Capítulo 13

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Feliz viernes mis amores.

Muchísimo tiempo sin publicar por razones que la mayoría conoce, cambió de país, adaptación a un sistema completamente diferente al que estaba acostumbrada pero me prometí que este 2018 retomaría con todo mi pasión por la escritura y lo primero que me prometí fue terminar esta historia que tanto quiero y que tanto gusta.

El capítulo es muy cortito pues mi tiempo también lo es.

Besos y muchas gracias

Stefania Bloom 

13

Bely quedó rendida en los brazos de su hermano, no era algo normal pero tomando en cuenta la gran energía que acababa de gastar era algo de esperarse. Legolas estaba maravillado, apenas era una pequeña de 5 años y podía hacer algo grandioso con un poder que aún no manejaba y que a medida que creciera se incrementaría.

La defensiva llegó justo antes de que los orcos se reagruparan y al ver a los arqueros elficos salieron huyeron. Faris volvió a montar en su corcel para perseguirlos junto al batallón, deseaba venganza por lo que le habían hecho a la Reina.

—Faris déjalos ir —ordenó el príncipe.

—Podemos acabarlos si los seguimos —su guerrero interno no podía dejarlos huir, quería retribución.

—Los acabaremos pero no hoy, déjalos ir —dijo tajante y dio más órdenes en elfico.

Junto con los arqueros llegaron sanadores que estabilizaron al Rey y de inmediato volvieron a la cueva.

Todos en Mirkwood estaban a la expectativa hacía mucho tiempo que los orcos no se atrevían a acercarse tanto a la ciudad y la impresión fue colectiva al ver a la reina bañada en sangre desmontarse del caballo.

Syna se tapó la boca al ver a los sanadores pasar con el Rey inconsciente y se sintió en desesperación al ver que todos pasaban y Faris aún no llegaba. El capitán entró de último asegurando así la retaguardia, ardía en deseo de pelear pero no podía desobedecer al príncipe.

La elfa no pudo disimular su alivio al verlo llegar, sin pensarlo salió corriendo hasta que pudo estrechar su cuerpo contra el suyo, escondió su rostro en el cuello masculino y sollozo.

—Tranquila, todo estará bien.

—Me asusté mucho al ver que no llegabas. Temí lo peor.

—Tranquila pequeña elfa —le subió el rostro y le dio un corto beso—. No seré inmortal pero créeme que no soy fácil de matar.

Cybele rehusó cambiarse de ropa, no se despegaría de Thranduil por nada del mundo. Vio a los sanadores trabajar en su esposo desde una esquina de la habitación para no estorbarlos.

Lotho puso varios materiales sobre la mesa y se dirigió a la reina.

—Mi señora Cybele. No debe estar aquí, le avisaré enseguida si ocurre algún cambio.

—No —fue la sencilla respuesta.

—Mi señora...—la mirada que le dedicó Cybele la hizo callar.

—Has que dos mensajeros se preparen para salir. Este ataque no se quedará sin respuesta.

Lotho no tenía idea de qué pasaba por la cabeza de la reina pero lo más sabio era no contrariarla en ese momento y obedecerla de inmediato.

—¿Cuándo despertará? —preguntó al mayor de los sanadores.

—Mi señora, no tengo esa respuesta —respondió el elfo cabizbajo.

—Pues quiero una. Thranduil no ha sobrevivido tres eras del sol para morir a manos de una banda cualquiera de orcos.

—Mi reina, la condición del rey es delicada.

—NO LO ES —le gritó rayando en la histeria—. Él estará bien y eso me lo garantizaran ustedes.

Legolas interrumpió en la habitación y los sanadores dieron gracias por eso, necesitaban a alguien de la familia real que fuese razonable. Tras el príncipe también llegó Orether.

— Mis señores —saludó el mayor de los sanadores.

Los otros recogían todas las cosas y colocaban sabanas limpias en la cama al igual que pantalones limpios al rey. Todo estaba llenó de sangre.

—¿Cómo está mi padre?

—Está cómodo y descansando. Cerramos la herida pero sinceramente mi príncipe no sé si mi señor despierte de esto, se desgastó energéticamente más allá del límite de sus fuerzas, es un milagro que esté vivo.

—¿Qué es lo que quieres decir Yael? —aunque Legolas había comprendido perfectamente las palabras del sanado, necesitaba que se lo dijeran con total claridad.

—Todo depende de los Valar ahora mi príncipe. Mi señor está más cerca de las tierras imperecederas que de la tierra media. Su alma ha sufrido más que su cuerpo. Su padre cedió su vida para salvar otra.

El golpe de un puñal sobresaltó a todos en la sala.

—Él no va a morir —sentenció Cybele y se paró junto a la cama—. Thranduil abre los ojos. DESPIERTA DE UNA VEZ. No te atrevas a hacerme esto, no ahora —la rabia se fue de repente y cayó de rodillas junto a la cama, le tomó la mano y lloró suplicando—. Por favor amor mío, por favor... no me dejes, abre los ojos, por favor —calló observando el rostro sereno de su marido mientras decenas de lágrimas salían silentes de sus hermosos ojos ámbar.

—Legolas —intervino Orether por primera vez—. Lo que diré no es fácil pero eres su primogénito y nuestras leyes son muy claras en estos momentos...

—No, mi padre está vivo. No asumiré la corona de Mirkwood, no es mía, es de él y hasta que mi padre no parta a las costas blancas, jamás la tomaré.

—No puede haber un vacío de poder, no puedes dejarle el poder al consejo, no ahora, no en puertas de una guerra. Es tu deber y tu derecho.

Los ojos cristalinos de Legolas se llenaron de lágrimas por primera vez en siglos pasó su mirada de su padre a Orether teniendo mil pensamientos por segundo.

—Hazlo —Cybele se levantó y se colocó frente al príncipe—. Toma su corona y véngalo —tomó la falda de su vestido y la sacudió—. Hazlos sangrar como ellos lo han hecho sangrar.

—Cybele... —la miró algo consternado, los elfos no eran seres vengativos.

Las lágrimas de la mepherdiana pasaron de dolor a rabia, pura y concentrada, con la voz quebrada de tanta ira agregó:

—Hazlo Legolas o lo haré yo, soy su esposa, soy tu reina y la madre de la princesa de Mirkwood. La corona también es mi derecho y tengo el ejército más grande de toda la Tierra Media a mi disposición, por él soy capaz de arrasar con este bosque entero, quemarlo hasta sus cimientos de ser necesario.

—Lo haré —contestó solemne.

—Quiero un bosque de cabezas de orcos y te daré los medios para eso. Escribiré a mi padre, necesitamos más tropas y a Eldarion. Gondor se nos unirá, acabaremos con ese mal justo como lo habíamos planeado.

Se limpió las lágrimas y se sentó en el escritorio a escribir las cartas.

Orether la admiró, él sabía que la reina prefería estar acostada junto a su esposo, llorando en su hombro y suplicándole que volviera a ella, en cambio sacaba fuerzas para contraatacar a sus enemigos, como debía hacer una reina. Tanto a Legolas como a Cybele los habían criado para eso, para ser soberanos apartando los sentimientos hasta que el momento fuese el oportuno.

Obligación y Seducción. Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora