Capítulo 4

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Hola mis amores.

Disculpas por dejarlas tanto tiempo sin capítulo nuevo, sabes la excusa de siempre: el trabajo, la casa, las obligaciones etc...

Iba a publicar el sábado y en la madrugada del viernes se cayó un cable por mi casa y eso nos dejó sin internet todo el fin de semana.

No he editado, beteado ni nada el capítulo, disculpas ante mano por las malas metidas de dedo, errores, incoherencias, etc...

Besos

Stef.-

UN MILLÓN DE GRACIAS POR SU APOYO, SUS LECTURAS, SUS COMENTARIOS. SON LAS MEJORES.


4


Agatha no podía emitir palabra, la petición de Legolas la tenía trastocada, cómo podía pedirle semejante cosa. Pensó demasiado en una fracción de segundo y cuando por fin logró ordenar una frase en su mente, ésta no pudo ser escuchada ya que el príncipe echó a correr.

Consternada hasta lo indecible, Agatha miró el árbol donde la pequeña Bely trepaba, visualizó a la niña que estaba a punto de saltar para atrapar una rama cercana.

Un manchón verde y oro trepó el árbol en dos segundos y atrapó a Thranbely en pleno salto. La pequeña se asustó hasta gritar, igual gritó la dama desde el suelo.

— Tranquila, soy yo —Legolas se arrepintió por su rudeza, Bely lloraba silente por el susto—. Lo siento mucho pequeña, de verdad —la abrazó acurrucando a su hermanita en su pecho—. Hay algo que tienes que ver y entenderás lo que he hecho —sacó un látigo plateado que tenía atado a su cinturón, lo azotó enrollado la punta en la rama que Bely quería alcanzar—. Tómalo con las dos manos —le cedió el mando del látigo a la niña que no lograba comprender nada y las lágrimas continuaban saliendo de sus angelicales ojos—. Tira un poco y verás por qué te sujeté como lo hice.

La pequeña haló sutilmente y la rama que en apariencia era robusta y fuerte cedió cayendo como si fuese de papel. Legolas rápido tomó el mango del látigo y con un movimiento híper veloz de su mano, hizo que la punta del arma se desenredara de la rama antes que esta tirara del látigo gracias a su peso.

Agatha quedó atónita, era increíble, él la estaba mirando fijamente a ella y sin embargo vio el peligro que corría la niña, lo rápido que se movió para alcanzarla, para mover el látigo, además cómo supo que una rama que se veía sana en realidad estaba podrida. Varias veces observó la práctica de los soldados y jamás vio algo así.

— No llores más —pidió mientras le limpiaba las mejillas a la nena hermosa que sostenía.

— Lo siento —dijo Bely con su adorable vocecita—. Es que me asustaste.

— No tienes de qué discúlpate, pequeña, yo soy quien lo siente, nunca quise asustarte. Aprenderás con el tiempo a diferenciar los árboles y conocerlos —le besó la frente, la sujetó a su espalda y bajó a tierra firme con ella.

Agatha trotó hasta ellos y cargó a Thranbely para asegurarse de que estuviese bien.

— Estoy bien Tati, Legolas me salvo —la sinceridad siempre reinaba en los niños.

— Lo sé, mi amor —miró al elfo—. Gracias sinceras, príncipe Legolas.

— No tienes que dármelas. Apenas me enteré de su existencia juré protegerla por toda la eternidad. Ahora, creo que debemos comer algo —agregó rompiendo con el angustioso momento.

Obligación y Seducción. Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora