Repartidor

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Ella acababa de salir de la ducha.
Antes de vestirse siempre se seca el pelo.
Mientras se secaba el pelo sonó el timbre.
Se puso un albornoz y fue hacia la puerta.
Al abrir vió al repartidor de pizza.
Él sostenía la pizza en su mano.
Cuándo ella abrió la puerta lo primero que él vio fue su pelo mojado, luego vio sus ojos y en su cara una sonrisa.
Siguió bajando la vista y se fijó en que estaba con el albornoz y no parecía llevar nada debajo.
-Pasa, que no llevo nada encima-. Dijo ella
-Dejala encima de la mesa-
El pasó y ella cerró la puerta para que no se escapara el perro.
Ella se fue a la parte de arriba a buscar el monedero.
Mientras él se quedó en el salón mirando la decoración.
Cuando ella bajó vio que el se quedó mirando un cuadro con una foto de ella en ropa interior.
-Tengo un problema, pensaba que tenía dinero en efectivo pero no encuentro nada, ¿Puedo pagarte con tarjeta?.
-Pues no tengo datáfono-
Ella se abrió un poco el albornoz dejando ver el canalillo y la mitad de sus pechos y se agarró el pelo como haciéndose una coleta.
-Te puedo pagar de otra manera-
El abrió los ojos como platos y vió como ella se hacía la coleta mientras se acercaba a él.
Antes de contestar nada ella se desabrochó el albornoz dejando que se vieran sus pechos y su vientre.
-¿Qué me dices?-
Él se quedó pensando mientras miraba el hermoso cuerpo de ella y no pudo resistir la tentación.
-Me parece correcto- contestó.
Ella dejó caer su albornoz y se acercó a él.
Le agarró de la barbilla y le comenzó a besar.
Con la otra se dirigió al pantalón para desabrochar el botón.
Le bajó la cremallera y se arrodilló ante él.
Bajó sus pantalones y calzoncillos hasta los tobillos mientras él se quitaba la camiseta.
Agarró su pene y empezó a moverlo lentamente.
Poco a poco fue acercando su boca para metérselo en ella.
El colocó sus manos en la cabeza de ella y ella empezó a mover su cabeza para introducir y sacar el pene de su boca.
Empezó a realizar los movimientos más rápido y él con sus manos acompañaba para mantener el ritmo.
Las manos de ella se colocaron en la cintura de él para sujetarse y poder hacer más fuerza para aumentar la profundidad.
Era tan grande la profundidad que empezó a tener arcadas pero eso no hacía que frenara.
Él empezó a arrugar los dedos de sus pies sintiendo como el placer iba aumentando.
Las ganas de terminar hicieron que empujara la cabeza de ella contra él.
Él apretó sus nalgas y empezó a eyacular dentro de su boca.
Ella no paraba de realizar los movimientos y él empezó a tirar de su pelo húmedo y gritar de placer.
Ella se sacó el pene de la boca y se tragó todo.
Él se empezó a subir los calzoncillos y ella le dijo.
-Aun no hemos terminado-
Él se quedó mirándola y vio como ella se sentaba sobre la mesa del salón y le llamaba con un gesto con los dedos.
Él se acercó a ella, ella le abrazo con las piernas y él la agarró por las nalgas.
Le introdujo el pene en la vagina y empezó a penetrarla con fuerza.
Ella se acercó a su cuello y empezó a morderlo.
Él ante eso empezó a realizar movimientos con su cadera más lento pero más fuerte provocando que la penetración fuera muy profunda. La mano de él agarró el cuello de ella y empujó su cuerpo contra la mesa.
Una vez que el cuerpo entero se posó sobre la mesa y él tenía su mano en el cuello de ella, los movimientos empezaron a ser veloces.
Los gemidos de ella aumentaban cuando él más apretaba su cuello.
Él apretaba también sus dientes para penetrar con fuerza y velocidad a ella.
Ella comenzo a gemir a gritos llegando al orgasmo pero él no paró alargandolo durante unos veinte segundos más que terminó él también.
Él se vistió y se marchó mientras que ella se quedó un rato sentada en la mesa recuperando el aliento.

Historias de una noche.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora