5 ✣ Crímenes ✣

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Sentía los besos de Noah aún en mi cuello. No sé porqué no lo estaba deteniendo en éste preciso momento.

Sentía repulsión, impotencia y confusión por lo último que me había dicho.

Te quiero a ti.

¿Así es como enamoraba a sus víctimas? Siguiéndolas, atormentándolas, amenazándolas. De verdad creía que aún así podía tenerme. Estaba muy equivocado, con todas sus acciones me quedaba más que claro que era un lunático, bipolar e impulsivo, tenía que alejarme de él lo más lejos posible.

Lo aparté de mí, noté irritación en su cara y eso me incentivó a darle seguidamente una cachetada que no iba a olvidar nunca en su vida.

―¡Eres sorprendente! Después de todas las cosas horribles que me dijiste anoche. Fuiste a mi casa a amenazarme, me agrediste y tengo marcas en mis brazos que lo comprueban.

Levanté las mangas de mi camisa y le mostré mis marcas que por su culpa las tenía.

Quedó atónito en su lugar mirando mis marcas, estaba sobándose la mejilla por la cachetada que le acabo de dar.

Claramente no se lo esperaba.

Me miró fijamente y su mirada de ojos azules se tornó más oscura e intensa. Su mirada era malévola, como su aura ya lo era siempre.

De pronto la temperatura empezó a bajar, sentía un frío de los mil demonios.

Miré a Noah y él estaba acercando su rostro a mí, tenía más presente esa mirada que me daba escalofríos.

Estaba intentando ser fuerte y no tener miedo, pero él no me lo ponía fácil.

―Ya deja de mirarme así y ábreme la puerta.―Pedí.

Se encontraba sin habla sin responderme. Los nervios estaban descontrolados y el causante de ellos se encontraba muy cerca de mi rostro aún con esa mirada de que quería asesinarme. Me daba más nervios que no produjera ninguna palabra o una simple sílaba. Estaba mudo y estaba molesto, peor combinación.

Pedí a dios y recité las palabras que la monja Dorothea siempre nos obligaba a recitar delante de la capilla del instinto.

De pronto, no sentí su presencia cerca, se había alejado de mí lo suficiente y se encontraba con los ojos cerrados y con la mano en su cien.

Se encontraba susurrando palabras que parecían de otro idioma pero yo no comprendía nada.

―Mi ne volas murdi ŝin, mia frato scios, ĉu mi faros ĝin, li mortigos min, se li ekscios.―Susurró en una lengua desconocida para mí.

―¿Qué tienes?

Me miró y su mirada dejó de tener esa mirada oscura y malévola y volvió a su mirada azulada que tanto lo caracterizaba.

Apartó su mirada de mi rostro y encendió el auto para seguidamente poner en movimiento el vehículo.

Seguíamos avanzando en las calles desiertas de Waterville y mis nervios crecían a flor de piel, el silencio no era bueno en él, es lo poco que sé de él y también por experiencia sé que es un imbécil, pero no me basta con pasar mucho tiempo con él para descubrir eso último.

Linaje Real ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora