Capitulo 15

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Los días pasaron sin mayor novedad que el informe de las expediciones que Legolas mandó para custodiar aún más las fronteras del reino. El príncipe pasó la mayoría de esos pocos días disponiendo una serie de estrategias para cuando comenzara la guerra final contra los orcos.

Cybele, por su parte, apenas se había apartado del lado de Thranduil, solo lo justo y necesario para compartir con Thranbely y ver cómo comenzaba a controlar su luz interna. La mepherdiana poco o nada comprendía sobre esa magia de luz, no entendía para qué servía, y Orother estaba tan emocionado con la pequeña elfa que no se molestaba en explicar mucho a la madre, aunque a Cybele esas hermosas luces que su hija podía producir con sus manos le parecían justo eso: "hermosas".

—Cuando veas lo que nuestra hija puede hacer con sus manos, sé que te va a gustar muchísimo. La mayor parte del tiempo no entiendo las cosas que Orother me cuenta sobre tu tatarabuela o "La Estrella de Plata". Espero que cuando vuelvas a mí, tú tengas la paciencia para explicarme —Cybele se inclinó con delicadeza y le besó los labios a su esposo. No pudo evitar derramar un par de lágrimas—. Por favor, vuelve a mí —susurró. Le había dicho esa frase un centenar de veces.

Un leve toque en la puerta y esta se abrió, dejando ver al príncipe.

—Mi reina —hizo una reverencia frente a Cybele y esta le respondió con la misma cortesía.

—Legolas —a ella no le gustaban esos formalismos dentro de la familia directa—. Pasa, por favor. ¿Vienes a ver a tu padre?

—No, mi se... Cybele —se corrigió antes de que ella lo hiciera—. Vengo a informarte que en plena madrugada llegó el emisario de tu padre, trayendo buenas noticias. Tal y como esperábamos, el Rey Aaren responde a nuestro llamado y anuncia que sus tropas llegarán a más tardar en dos semanas.

—Son excelentes noticias, Legolas. Sabía que mi padre acudiría —dijo sinceramente agradecida con su progenitor.

—Sí, pero justo ahora acaba de llegar el emisario de Eldarion con esta carta —se la cedió y ella de inmediato comenzó a leerla.

—Quiere negociar en persona, conmigo —en su voz se sentía la duda y la desconfianza.

—Debió pedir tu presencia para eso. Eres la Reina de Mirkwood y tienes el poder para llevar a cabo una negociación en nombre de los elfos. Lo raro es que, a falta de mi padre y estando yo en el reino, ha debido pedir por mí. Si sucediese lo peor, yo seré el nuevo rey —dijo sin ningún ánimo de superioridad, de hecho, lo mencionó con sospecha.

—Debe saber que estás muy ocupado con la planificación de una guerra y cuidando de todos aquí —no era estúpida y mucho menos ingenua, pero no le diría al hijo de su marido la verdadera sospecha que tenía—. Haré que alisten mi carruaje y mis cosas, partiré esta misma noche —Cybele volteó la cabeza y miró a Thranduil, no le hacía gracia alejarse de él en ese momento.

—Ya lo ordené. Sé que, aunque te duela dejar a mi padre y a mi hermana, eres una reina y las reinas no eluden sus compromisos reales. Cuando negocies con Eldarion, si sus peticiones son aceptables y llegamos a un acuerdo con Gondor, entrégale estos papeles —Legolas le entregó a Cybele un sobre grueso y algo pesado—. Es la estrategia que necesito para esta guerra. Él sabrá qué debe hacer.

—Lo haré.

Cybele, con el corazón roto una vez más, se despidió de su esposo con un beso en los labios.

—Volveré lo antes posible y espero que estés despierto cuando regrese —otro pequeño beso—, por favor.

Thranbely se entretenía tanto esa tarde con su clase de danza mepherdiana que no le dio mayor importancia a la despedida de su madre. Equivocadamente, la pequeña pensó que su mamá volvería en un par de horas.

Obligación y Seducción. Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora