IN NOX, SUM VERITAS ━━ draco malfoy

twenty one. màgoa

(n.) sentimiento desgarrador que deja
huellas duraderas, visibles en los gestos y expresiones faciales

LOUIS ESTABA A PUNTO DE DERRUMBARSE SOBRE SÍ MISMO CUANDO OYÓ UNA VOZ MUSICAL. No, olvídalo. Oyó dos voces. Una pertenecía a su madre, esa reconocible suavidad de caja de música capaz de adormecer a cualquiera. La otra era nueva para él; complementaba la de su madre, un timbre algo grave que a veces variaba de tono cuando hablaban.
    
Había pasado un mes y Louis aún podía sentir cómo empezaba a balancearse en las escaleras; todas aquellas noches de insomnio de antes seguían calando en sus ya cansados huesos. Aquella noche había sentido que el mundo se derrumbaba. Todo se venía abajo y lo aplastaba de golpe, haciéndole difícil respirar, sus pulmones incapaces de tomar aire. Había perdido el sueño, cinco meses de una rutina incrustada en sus brazos y en su corazón y en su nariz, sin saber muy bien qué hacer con ninguno de los dos ahora que el objeto de su afecto durante esos cinco meses se había ido. El sofisticado olor que se le quedaba pegado a la ropa cuando acurrucaba la nariz en la nuca de Draco mientras dormían la siesta en el sofá de la biblioteca seguía rondándole las fosas nasales, un fantasma de olor que aún lo perseguía al despertarse y al dormir.
   
Las primeras noches fueron absolutamente terribles. Louis se había quedado despierto por la noche, con el brazo estirado y tanteando el espacio a su lado donde estaría Draco si estuviera allí. Dijo que dejaría de hacerlo a la tercera noche, pero ahí estaba, una semana después y todavía manoseando el maldito material de algodón cada vez que se encontraba entre las sábanas. Pensó en volver a la cama para recuperar las horas que el hombre de arena le había escatimado, pero su madre debía de haberle pillado porque la conversación que había estado teniendo lugar en la cocina se calmó y entonces se oyó una pregunta. 

—¿Louis, cariño? ¿Estás ahí?
   
Su agarre a la barandilla de la escalera se tensó cuando empezó a sentir que se balanceaba una vez más, cerrando los ojos al sentir que se le saltaban las lágrimas. Se hundió en el escalón en el que estaba y se derrumbó sobre sí mismo, envolviéndose las espinillas con los brazos y tirando de ellas hacia arriba antes de empezar a llorar, sorprendido de que le quedaran lágrimas teniendo en cuenta que las había gastado todas la noche anterior. Quiso contenerse, pero con la forma en que su pecho le oprimía, ahogándole, no pudo.
    
—Louis, —volvió a llamarle su madre—, cariño, ¿estás ahí?

Louis no podía responder, se negaba a hacerlo. Varias palabras se le atascaban en la garganta, incapaces de crearse a sí mismas y formar un dialecto que pudiera llegar a oídos de su madre. Así que lloró en silencio, como una estrella que se derrumba sobre sí misma e implosiona. Le dolía, le dolía todo. Los recuerdos pasaban ante sus ojos cada vez que los cerraba, destellos de los momentos más dulces que se disipaban lentamente, escurriéndose entre sus dedos a medida que pasaban los días. Era como si se hubiera quedado pegado a las escaleras, incapaz de moverse. La madre de Louis dejó de llamarlo, no por derrota, sino al darse cuenta de que él no quería que lo molestaran. Ella había visto el aspecto que tenía aquella noche: los ojos hundidos, el blanco de los ojos inyectado en sangre y un visible peso sobre los hombros mientras cruzaba a trompicones la puerta al salir del colegio.