abra, a lo cual me resisto. No voy a vomitar en el medio de toda la gente ni aunque este por morirme.

—Dale, amigo, no vas a quebrar enfrente de aquellas.— Levanta mi cabeza para que mire a la derecha. —No vas a ser taan gil de vomitar adelante de esas wachas.

Lo que menos necesito hoy es pensar en Sami, ya lo estoy haciendo y es mala señal. Poco a poco Nahuel nos iba acercando a ellas, dos rubias típicas promotoras de boliche con la jeta gigante.

Ni dos rubias con dos cabezas de bebé le ganan a Sam. Ah, ya pensaba boludeces.
Ni se mosquean para mirarnos, siguen moviendo su cadera y pelo como si fueran las mas hermosas del lugar, pobre perrito, hoy no encara nada, yo no tengo intenciones de hacerlo.

—Anda, ni que fueran tan lindas, wacho.— Pasa su mano por mis hombros y volvemos a caminar hasta la multitud de gente.

Que lindos son las salidas cuando no tengo que hacerme problema por cierta parejita.

—Agus, escuchame.— Llama mi atención. —Son todas gilas, todas.

—No opino.— Me río. —Buscate una que te quiera, doggie.

No, porque son todas iguales, escuchame a mi.— Toma de su vaso. —Todas, ninguna se salva. Son unas forras y después lloran.

Seguimos avanzando entre la multitud, con la música retumbando en mis oídos y el alcohol haciendo de las suyas en mi cabeza. Nahuel sigue hablando sobre las mujeres, tratando de convencerme de que todas son iguales, pero yo no quiero escucharlo. No tengo ganas de pensar en eso ahora.

—Che, Nahuel, dejame tranquilo con ese tema, ¿dale? No quiero cagarme la noche discutiendo sobre minas.

Él se encoge de hombros y me mira con una sonrisa burlona.

—Vos te perdés, Agus, pero algún día vas a ver la posta. Son todas unas gilas, te lo juro.

La verdad, no le creo. Capaz Nahuel tuvo mala suerte con las pibas, o tal vez tiene algún problema que no quiere admitir, como Valentín. No puedo evitar pensar en Sami de nuevo, en como fui tan gil para ocultarselo. Pero no quiero que eso arruine mi primera buena noche después de semanas.

—Mira, Nahuel, dejame en paz con ese tema, posta.— El asiente y se encoge de hombros nuevamente, como si no le importara mucho. Seguimos caminando entre la gente, buscando nuestro lugar en la pista de baile. A lo lejos, veo otra vez a las dos rubias moviendo sus cuerpos al ritmo de la música, pero no me interesa conquistar a ninguna de esas. No me interesa conquistar a nadie desde que la conocí.

Me dejo llevar por el sonido, tratando de dejar atrás todos los problemas y preocupaciones. Por un momento, logro olvidarme de todo y simplemente bailo haciendo pistolitas con el Perrito. En este estado de euforia, puedo sentirme libre y sin ataduras, aunque sea solo por un rato. Y eso, al menos por ahora, es suficiente para mí.

𝐆𝐎𝐋𝐎𝐒𝐈𝐍𝐀𝐒 ! giay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora