Veía las infinidades de estrellas y toda la aurora boreal reflejarse en la oscuridad de la noche. Me hacía recordar a todas las vidas que se han perdido y de alguna forma u otra encontraron su camino en el cielo, proceso que aún no he cumplido porqu...
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PRÓLOGO
Había una figura de un hombre o eso parecía, esto se parecía al país de las maravillas. Cuando más me acercaba a esa curiosa figura más se desvanecía en el abismo tan profundamente oscuro.
—¿Hola?
—Algún día vas a ser mía, falta poco.
Su gruesa voz sonaba tan firme y tajante, esas fueron sus últimas palabras antes de desvanecerse.
Me desperté sobresaltada y algo extrañada.
Un sueño tan curiosamente raro, pero lo recordaba tan claramente en mi memoria. Normalmente mis sueños no los recuerdo, pero éste me dio una sensación diferente, un sabor amargo en mi boca se instaló.
Vi mi ventana que la cubrían unas cortinas blancas, aún era de noche, vi la hora en el reloj que estaba colgado en la pared de mi habitación, eran las tres y quince de la madrugada.
Observé la puerta de mi habitación, estaba abierta.
Me levanté de la cama algo extrañada y di dos simples y livianos pasos tenía un mal presentimiento de que algo iba a pasar, de que alguien estaba allí.
Seguí adelante, nunca pensé en la posibilidad de rendirme.
Al llegar a cerrar la puerta escuché pasos, ésta vez estaba segura de que no era un sueño, estaba completamente cuerda.
—¿Hola?
Nada mas recibí el silencio, pensé en insistir pero esta vez de otra manera.
—¿Hay alguien?— Sabía que era una pésima idea, estaba muerta de miedo, podría jurar que mi voz salio muy temblorosa.
—Solo mía—jamás pensé en la posibilidad de que alguien realmente respondiera, pensé que todo era un dramatismo de mi parte.
El miedo y los nervios creció en mí.
Esa voz...
Podría jurar que esa voz ya la había escuchado pero ¿Donde?
Sentí un celaje en medio de un lugar oscuro y frió, en ese momento sentí que era la única persona que estaba allí.
Quise salir de la habitación, quería saber lo que estaba pasando, pero mi subconsciente me decía que me quedará allí, que a aquí estaba a salvo, e hice lo que me dijo. Me dirige de nuevo a mi habitación y cerré la puerta pensando muchas cosas.
¿Qué era esa figura extraña?
Escucho pasos, ruidos de pisadas. Creo que ya estoy empezando a volverme loca. Sin duda era una presencia masculina.
Fui a mi sillón rojo, ese suave sillón con ese olor a limón, ese pequeño y cómodo sillón que me lo obsequió mi tía Agatha como regalo de bienvenida a ésta casa.
Ella es esa tía, la mas especial que he conocido. Ya llevo siete años sin saber absolutamente nada acerca de ella algo que me inquieta y me preocupa, ni siquiera un número de teléfono...