11. Venganza

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NOAH MONTEVIUR

Sentí como la sangre se deslizaba desde la comisura de mis labios hasta el final de mi barbilla. Los quejidos de una mujer se escuchaban dentro de la habitación. La tenía muy aferrada por los hombros, su cuerpo desnudo estaba encima de mis piernas.

Sonreí por inercia, amaba la sangre. Cada vez que la probaba me volvía más fuerte, podía sentir que mi odio hacia la humanidad se disminuía. Amaba sobretodo la sangre fresca o como le decimos: Directamente de la vena.

Ya me podía sentir más relajado y un poco saciado.

Me separé del cuello de la chica rubia. Le acaricié el cabello, me perdí en sus ojos verdes, sus pupilas estaban dilatadas, todavía la hipnosis estaba presente en su organismo.

Acaricié su mejilla con mi pulgar, pude ver que se le cerraron los ojos. Ella era muy bonita, aunque estaba rota. No importara cuántas veces usara su cuerpo para mi placer y bebiera de su sangre para saciar mi ansia, siempre venía a mí como un tonto pez atraído a su cebo.

Ella era tan masoquista y a mi no me podía importar mucho menos. En el instante en que sienta una pizca de aburrimiento hacia ella; acabaría con su vida sin dudarlo.

―¿Por qué no te quedas?―Preguntó con un tono algo suplicante que me pareció molesto.

―Linda, sabes que nunca me quedo.―Dije separándome de ella y buscando mis bóxer.

―Mis padres no están y no quería quedarme sola.―Se tapó su cuerpo cálido con la sábana.

―Cariño, del único demonio al que debes de temer está en esta misma habitación, de hecho acabas de acostarte con él.

―Y bebiste de mi sangre.

―Touché.

Me puse mis pantalones y agarré la camisa de mí uniforme entre mis manos.

―¿Te veré pronto?―Preguntó esperanzada.

―Lara, tengo ciertos asuntos que resolver.

―Comprendo.―Dijo con un tono apagado mirando a un punto invisible de la habitación.

Me acerqué a la altura de su rostro y le di un beso en la mejilla.

―Hasta Pronto, Lara.

La dejé con un semblante triste en el rostro y me alejé de ella. Ella no podía comenzar a quererme, nadie podía amarme sin ser condenada en el proceso. Ese es el precio que tenía que pagar, era una miseria de vida.

...

―¿Donde estabas? Nathaniel ha estado preguntando por ti.―Habló mi segundo hermano mayor, Nicolás Monteviur.

―Ya estoy aquí. Y no le debo ninguna explicación.―Dije fríamente.

―Noah, estamos bajo su mismo techo por lo tanto tenemos que seguir ciertas reglas.―Dijo recordándome lo mismo de siempre.

―Otra explicación para mudarme lo antes posible de este sitio.

―Después de lo que pasó tenemos que permanecer unidos. Mamá y papá lo hubieran querido así.

Linaje Real ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora