Capítulo 12

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FELIZ DOMINGO MIS AMORES. Bueno por allí se dice que más vale tarde que nunca, así que 30 días después les traigo capítulo nuevo. Espero les guste y disculpen tanta espera.

Un beso a todas

Stef.-

12

Su rostro se tornó rojo por el dolor, por las lágrimas, las venas se le marcaban. Thranduil no dejó que Faris se acercara otra vez al cuerpo de Cybele, ella no estaba muerta así que no tenía que encomendarla a ningún Dios.

Ella era su reina, suya... la miró y los recuerdos lo ahogaron como si fuese una avalancha. Había cometido injusticias terribles, la había menos preciado una y otra vez por ser humana y en ese momento una epifanía llegó a su mente, Cybele era mortal y sus almas no partían de inmediato a las Tierras Imperecederas como sí lo hacía el espíritu de un elfo. Ella aún estaba allí con él, aún su cuerpo mantenía el calor, aún tenía tiempo de salvarla.

Thranduil la estrechó más contra su cuerpo y comenzó a recitar unas palabras en elfico antiguo. Una luz dorada nació en su pecho y envolvió por completo a Cybele, era una luz tenue y con pequeños brillos que asemejaban luciérnagas. Ninguno de los presentes había visto antes algo como aquello, ni comprendían qué estaba haciendo su rey pero allí estaba Thranduil con los ojos blancos y murmurando un cantico inteligible para los demás.

Legolas permitió que Bely se girase para ver, él tampoco sabía que estaba haciendo su padre y de repente su hermana se empezó a retorcer para tratar de librarse de su agarre.

-Bely, no puedes ir -insistió sujetándola con más fuerza.

-Déjame, papá me necesita -como si fuese agua terminó escurriéndose de los brazos de su fuerte hermano y echó a correr lo más rápido que le permitieron sus piernas.

Legolas la siguió pero no para detenerla, ella poseía un don especial y al parecer comprendía lo que sucedía así que la dejó llegar hasta su padre. Legolas se angustió al verlo, el color se había escapado de sus mejillas y la piel de su padre había adquirido un grisáceo acartonado que era alarmante.

-Papi, papi... papi -llamó Bely pero él tenía los ojos completamente blanco y parecía no estar allí.

Thranbely no sabía lo que su padre hacía pero podía sentir la energía y la intensión de esta, que no era otra que devolver a su madre a la vida. Bely cerró los ojos y respiró hondo.

-Te voy ayudar papi -susurró para ella pero Legolas pudo escucharla.

Bely con su pequeña mano tocó a su padre y la luz dorada que envolvía a su madre de tenue pasó a incandescente, todos tuvieron que cerrar los ojos y cubrirse con la mano. Cuando Legolas pudo volver a mirar los tres estaban protegidos por este manto dorado y de improviso Cybele abrió los ojos y tomó una buena bocanada de aire.

El asombro embargo a todos y cada uno, la luz de oro desapareció. Cybele miró a su marido con total sorpresa, estaba segura de que había muerto pero allí estaba, entre los brazos del hombre que amaba.

-Thranduil -nuevas lágrimas abandonaron sus ojos, estaba tan agradecida.

El rey se apartó y permitió que el sanador la examinará. El elfo retiro la cataplasma de hierbas y en el torso de la reina no había ni siquiera una cicatriz que recordase la herida mortal que antes poseía el lugar. Thranduil cayó acostado y Legolas corrió a su lado.

-Padre.

-Lo siento hijo mío -le acarició el rostro-. Era la única manera, no podía permitirlo, no otra vez, no podía dejar a tu hermana sin su madre.

Obligación y Seducción. Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora